En junio de 1930 un estudiante berlinés pudo ver unos documentos en los archivos de Austria. Todos ellos estaban relacionados con un timo cometido en Viena y que tuvo por víctima principal el Emperador de Austria-Hungría, Francisco José I (Palacio de Schönbrunn, Viena, 1830-id., 1916). En Julio de ese mismo año, dicho estudiante publicó un artículo al respecto en el Berliner Tageblatt. Decía que había 507 documentos relativos a este affaire en los archivos (aunque nunca dio las referencias de los mismos), y contó la historia; una historia que fue traducida en The Milwaukee journal el 18 de agosto de 1930, por el corresponsal de dicho diario en Berlín1. Aparte de otra referencia en The Evening Post, del año 19372, poco más se ha publicado sobre este oscuro asunto iniciado en el año 18673. Nos obstante, a partir de esos documentos de los archivos austriacos4 y los citados artículos en prensa, podemos ofrecer ahora la historia completa de uno de los timos alquímicos más oscuros de la Edad Contemporánea.
Durante el verano de 1867 tres listos granujas se reunieron en París para decidir su estrategia. Dirían tener un proceso para convertir la plata en oro, y se lo dirían a la víctima más apropiada. Fueron lo suficientemente sagaces para darse cuenta de que la persona ideal era el Emperador Francisco José I de Austria, ya que, al fin y al cabo, en su dinastía, los Habsburgos, había una larga tradición a la alquimia y no le podía resultar algo totalmente desconocido o novedoso. El paso siguiente era acceder a Francisco José. Pero debían de presentarse de forma adecuada, algo en lo que también fueron inteligentes. Se presentarían como tres monárquicos, rancios defensores de la Monarquía, y del partido regalista, y con nombres rimbombantes y sonoros. No olvidemos que el partido monárquico mexicano fue quien llevó a su hermano Maximiliano al trono de dicho país en su aventura expansionista sobre Texas. Así, uno de ellos dijo llamarse Romualdo Roccatani, un sacerdote arcipreste de Roma; el segundo, un noble, Don José Maroto, Conde de Fresno y Landres, grande de España; y el tercero, un oficial del ejército, el coronel napolitano Don Antonio Jiménez de La Rosa, luego policía comisionado en México. Con estos tres nombres tan poco sospechosos, el camino hacia el emperador estaría más allanado.
Llegaron a Viena el 11 de septiembre de 1867, y mientras se preparaba la cita con el Emperador se alojaron en el lujoso Hotel Wandl de dicha ciudad. Tras pasar unos días en los cuáles perfilaron su maniobra, la cita se hizo por fin realidad el 19 de septiembre, siendo el general Conde Bellegarde el encargado de notificar al emperador la llegada de estos tres tunantes. Ya antes pusieron como excusas para la cita el poder ofrecerle el mejor y más moderno invento de todos los tiempos, pertenecer al partido legitimista, como hemos dicho, y le dijeron que sólo la Casa Real de Austria era merecedora de tal secreto. Le contaron a Francisco José que en Mariposa (California), había depósitos naturales, ¡montañas!, de pepitas, o cápsulas del tamaño de nueces que contenían oro formado de la plata por medio de la acción del mercurio y del calor del sol californiano. Además, le dijeron que el mismo proceso de transmutación podía ser hecho mucho más rápidamente por medios artificiales bajo el sol de Austria. Sería dando a la amalgama un peso específico de 15.47. A partir de ahí, el proceso natural sería imitado cuando la amalgama de plata fuera expuesta y sometida a una gran temperatura.
Así, una vez lanzado el anzuelo, y una vez que la presa ha picado, empezaron la segunda parte del fraude y empezaron a andar definitivamente unas relaciones con el Emperador que duraron tres años, según los archivos: desde el 11 de septiembre de 1867 hasta el 30 de junio de 1870. A cambio de la fórmula pidieron cinco millones de florines de plata.
