Vamos ahora con otro dos caso curioso, que fue el acontecido entre alguien llamado Diesbach y el duque de Richelieu, a principios del siglo XVIII. El mariscal Louis François Armand de Vignerot du Plessis (13 de marzo de 1696 – 8 de agosto de 1788) era además Duque de Fronsac, luego fue, desde 1715, Duque de Richelieu, Príncipe de Mortagne, Marqués de Pont-Courlay, Conde de Cosnac, Barón de Barbezieux, Barón de Coze y Barón de Saugeon, y par de Francia. Todo un hombre de estado francés. Desde muy joven se interesó por la alquimia, cuestión que se convertiría un problema más adelante, en 1727, cuando fue acusado de magia y brujería durante su embajada en Viena (1725-1728)[1].
A finales del siglo XIX, Louis Delavaud[2] era el propietario de un pequeño volumen in-8º, procedente de la biblioteca del convento de los Franciscanos de París. Es el famoso texto alquímico Les secrets les plus cachés de la philosophie des anciens découverts et expliqués à la suite d’une histoire des plus curieuses[3]. Esta obra contiene en su comienzo la historia de cierto filósofo, o más bien alquimista, y el relato de algunas de sus operaciones alquímicas hechas en París durante la regencia del Duque de Orleáns. Seguidamente leemos sietes pequeños tratados sobre las “semillas metálicas”, sobre “la manera de extraer las esencias seminales de los tres reinos de la Naturaleza”, sobre la “Medicina Universal”, sobre la “Piedra Filosofal”, etc. Uno de sus primeros propietarios escribió en las hojas de guarda una larga nota sobre el verdadero autor de este texto y también sobre el filósofo cuya historia se cuenta en él. Tanto uno como otro tuvieron relación con el Duque de Richelieu:
« L’auteur véritable de ce livre se nommoit M. de Colonne, originaire d’Italie. Il demeuroit au Palais-Royal, où il fut brûlé malheureusement, âgé de quatre-vingt-cinq ans ou plus, le feu ayant pris à son cabinet pendant la nuit[4] Il étoit fort lié avec le duc de Richelieu et quelques autres seigneurs. Le philosophe dont il parle se faisoit nommer Diesbach ».
Diesbach, nuestro timador, tiene una historia un tanto truculenta, que abarca más de diez años. Vamos a seguir sus andanzas de la misma manera en que nosotros iniciamos nuestro interés por él. Pero antes vayamos con otra historia ocurrida unos años antes, entre 1705 y 1706. En el número 14 del Bulletin de la Société de géographie de Rochefort, del año 1892, se dedica una sección a preguntar a los miembros de la Sociedad sobre cuestiones relativas al área de Rochefort, como La Rochelle. La primera pregunta es como sigue:
“Los señores Viaud y Fleury[5] dan cuenta que en 1705 el intendente general Michel Bégon (1638-1710) fue encargado por la Corte de preguntar y de hacer operar ante sus ojos, en un lugar secreto, a un capuchino de Rochefort, que pretendía haber encontrado la Piedra Filosofal. El resultado de esta operación fue enviado a París con una memoria y, poco después, el mismo capuchino se marchó a la capital. <El cobre salió cobre del crisol>, dicen Viaud y Fleury. El capuchino no volvió más a Rochefort y fue relegado en un convento de Berry, donde sus religiosos le trataron con tal dureza que el Rey debió hacer intervenir a Bégon para cesar estos malos tratamientos. No se ha encontrado rastro de este suceso en los Archivos de la Marina. ¿Se conoce algún documento que registre alguna particularidad sobre este capuchino alquimista durante su viaje a Rochefort, a París, o en el convento de Berry?[6]
En el número siguiente de la revista, es el propio Louis Delavaud quien responde a la pregunta y dice que la correspondencia de la Corte con los intendentes, que se conserva, en Rochefort, en la Biblioteca de la Marina, y de la cuál él ya publicó en 1883 en los Archives historiques de la Saintonge algunas cartas de los años 1672 y 1673, contiene muchas piezas relativas al capuchino que en 1705 pretendía haber encontrado el secreto de hacer la Piedra Filosofal. A continuación y para suerte nuestra, Delavaud tuvo la ocurrencia de transcribir las cartas dirigidas a Bégon por el Secretaro de Estado de la Marina, el Conde de Pontchartrain[7].
La primera de las cartas que escribe el Conde a Bégon desde Versalles es el 12 de Agosto de 1705. Al parecer, el capuchino alquimista ya había contactado antes con la Corte por medio de otra carta, informando que tenía una composición para el oro y la plata y que se encontraba en La Rochelle. Ponchartrain le ordena a Bégon que se tome la molestia de interrogarle, ampliamente y a fondo y de hacerle saber qué es eso que dice el capuchino. En efecto, Bégon cumple su cometido e informa al conde. Éste, a su vez, informa al Rey sobre la conversación que tuvo Bégon y el capuchino. Y el Rey ordena que se le haga trabajar en un lugar secreto, ya sea en La Rochelle, ya sea en Rochefort, ante Bégon y, si fuera posible, ante otra persona de confianza, para que haga la prueba del ensayo. Una vez superada, se debía enviar a Versalles la materia resultante, junto a una memoria con el procedimiento a seguir, para pasar allí un segundo ensayo. Todo esto en una segunda carta enviada el 2 de septiembre del mismo año de 1705, también desde Versalles. Además, Ponchartrain advierte de su puño y letra a Bégon que debe entender que todo este asunto, ya sea verdadero o falso, es tratado como secreto y que no debe de conocerlo nadie. Todo se hizo según lo ordenado y llegó a París la materia y el procedimiento. Esperando ambas cosas estaba un hábil químico y hombre honesto, empleado para trabajar sobre la memoria enviada por el capuchino para convertir el cobre en plata y en oro. Pero debía ser que no entendía bien el procedimiento enviado y no se atrevía a ponerlo en práctica sin no tener antes algunas aclaraciones.
