Hoy me he llevado una sorpresa muy agradable. Había dejado una vieja caldera de cobre de las de la matanza a medio limpiar, con una solución de vinagre y sal gorda en el fondo, que estaba lleno de grasa. Al cabo de bastantes días vuelvo a la faena y me encuentro estos fascinantes cristales de aspecto arboriforme fractal y otros también con formas bulbosas, de hongos, etc.. El vinagre, como sabéis, es un ácido: ácido acético, que al combinarse con el cobre produce el compuesto de color verde, que se llama acetato de cobre o acetato cúprico. Algunas formas, como las burbujas, son típicas de los cristales de sal común, que también toman formas coraloides, pero no he encontrado imágenes de cristales de sal que recuerden a esos árboles. No sé cuál es el papel de la grasa, si es que ha tenido alguno en la construcción de estas formas. Estos cristales son muy blandos y se deshacen inmediatamente con sólo rozarlos.
Acetato de cobre es el nombre actual, pero a lo largo de la historia ese polvo de color verde grisáceo ha tenido otros nombres, por ejemplo cardenillo, que es una palabra que se utiliza aún hoy (muchas monedas tenían cobre), o «cristales de Venus» que es una expresión ya en desuso. En un viejo libro que aparece en «Google Books» se explica cómo se forman estos cristales. No sé si los «cristales de Venus» se corresponden con estas formas. Quizá se hayan generado, en presencia del cloruro sódico de la sal, algunos compuestos nuevos.
Los objetos de cobre se limpian con sal gorda y vinagre, se frotan hasta eliminar las manchas negras y azules con un estropajo y luego se untan con una fina capa de aceite para conservar un poco de tiempo el color del cobre. De todas formas, enseguida se ponen negros otra vez. Las calderas de la matanza se limpiaban sólo cuando iba a realizarse ésta.