El pago inicial de Francisco José por obtener el secreto fue de setenta mil florines. Pero para seguir, se habría de hacer el preceptivo primer experimento. El 28 de septiembre, la Cancillería fue informada de los detalles iniciales: el experimento sería realizado el laboratorio de la Hofburg, y Su Majestad había elegido para controlar y verificar el mismo, además de para informar con todo detalle a Francisco José, al eminente profesor de Química Antón Ritter Schrötter von Kristelli (1802-1875), del «k.k. polytechnisches Institut» de Viena y descubridor del fósforo rojo5.
Los tres dijeron que usando una cantidad de 5.000.000 florines de plata, podrían hacer un total de 80.000.000 de oro. Tras deducir los 5 millones de plata y sus gastos, el Emperador recibiría la mitad del beneficio. El cura romano sabía que nada podría ganar mejor la confidencia del Emperador que apelar a su devoción al Papa (principal argumento del partido legitimista por esos años), por lo que puso como condición que cierta parte del oro artificial “debería ser reservado para Su Santidad el Papa Pío IX “sin su conocimiento de la procedencia del mismo”. Aparentemente todos tomaron en serio esta condición, porque una nota al pie del informe correspondiente se pregunta: “¿Significa esto que el Papa no sabe que SM está mandándole oro?”.
El 17 de octubre de 1867, dos ollas de acero y dos retortas de cristal fueron llenadas con la amalgama de plata durante cuatro meses, momento en que los recipientes se rompieron. No se encontró ningún resto de oro. Antes de ellos hicieron la primera prueba verdadera donde engañaron a todos, ya que apareció oro por valor de nueve mil florines. Lo que es realmente sorprendente es cómo estos experimentos escaparon al pensamiento y práctica científica del profesor von Schroetter, un químico de reputación internacional. En una carta a la cancillería imperial del 22 de abril de 1868 se lee cómo describe sus experimentos:
“El 30 de octubre recibí uno de los contenedores de acero. Puse 1.580 gramos de la amalgama dentro. Había 200 gramos de plata y 2800 gramos de mercurio en el contenedor. El 9 de marzo, tras calentar la mezcla durante 14 semanas, me sorprendí de encontrar un polvo negro en la mezcla, que encontré ser oro puro. La suma era del 48% de la plata. Había dos soluciones posibles: que el oro fuera formado por la amalgama, o si el oro entrase en el contenedor después de alguna manera. No creo que el oro fuera colocado en la amalgama, ya que, excepto M. Roccatani, nadie más estaba presente. La personalidad de M. Roccatani excluye cualquier sospecha”.
Pero el profesor se le escapó que la única persona que podría tener interés en encontrar oro en la mezcla era precisamente Roccatani. “Debo añadir que en algunos otros containers con amalgama, entre los cuáles uno que yo coloqué sin el conocimiento de M. Roccatami el 18 de diciembre en mi casa, no había nada de oro”, dijo Schoetter. Ya totalmente engañado, a la vez que entusiasmado, escribió a la Cancillería Imperial:
“La realidad de las palabras de Roccatani está probada. Este es el más importante descubrimiento hecho hasta ahora en el campo de la Química. Cuento éste como el más afortunado evento de mi vida, que S.M. me recordará cuando las correcciones a las peticiones de M. Roccatani sean examinadas. Esto es lo hecho hasta ahora, y los experimentos han avanzado tanto que el experimento debería ser usado ahora con algún beneficio.”