Las mismas fueron puestas por escrito, punto por punto y enviadas a Bégon, para que éste, a su vez, las diera al alquimista de La Rochelle. Era el 16 de septiembre de 1705. Así se hizo y tampoco debió de dar resultado, por lo que, más de un mes después, el 21 de octubre, el Rey decidió hacerle venir a París, y se avisó de ello a Bégon. Además, el propio rey dio la misma orden al Provincial de los Capuchinos de La Rochelle, para que le permitiera venir. Cuando todo el trámite esté hecho, Bégon debería montar al alquimista en la carreta que iba regularmente a París, y luego debería de informar a Pontchartrain el día de su llegada a París y el convento en que se alojaría el capuchino. O si éste deseaba tomar cualquier otra vía de llegada, le dejase marchar, aunque informando también del día de llegada. Esta orden fue enviada desde Fontainebleau, el 21 de octubre de 1705.
Lo que pasó en los siguientes seis meses no lo sabemos. Al parecer, el capuchino llegó a París, y trabajó para el rey. Los ensayos fallaron y todo quedó en que el capuchino creía haber encontrado el modo de transmutar, pero que no era válido. Suponemos que debió de presentar muchas disculpas al rey, y éste debió de quedar contento, aunque no tanto como para colmarle de regalos y bienes económicos. En cualquier caso, el alquimista volvió a residir a un convento de su orden en Berry. Allí era maltratado por sus correligionarios constantemente. Hasta tal punto que decidió pedir ayuda a la Corte y el conde de Pontchartrain, el 12 de mayo de 1706, desde Versalles, escribió a Bégon para que parase los malos tratos[8]. El 2 de junio de 1706 Bégon contesta diciendo que prefiera que se haga desde Versalles y que se de orden a los superiores de Berry para que cesen los malos tratos. Y esa es la historia del capuchino alquimista. Para completarla sería bueno contar con las cartas escritas a Pontchartrain por Bégon. Así sabríamos cómo fue el viaje hecho por el capuchino a París, y qué ocurrió allí[9].
Vayamos ahora con Diesback, o Diesbach, otro auténtico timador de los tiempos del mariscal Richelieu. En realidad se llamaba Joseph-Marie Girard, y llegó a París a finales de 1714, siendo encerrado en la Bastilla el 25 de abril de 1715 por impostor[10]. Aunque el 22 de julio del mismo año, y a petición del médico real Jean Boudin (1660-1728), salió para que ambos trabajaran juntos[11]. Pero su trayectoria es mucho más extensa, según vemos en las cartas que Pontchartrain enviaba al encargado de la cárcel. En esta historia se combinarán los documentos, o sea, las cartas enviadas a la Bastilla, con la larga nota escrita en el ejemplar de Crosset de la Haumerie que hemos citado antes.
Cuando Diesbach llegó a París, a principios de 1715, comía en casa de una desconocida marquesa de Perne, o Perné[12], seguidora de los secretos de la alquimia y quien pretendía saber hacer la obra universalísima por medio del espíritu universal. Ella trataba a Diesbach de falsario e ignorante, aunque también de hábil en los trucos de dados, que hacía con sus manos lo que quería. Una vez (me) dijo que sus vegetaciones argentíferas y doradas no eran otra cosa de hojas de oro y plata que él ajustaba, etc. Al final Diesbach acabó engañando a la Marquesa, lo mismo que hiciera con otros, como el citado señor de Colonne. El redujo una vez una libra de oro en mercurio amarillo y también una libra de plata, las mezcló con una libra de mercurio común preparado. Puso todo en un matraz a fuego de lámpara y apareció plomizo y lívido. Después, habiendo aumentado el fuego, todo cambió de forma durante un año, dando los colores más bellos del mundo. Con este truco también fue engañado finalmente el padre P. de Maubuisson, o Godefroy, del Oratorio, quien había horneado el oro y la plata del mismo modo que su hermano, y quien trabajo en esta obra en su habitación de la calle Saint-Honoré. Lo que hacía Diesbach era sustituir la masa por mercurio. También tenía una “minera vegetante”, la cual era la que debía de producir el beneficio, y que no se hallaba en otro lugar que en el plomo y que vegetaba entre las sales que el fuego hacía salir del plomo.
