A mediados del siglo XIV, el fraile franciscano Juan de Rupescissa envió una dramática advertencia a sus seguidores: se acercaban los últimos días; el apocalipsis estaba cerca. Considerado demente por la iglesia cristiana, Rupescissa había pasado más de una década confinado en prisiones, en un caso encadenado y encerrado debajo de una escalera, pero los malos tratos no pudieron silenciar el mensaje apocalíptico del fraile.
Las figuras religiosas que predicaban el fin de los tiempos no eran raras a finales de la Edad Media, pero las enseñanzas de Rupescissa eran únicas. Afirmó que el conocimiento del mundo natural, y la alquimia en particular, podría actuar como una defensa contra las plagas y guerras de los últimos días. Su fusión de profecía apocalíptica e investigación casi científica dio lugar a un nuevo género de escritura alquímica y una nueva cosmología del cielo y la tierra. Lo más importante, la investigación del fraile representó una notable convergencia entre la ciencia y la religión.
Para comprender el conocimiento científico actual, Leah DeVun pide que revisemos la vida de Rupescissa y los eventos críticos de su época: la Peste Negra, la Guerra de los Cien Años, el Papado de Avignon, a través de sus ojos. Rupescissa trató la alquimia como medicina (su trabajo fue el precursor conceptual de la farmacología) y representó las tecnologías emergentes y los puntos de vista que buscaban combatir el hambre, la peste, la persecución religiosa y la guerra. Los avances de los que fue pionero, junto con los emocionantes avances realizados por sus contemporáneos, arrojan una luz crítica sobre los desarrollos posteriores en medicina, farmacología y química.