El beneficio al que se refería era la acuñación de moneda, algo que el Emperador vio bien. Pero como había que guardar el secreto, el director de la casa de la moneda quedaría excluido de este asunto. La decisión fue sorprendente: el Emperador echó de su cargo al jefe de la casa de la moneda, von Hassenbauer, y puso en el cargo a von Schroetter. El 2 de octubre de 1869 el nuevo Director Schroetter escribe a De la Rosa, quien de nuevo quiere más dinero, a pesar de que “la empresa” no ha dado aún resultados, aunque “seguramente se deberán hacer más sacrificios”. Como no hubo respuesta positiva de Schroetter, De la Rosa, sin dudarlo un momento, se dirigió al Emperador, quien, siempre generoso, ordenó al banco Rothschild que le pagase la suma pedida. El final de este ridículo affair llegó cuando el Director de la Moneda de la Casa Imperial de la moneda escribió a Nápoles el 30 de junio de 1870 una carta dirigida a Roccatani:
“Todos mis cuidadosos experimentos, en toda suerte de formas, sólo han dado resultados negativos, y no han dado ni una traza del deseado metal. Tras más de 18 meses no hay restos del deseado metal en el contenido de la pequeña botella que yo retuve y cuyo contenido fue tomado de la misma sustancia que la suya. Aún estoy más sorprendido de saber que Usted sí que encontró este metal en la botellita que se llevó de aquí. Yo sólo puedo pensar que ha cometido algún error, o que el suave aire de Italia obró el milagro. Es evidente que con los subsidios que ha recibido aquí se puede permitir vivir confortablemente el resto de su vida. Estoy convencido de que el método que indica no promete resultados prácticos, y sólo me queda abandonar sin esperanza alguna este experimento.”
La subsiguiente investigación revelaba que los nombres que dieron no eran los verdaderos. Pero los químicos fueron los que se mostraron más indignados ante los estafadores. Sobre todo por la poca reverencia y consideración que habían mostrado ante su ciencia, y por haber participado en que fuera tratada como lo que fue hace siglos, un saber destinado a poder convertir metales en oro, algo que, en esos años, parecía ya muy lejano.
1 The Milwaukee journal, 18 de agosto de 1930, 2: “Swindled Emperor Franz Josef With Scheme to Turn Silver into Gold. Smooth Tongued Rogues Got $10.000 as Initial Payment and Caused King to Turn Austria’s Mint Into an alchemist Laboratory.”
2 Evening Post, Volume CXXIII, Issue 114, 15 May 1937, Page 27: “THE ALCHEMIST FLOURISHES TODAY”.
3 O. Krätz, Fraszination Chemie. 7000 Jahre Lehre von Stoffen und Prozessen, Callwey, München 1990, 41. Pero no da ninguna referencia aclaratoria.
4 Österreichisches Staatsarchiv (AT-OeStA), HHStA SB Nl Braun 20-1-47. Cartas de Romualdo Roccatani, 1868.04.25-1882.11.13 (en italiano). AT-OeStA, HHStA SB Nl Braun 25-76 Carta al Comte de Landres et de Fremo (sic) (s.d.); AT-OeStA, HHStA SB Nl Braun 20-1-53: Cartas de A. Schrötter al «Signor arciprete», 1868.08.24-1868.11.20; AT-OeStA, HHStA SB Nl Braun 8-1-51: Cartas del Comandante Antonio Jimeny (sic) de la Rosa, 1868.01.10-1870.02.03.
5 El fósforo blanco es muy venenoso. El desarrollo de su uso solo es possible después de convertirlo y modificarlo de blanco a rojo. Este proceso ya fue estudiado por Émile Kopp (1844), por Wilhelm Hittorf (1824-1914) y finalmente, en sus aplicaciones prácticas, por Anton Schrötter (1802-1875): Émile Kopp, Comptes-rendus hebdomadaires des Séances de l’Académie des Sciences, Paris (1844), vol. 18, p. 871; Wilhelm Hittorf, Annalen der Chemie und Pharmazie, suppl. al vol. 4, p. 37; Anton Schrötter, Annales de Chimie et de Physique, series 3, vol. 24 (1848), p. 406; ver también el artículo de Schrötter: “Phosphor und Zündwaaren”, en A. W. von Hofmann, Bericht über die Entwicklung der Chemischen Industrie, Braunschweig, Vieweg, 1875,. 219-246..