Ya por entonces, Diesback había llamado la atención y parecía que estaba vigilado por las autoridades. El 10 de abril de 1715, nuestro Pontchartrain escribe al teniente de policía d’Argenson[13] y le adjunta una memoria en la que dice que desde hace cuatro meses Diesback andaba por París. Se le toma por italiano, residente en París, calle Breaubourg, en su casa maestra: Le Poirier de Sain-Roch (el peral de San Roque). También dice que se comenta que el italiano (aunque luego parece ser que es suizo) sabe “fijar el mercurio, que él convertía en oro y en plata al peso y de tirón, y que ha hecho obras de muy buena plata, aunque los orfebres también han sido engañados”. Le ordena a D’Argenson que verifique todo lo que se dice en la memoria y que, si cree necesario, le haga arrestar[14]. Diesback parecía intuir lo que se le venía encima y después de varias estafas, Diesbach se escapa de París, siendo arrestado en Lyon, donde se le quita todo el oro que llevaba, y que al parecer, era transparente y exuberante, de tal manera que no se pudo degradar en la Casa de la Moneda de Lyon. Diesbach, entonces, escribió al citado Boudin, médico real en Versalles, para salir de su arresto, a cambio de muchas y falsas promesas, pero como él también había sido engañado, Diesbach se tiró un largo tiempo en prisión. Se le encuentra un montón de ampollas con rótulos magníficos para poder acabar las obras ya empezadas y que estaban por acabar, etc. Incluso una carta del rey de los Rosacruces a un abad que no era otro que el Padre Godefroy, para ingresarle en dicha sociedad. Repasemos estos últimos hechos más despacio.
Esta primera detención de Diesback tuvo un carácter preventivo. La respuesta que diera d’Argenson a Pontchartrain, que no conocemos, seguro que influyó en las nuevas órdenes que le diera Pontchartrain, el 25 de abril de 1715, y cuyo resultado fue lo que acabamos de leer. En efecto, Pontchartrain ya no tiene ninguna duda de que Diesback es un bribón que busca engañar a cualquiera que se le ponga delante bajo el pretexto de la Piedra Filosofal y de saber hacer oro. Está convencido de que si quedara libre encontrará a muchos que, ávidos de oro, le darían todo lo que tuvieran. Teme que el rey le guste la idea, por lo que propone a d’Argenson que le arreste y le lleve a la Bastilla, donde no ha de tener comunicación con nadie. Para ello se adjuntan todas las órdenes necesarias. El rey deseaba que fuera interrogado, y el interrogatorio se debía de enviar a París. Una vez visto, ya se vería lo que se haría. Pero había cierto nerviosismo, no se quería perder ni un momento, ni se podía dejarle escapar. Además, como hemos visto que ocurrió, se le requisaron todos sus efectos y papeles, esperando encontrar muchas cosas[15]. A los pocos días, el interrogatorio de Diesback fue remitido a París y el propio Pontchartrain dio cuentas del mismo al Rey. En menos de una semana, el 2 de mayo, vuelve a escribir a d’Argenson, adjuntándole una memoria de lo que le envió al Rey. A esta memoria le respondió un tal Guillier, que creía que Diesback era un hombre muy hábil y que realmente tenía el secreto de separar los metales y de convertirlos en mercurio. No obstante, Pontchartrain sigue sin fiarse del todo, prefiere verificarlo nuevamente y encarga a d’Argenson que insista con Diesback en todo lo posible para descubrir cualquier cosa de utilidad. Incluso el Rey desea que se le interrogue “incesantemente”, y, si fuera necesario, ponerle a operar, ordenando, de nuevo, que le tenga informado de todo, para dar cuentas, otra vez, al Rey[16]. Empieza otra vez toda la maquinaria administrativa y Bernaville, gobernador de la Bastilla[17], le escribe ese mismo día al comisario Cailly[18]: “Nuestro hombre del oro quisiera veros y descubriros los misterios, empezad la prueba cuando os plazca”[19].
Gracias a una nueva carta de Pontchartrain a d’Argenson seis días después, el 8 de mayo, sabemos que todo lo que se encontró en casa de Diesback sería examinado por Lenoir, un boticario, antes de su interrogatorio[20]. Durante los doce días siguientes, en los que Diesback aun estaba en la Bastilla, éste escribió a Boudin, médico real y de los infantes como hemos dicho, para que fuera él quien estuviera delante en sus experimentos. La elección no era casual. Boudin era un ferviente creyente de la alquimia y de la piedra filosofal, aún cuando ya había sido engañado muchas veces a lo largo de muchos años, siendo conocido el engaño que sufriera en 1710[21]. Diesback, al parecer, ya había tenido ocasión de «trabajar » con Boudin. En cualquier caso, esto fue lo que exigió, y lo que se le concedió, según sabemos por otra carta, también de Pontchartrain a d’Argenson de 20 de mayo[22]. Mientras se apaña la llegada de Bousdin a La Bastilla para verse con Diesback, las cartas entre d’Argenson y Pontchartrain se suceden rápidamente. El primero, un tanto nervioso ante lo que haya de suceder, escribe al segundo reconociendo la necesidad que hay de esclarecer todo. De la misma opinión era su corresponsal, como nos hacen ver en otra carta de 18 de junio de 1715, días antes de la inminente llegada de Boudin[23]. A su vez, Pontchartrain da orden a Bernaville desde Marly de dejar pasar a Boudin el 16 de junio[24]. Trece días después, es Boudin quien escribe a Pontchartrain. El plan inicial era que Boudin recibiría todas las drogas y manuscritos confiscados a Diesback para, una vez analizados y leídos reunirse ambos a las nueve de la mañana del 7 de julio[25]. Ocho días después, Boudin intercedió para que Diesback saliera de la Bastilla, con tanto ahínco que nos sorprende. Lo hizo desde Marly, el 15 de julio:
“Es sólo para recordaros lo que vos tuvisteis la bondad de prometerme, hace ocho horas que vosotros hicisteis interrogar a Diesback; es que después de haber obtenido de él una declaración en la que dice que no tenía ningún talento que pudiera ser útil al Estado para sacar de las minas oro o plata, el gasto sería muy superior al beneficio que se podría sacar, vosotros escribiréis al señor de Pontchartrain diciendo que vosotros consentía que se le haga salir de la Bastilla y que se ponga a mi cargo para ver si yo pudiera sacarle alguna cosa de provecho para la medicina. Yo le fui a ver el martes y le hice determinar a haceros esta declaración verdadera, ya que él me asegura que lo que había secado de las minas del Señor Adam le costó veinte veces el beneficio que se hubiera podido obtener, y por esto era que él había decidido no meterse nunca más en estas obras que le habían puesto al borde de la bancarrota. Así, él no quiere otra cosa que serme entregado. Me da muchas esperanzas sobre que él me hará ver grandes disolventes y operaciones muy útiles para la salud. Creo que él tendré mucho para rebatir y discutir sobre este asunto, pero, en fin, yo estoy intrigado de ver lo que sabe hacer, y vosotros me haréis un gran favor de liberármelo. El Señor Conde de Pontchartrain ya ha enviado orden de satisfacerme sobre esta cuestión y vosotros me habéis prometido no negaros. Aún más, este pobre diablo no toma dinero de nadie, y no sabiendo nada que pueda ser útil al Estado con las minas, donde nunca haría nada sería en una prisión. Y si hubiera alguna cosa digna de ver, yo la veré y, seguro, yo no traicionaré ni al Rey ni al Estado. Tened, pues la bondad de escribir al Conde de Pontchartrain cuando hayáis interrogado al prisionero. Él no quiere otra cosa que el Rey le permita salir de la cárcel, y que me sea entregado. Yo sólo os pido que esto no se alargue. El viaje de Fontenebleau nos apresura, y como mi laboratorio está en Versalles, quisiera hacerle trabajar ahí. Perdón por lo largo de esta carta, no la he podido reducir en menos palabras[26].”
Y d’Argeson, accediendo, apostilla:
“Al señor comisario Cailly, para hablar con Diesback, en conformidad con esta carta, hacerle subir y firmar su interrogatorio, que debe contener las mismas respuestas que hizo al señor Boudin. Después de esto, yo veré un momento al prisionero, y le propondré su salida a condición que trabaje durante tres semanas ante los ojos del señor Boudin, y que seguidamente él se retire del reino, ya que no es originario de él.”[27]
El interrogatorio requerido fue enviado por d’Argenson a Pontchartrain, quien lo leyó y le contestó:
“Por el interrogatorio que me habéis enviado de Diesback, está clara finalmente la falsedad de los secretos que se le atribuían y de la superchería de la que se ha servido durante los ensayos que ha hecho. Un hombre como él es muy peligroso, como vosotros me indicáis, aunque como sus secretos para disolver los metales pueden ser buenos, Su Majestad ve bien que Boudin le haga trabajar con él durante un tiempo. Y por medio de esta carta yo os envío las órdenes necesarias para hacer salir a este hombre de la Bastilla y de dejarlo entre sus manos. Os concertaréis con él y tomaréis las medidas oportunas para que no escape. Su Majestad aún no ha decidido sobre lo que pedisteis de hacerle salir del reino, y cuando haya trabajado, ella verá qué es lo que se hace. También se deberá entregar a Boudin todas las drogas que Diesback tenía en su casa, y que creo que habéis enviado a Lenoir. Concertad, os pido, todocon Boudin, y no hagáis nada sin él. Él debe veros mañana o pasado.”[28]
Al final fue sacado de prisión por sus antiguos amigos, especialmente de Boudin, y gracias a la protección del Duque de Richelieu, a la vez que tuvo sus billetes bancarios por el valor del oro que se le confiscó. Volvió a París, donde un llamado M. le Riche[29] y otro, que estaban a las órdenes del Duque de Richelieu, le acogieron en su casa. Diesbach vió al Duque y le prometió las más bellas cosas del mundo, comenzando a hacer muchas operaciones y procesos, aunque todos acababan con los vasos rotos, ya que, según decía él, se ausentaba y dejaba al cuidado del fuego a cualquiera, estando él siempre dispuesto a echar pestes contra la imprudencia del sirviente, que había hecho el fuego muy fuerte.
El duque le ofreció muchas veces dinero, pero yo le hice siempre consejo de no tomar nada por su confidente y su incauto, el padre Godefroy, el peor de todos, si el venía a engañar a este príncipe, o más aún, al duque. Él creyó el aviso. Una vez, el duque, habiendo llegado a París con el Rey, vino a encontrarse con Diesback, quien le hizo ver en deshoras muchas curiosidades. Entre otras, él había preparado oro en un plato sobre una estufilla. Y desde que el calor empieza a subir, sube un licor dorado en chorro, que retumba sobre el plato por medio de una circulación que encantó al señor duque y que dura tanto como el fuego del hornillo. Colonne volvió a ver a Diesbach y emprendió un trabajo particular sobre el aceite de vitriolo que Diesbach había dado antes de su primera salida de París a un burgués de esta villa llamado Dumas. Este burgués le dirigía, Diesback vino algunas veces y las operaciones se hicieron en casa del señor duque de Richelieu, quien tuvo que ir a Forges, continuándose todo en casa de Colonne, terminando en nada. El señor Crosset[30], teniendo comunicación de esto que Colonne había puesto por escrito de las experiencias que Diesbach había hecho en su casa y de algunas disertaciones sobre la Gran Obra, saca copias y algunos años después busca sacar algunas monedas de plata, de dinero de esta copia. Él se lo ofreció al librero Pépingué[31], quien se la enseña al médico Aignan[32], quien, a su vez, había visto muchas experiencias semejantes que Diesbach había hecho en su casa. Yo vi este manuscrito, que me enseñó el señor Aignan, y Pépingué, no poniéndose de acuerdo con el señor De La Haumerie, lo hizo imprimir en cada de d’Houry[33].
Un tal Alejandro había seguido a Diesbach de Lyon a París y no le quitaba la vista de encima, en la esperanza de aprender alguna cosa de él, pero Diesbach no le hacía caso. Diesbach se disgustó con él y le evita tanto como pudo, tanto que Alejandro se volvió loco y murió. Un burgués parisino llamado Dumas se le agregó y le acompañó por Rouen y otros sitios, llegando incluso a Suiza, país natal de Diesbach, y tampoco volvió más rico. El tal Diesbach tenía un fundente y un precipitador para las mineras que era admirable. Un día él hizo meter en el fuego una gran olla llena de una materia minera que él quería probar. Esto fue en casa de Aignan, el médico, que le encantaba todo esto. Hizo mezclar un pequeño paquete de su precipitante y mientras la materia estuvo en el fuego él se paseaba por la sale con los que habían aportado el mineral. Después de una o dos horas, y dejando descubierta la olla dijo: “La operación todavía no está acabada”. Un poco después, descubriendo de nuevo la olla, dijo: “Está hecho; id a ver lo que la materia contiene de perfecta”.
La materia estaba toda ella en forma de polvo ligero que se volaba al menor viento como el hollín, encontrándose al fondo una especie de pequeño hueso que Diesbach tomó. De un pequeño golpe de martillo lo separó en dos partes, de la cual una era de oro y otra de plata, algo que es admirable. Al final, Diesbach, después de haber amasado de sus timados una buena suma de oro y de plata, recibió todavía cien mil escudos de un señor de la corte para aprender a hacer la Gran Obra; incluso había prometido ya veinticinco mil libras. Pero un amigo le abrió los ojos a este señor y no le dio el resto. Diebach, viendo que se le acababa el negocio en París, cogió camino a Suiza con Dumas, quien volvió mendigando, no volviendo nunca a querer hablar de Diesbach. “Es cierto que él tuvo el polvo de proyección, y que sabía muchas operaciones muy curiosas: la reducción del oro en mercurio amarillo, la plata en mercurio blanco, sus vegetaciones, que son sorprendentes. Pero con todo esto, nadie de los que han tenido contacto con él ha sacado algún conocimiento útil ni ninguna operación ventajosa, al contrario, todos han sido engañados, y siempre se ha comportado como un verdadero fullero y estafador. Si él es de la Sociedad de Filósofos de Alemania, estos señores deberían impedir a aventureros semejantes de volver sus cuerpos despreciables, como él ha hecho.” Esto que sigue ha sido anotado posteriormente: « Este miserable ha vuelto de nuevo a París, donde él ha engañado aún más personas con las esperanzas frívolas de cábala, magia, etc., y, finalmente, se encuentra reducido (recluido) en una buhardilla, o habitación en el cuarto o quinto piso. Su mujer no tiene ni zapatos. Él se ha vuelto hidrópico y al cabo de algunos años, muere en noviembre de 1744, siendo enterrado or caridad en Saint-Sulpice, teniendo unos 70 años, más o menos.
Finalmente, sabemos que fue Conrad Dippel (1673-1734) quien vendiera a Diesbach el alcali con el que había rectificado los aceites animales, gracias a Stahl[34]. Este alcali no es otro que el muy famoso «azul de Prusia»[35]
[1] En esos años, la diplomacia europea jugaba sus cartas en cualquier lugar disponible, y Viena era un sitio más que apropiado. Intrigas, rumores, y bulos corrían de bando en bando para desprestigiar al enemigo. Entre éstas, se lanzó una sobre los gustos esotéricos del mariscal Richelieu. Ver Mémoires de Duclos, 626; Soulavie, Mémoires, t. V, 230ss.
[2]M. Delavaud publicó en 1894, dans le Bulletin de la Société de géographie de Rochefort, diverses lettres relatives à un capucin, qui, en 1705, prétendait avoir le secret de convertir le cuivre en argent et en or.
[3] … par M. Crosset de la Haumerie. A Paris, chez d’Houry fils, rue de la Harpe, mdccxxii.
[4] Ce Colonna, Italien qui n’avait probablement aucun rapport avec la grande famille du même nom, n’habitait plus au Palais-Royal lors de sa mort. Voici ce qu’on lit dans le Journal de Barbier, au mois de mars 1726 (édit. Charpentier, t. I, p. 418-419) : « Il est arrivé une grand malheur dans la nuit du mardi gras. M. Colonna, Italien, et l’abbé Laurent, deux gens de lettres, savants, âgés de près de quatre-vingts ans, logeoient et travailloient ensemble dans la rue Saint-Anastase, au Marais. Ils logeoient au second étage. Ils avoient coutume, comme bien d’autres, de lire dans leur lit avant de s’endormir. Us avoient par devers eux une longue expérience que cela se pouvoit faire sans malheur ; une bonne fois paye pour toutes. L’un des deux qui lisoit s’est apparemment endormi. Le feu a pris à la maison si extraordinairement que ni M. Colonna ni M. Laurent n’ont pas pu sortir chacun de leurs chambres par la fumée et le feu ; ils y ont été brûlés et consumés entièrement. On a trouvé le reste de leurs corps pas plus grand qu’un enfant qui naît. Mme Colonna, qui logeoit au premier, s’est sauvée en chemise avec sa servante. »
[5] Se refiere a J.-T. Viaud y E.-J. Fleury, Histoire de la ville et du port de Rochefort, Rochefort, Mme Honorine Fleury, Libraire-éditeur, 1845, Vol. 1, 226ss. Estos dos autores hacen un relato de los hechos demasiado liberal.
[6] Bulletin de la Société de géographie de Rochefort, 14 (1892), 97, Question 1.
[7] Bulletin de la Société de géographie de Rochefort, 15 (1893), 234ss. Réponse à la question I: LE CAPUCIN ALCHIMISTE (1705). Jérôme Phélypeaux, comte de Pontchartrain (1674-1747), recibido como consejero de Estado el 29 de marzo de 1692, fue asociado a su padre, Louis Phélypeaux de Pontchartrain (1643-1727), y a sus responsabilidades ministeriales incluso antes de sucederle como Secretario de Estado de la Casa del Rey, desde el 5 de septiembre de 1699; y como Secretario de Estado de la Marina al día siguiente, el 6 de septiembre. Además, se ocupó de la creación de la Academia real de las inscripciones y medallas (1701), luego convertida en 1716 en l’Académie des inscriptions et belles-lettres.
[8] Versailles, 12 mai 1706 : Vous trouverez ci-joint une lettre que j’ai reçue du religieux Capucin que était venu ici pour travailler à la conversion des métaux ; il me marque qu’il est, en Berry, fort maltraité de ses supérieurs, parce qu’il est venu ici. Je vous prie d’écrire au lu où el me marque qu’il est, soit à l’intendant, soit à telle autre personne de considération que vous jugerez à propos, pour faire savoir que vous connaissez ce religieux et pour engager ses supérieurs à ne lui faire aucun mauvais traitement et, au contraire, à le bien traiter, en marquant que Sa Majesté est satisfaite du compte qu’il a rendu de ce qu’il savait.
[9] Debe de estar en la biblioteca Mazarino de París.
[10] Archives de la Bastille, t. XIII, p. 183-187 ; Mémoires de Saint-Simon, éd. Boislisle, t. XX, p. 232-233. A. de Boisisle, Mémoires authentiques du Maréchal de Richelieu (1725-1757), París, Société de l’Histoire de France, 1918, 175ss. Appendices. I. LE DUC DE RICHELIEU ET L’ALCHIMIE. Biblioteca del Arsenal (París), dossier Bastille 10620.
[11] Mémoires de Saint-Simon, éd. Boislisle, t. XX, p. 232-233.
[12] On ne peut lire ici que Perne ou Perné ; mais nous ne savons quelle était cette dame.
[13] Marc-René de Voyer de Paulmy, primer marqués d’Argenson, hombre de Estado francés. Nacido en Venecia, donde su padre era diplomático el 5 de noviembre de 1652, muriendo en Paris el 8 de mayo de 1721. Fue ministro de Estado, Teniente General de la policía durante veintiún años (1697-1721), “garde de Sceaux” (Guardián de los Sellos) y Presidente del Consejo de finanzas bajo la regencia francesa entre Luís XIV y Luís XV (1715-1723).
[14] Archives de la Bastille 13, P. 183, 10 de abril 1715. Ponchartrain a D’Argenson. – Vous trouverez ci-joint une mémoire, par lequel vous verrez qu’il parait depuis 4 mois, à Paris, un étranger sous le nom de Diesback (Notas 1 y 2. nota 1 Ordre d’entrée du 25 avril, et de sortie du 22 Juliet 1715. Contre-signées Pontchartrain. Nota 2: Saint-simon parle de ce charlatan, mais derivant longtemps après et de mémoire, il s’est trompé sur la date…), qui se dit italien, et qui loge actuellement rue Breaubourg, à la maison qui a pour enseigne: Le Poirier de Sain-Roch. On prétend que cet homme sait fixer le mercure, qu’il convertit en or et en argent au poids et au tire, si bien que les orfèvres y ont été trompés, et en out fabriqué des ouvrages pour de très bon argent. Je ne vous répéterai point tout ce qui est contenu dans ce Mémoire; je me contenterai de vous dire, sur ce sujet, que la lecture que vous en ferez vous fera connaître la conséquence dont il est de vérifier à fond tout ce qui y est contenu. S.M. souhaite que vous le fassiez avec une grande exactitude et une grande attention et que vous en rendez compte, et pour peu que vous jugiez 184: la chose nécessaire, elle veut que vous fassiez arrêter sur-le-champ cet étranger. Vous aurez agréable de me marquer ce que vous ferez sur ce sujet.
[15] Archives de la Bastille 13, P. 184, 27 d’avril 1715. Il n’y a point de doute, suivant que vous le marquez, que Diesback ne soit un fripon, que cherche à trouver des dupes sous prétexte d’avoir le secret de la pierre philosophale et de faire la transmutation des métaux. Il est très sure que s’il restait libre, il en trouverait beaucoup qui, avides d’avoir de l’or, donneraient volontiers dans tous les panneaux que cet homme leur tendrait, et c’est pour l’empêcher que S.M. souhaite que vous le fassiez arrêter et conduire à la B., où elle veut qu’il n’ait de communication avec personne. Vous trouverez ci-joint les ordres nécessaires à cet effet. Le Roi souhaite que vous interrogiez cet homme et que vous envoyez copie de son interrogatoire, et ensuite, suivant votre avis, on verra ce qu’il y aura à faire à cet égard; ne perdez pas un moment, il est important que cet homme n’échappe pas, et de se saisir de tous ces papiers et effets; on y trouvera bien des choses.
[16] Archives de la Bastille 13, P. 184, 2 de mayo 1715. J’ai rendu compte au Roi du mémoire, dont je joins ici copie, qui m’a été remis par Guillier, au sujet de Diesbarck; vous verrez qu’il croit cet homme fort habile, avoir le secret de séparer les métaux et de convertir le mercure. Comme cette affaire mieux dire toujours, trompé dans celles de pareille nature, il semble cependant nécessaire de vérifier ce qui en est; c’est ce qui fait que S.M. souhaite que vous vous donniez toutes les peines qu’il faut pour y parvenir, et comme si vous étiez persuadé que par les soins que vous prendrez on pourrait découvrir quelque chose d’utile. A l’égard de Diesback, S.M. compte que vous l’interrogerez incessamment, et il serait peut-être nécessaire de le faire travailler; je vous prie de me marquer ce que vous ferez sur cette affaire, afin que je puisse en rendre compte à S.M.
[17] Le Fournière de Bernaville, Charles (1644–1718), gobernador de la Bastilla, famoso por su dureza. Constantine de Renneville, un oficial medio, encarcelado en la Bastilla desde 1702 a 1713 como espía del gobierno holandés describió a Bernaville así: «Mortales, asustaos por esta imagen del infierno, un tirano gobierna aquí, el diablo es su esclavo, Satán castiga sólo al culpable, pero Bernaville puede acabar hasta con la propia inocencia.» (Hans-Jürgen Lüsebrink, The Bastille: A History of a Symbol of Despotism and Freedom (Bicentennial Reflections on the French Revolution), Durham, Duke University Press Books, 1997, 9-10)
[18] Jean-Jacques Cailly, conseiller du roi, commisaire enquêteur & examinateur au châtelet de Paris. Sobre estas cuestiones: Piasenza Paolo. Juges, lieutenants de police et bourgeois à Paris aux XVIIe et XVIIIe siècles. In: Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 45e année, N. 5, 1990. pp. 1189-1215.
[19] Archives de la Bastille 13, P. 184
[20] Archives de la Bastille 13, P. 185: PONTCHARTRAIN A D’ARGENSON, 8 de mayo de 1715. Le Roi approuve le parti que vous avez pris de faire examiner par Lenoir, maître apothicaire, ce que vous avez trouvé chez Diesback, et d’en faire l’analyse auparavant que d’interroger cet homme. Je compte recevoir bientôt les interrogatoires que vous lui aurez fait subir, et je vous dirai toujours à son sujet qu’on le croit fort habile.
[21] Un buen retrato suyo y de sus “pasiones” se puede leer en Mémoires complets et authentiques du duc de Saint-Simon sur le siècle de Louis XIV et la Régence. T. 9 / collationnés sur le ms. original par M. Chéruel ; et précédés d’une notice biographique par M. Sainte-Beuve, París, L. Hachette, 20 vols (1856-1858), vol. 9, capítulo II, 1856, 35ss: Il se produisit en ces derniers jours de l’année un de ces aventuriers escrocs, qui prétendait avoir le grand secret de faire de l’or. Boudin, premier médecin de Monseigneur, le fit travailler chez lui, sous ses yeux et sous clef. On le verra dans quelque temps un hardi et dangereux personnage pour un homme de son espèce. Il est bon d’en dire un mot puisqu’il se trouve naturellement ici sous la main. Il était boudin de figure comme de nom, fils d’un apothicaire du roi dont personne n’avait jamais fait cas. Il étudia en médecine, fut laborieux, curieux, savant. S’il fût demeuré dans l’application et le sérieux, c’eût été un bel et bon esprit. Il l’avait d’ailleurs extrêmement orné de littérature et d’histoire, et en avait infiniment d’un tour naturel, plein d’agrément, de vivacité, de reparties, et si naïvement plaisant que personne n’était plus continuellement divertissant, sans jamais vouloir l’être. Il fut doyen de la faculté de Paris, médecin du roi, et enfin premier médecin de Monseigneur, avec lequel il était au mieux. Il subjugua M. Fagon, le tyran de la médecine et le maître absolu des médecins, au point d’en faire tout ce qu’il voulait, et d’entrer chez lui à toute heure, lui toujours sous cent verrous. Il haïssait le tabac jusqu’à le croire un poison; Boudin lui dédia une thèse de médecine contre le tabac, et la soutint toute en sa présence, se crevant de tabac, dont il eut toujours les doigts pleins, sa tabatière à la main, et le visage barbouillé. Cela eût mis Fagon en fureur d’un autre; de lui tout passait. Un homme de si bonne compagnie réussit bientôt dans une cour où il ne pouvait faire envie à personne. Il fut des soupers familiers de M. le Duc, de ceux de M. le prince de Conti. C’était à qui l’aurait, hommes et femmes du plus haut parage et de la meilleure compagnie, et ne l’avait pas qui voulait, vieux à dîner, jeunes dans leurs parties; libertin et débauché à l’excès, gourmand à faire plaisir à table, et tout cela avec une vérité et un sel qui ravissait. De cette façon, Boudin fut bientôt gâté. D’ailleurs c’était un compagnon hardi, audacieux, qui se refusait peu de choses, et qui n’en ménageait aucune quand il n’en craignait point les retours ou quand il était poussé, et devenu fort familier, et de là fort tôt très-impertinent. Initié de cette sorte dans le monde le plus choisi, il se mit dans l’intrigue, et il sut et fut de bien des choses secrètes et importantes de la cour. Le maréchal de Villeroy, durant sa brillante faveur, se mit à le plaisanter devant Monseigneur, un matin qu’il prenait médecine. Ses grands airs déplurent à Boudin, qui répondit sec. Le maréchal continua; l’autre n’en fit pas à deux fois; il l’insolenta si net que la compagnie en demeura confondue et le maréchal muet et outré. Monseigneur, qui n’aimait pas le maréchal et qui se divertissait de son médecin, fort bien avec lui et avec tout ce qui l’environnait, ne dit mot. Après un peu de silence, le maréchal s’en alla, et Monseigneur se mit à rire. L’histoire courut incontinent et il n’en fut autre chose. Quoique Boudin aimât son métier, il s’y rouilla tout à fait parce qu’il ne prenait plus la peine de voir les malades; mais sa curiosité pour toutes sortes de remèdes et de secrets ne l’abandonna point. Il était sur cela de la meilleure foi du monde, et tombait sur la Faculté qui n’en veut point, et qui laisse mourir les gens dans ses règles. Il aimait la chimie, il y était savant et aussi bon artiste, mais il alla plus loin, il souffla. Il se mit dans la tête que la pierre philosophale n’était pas impossible à trouver, et avec toute sa science et son esprit il y fut cent fois dupé. Il lui en coûta beaucoup d’argent, et quoiqu’il l’aimât beaucoup, rien ne lui coûtait pour cela, et il quittait les parties et les meilleures compagnies pour ses alambics et pour les fripons qui l’escroquaient. Mille fois attrapé, mille autres il s’y laissait reprendre. Il s’en moquait lui-même et de ses frayeurs, car il avait peur de tout et en faisait les contes les plus comiques. Ce faiseur d’or-ci l’amusa et le trompa enfin comme les autres, et lui coûta bien de l’argent qu’il regretta fort, car il ne négligeait pour en amasser aucun des moyens que sa faveur lui pouvait fournir. Seigneurs et ministres le comptaient et le ménageaient comme un homme fort dangereux, et lui aussi, pourvu qu’il ne fût pas poussé, connaissoit à qui il avait affaire, et ne laissait pas de se ménager aussi avec eux. Il tenait fort à la cabale de Meudon et assez à celle des seigneurs.
[22] Archives de la Bastille 13, P. 185, 20 mai 1715: On a dit au Roi que Diesback, qui est à la B[astille]. pourrait se déterminer à travailler devant M. Boudin, en qui il a paru avoir une entière confiance, dans une opération qu’il a faite devant lui, et S. M. M,a donné ses ordres pour écrire à M. de Bernaville de laisser voir ce prisonnier à M. Boudin, qui doit y aller vendredi prochain. Elle souhaite cependant toujours que vous interrogiez cet homme à fod, et que vous rendiez un compte exact de ce que vous aurez fait.
[23] Archives de la Bastille 13, P. 185-186 : LE MÊME A D’ARGESON, 18 de juin de 1715. « Vous avez raison de dire qu’ilconvient, avant de prendre un parti définitif à l’égard de Diesback, d’avoir les éclaircissements nécessaires sur tout ce qu’il avance, et j’écris aujourd’hui aux consults des endroits où il assure avoir séjourné et travaillé, pour en être instruit; aussitot que j’aurai reçu leur réponse, je vous en fermi part, afin de vous metire en état de connaitre à fond le caracèree de ce chimiste. En attendant, S.M. sohuite qu’il reste toujours à la B., où M. Boudin doit se transporter jeudi ou vendredi, pour examiner ses opérations. Pendant le temps que cet homme sera enfermé dans cet endroit, il est bon que vous lui parliez et que vous l’engagiez à travailler de bonne foi, en cas que sa science soit certiane, ou en asourer sa tromperie si elle est fause. »
[24] Archives de la Bastille 13, P. 185: « S.M. souhaite que vous laissiez voir Diesback à M. Boudin, qui doit aller jeudi ou vendredi prochain à la B. ; il sera accompagné de la femme de cet homme, à laquelle vous aurez agréable de leur laisser la meme liberté, tous ensemble ou M. Boudin seul. »
[25] Archives de la Bastille 13, P. 185 : BOUDIN AU MÊME, Paris, 29 juin 1715. J’ai envoyé quérir l’homme dont j’eus l’honneur de vous parler, et il doit me mettre entre les mains les drogues et manuscrits de Diesback, dont il est question; ainsi, il n’y a rien à faire de votre part sur cet article; je ne manquerai pas de me rendre chez vous de lundi prochain en huit jours, à 9 heures du matin, comme vous l’avez ordonné.
[26] Archives de la Bastille 13, P. 185-186
[27] «Apostille de M. d’Argeson». M. le commissaire Cailly, pour parler à M. Diesback, en conformité de cette lettre, lui faire subir et signer son interrogatoire qui doit contenir les mêmes réponses qu’il a faites à M. Boudin. Après quoi je verrai un moment ce prisonnier, et je proposerai sa sortie à condition qu’il travaillera pendant trois semaines, sous les yeux de M. Boudin, et qu’ensuite il se retirera du royaume puisqu’il n’en est pas originaire.
[28] 23 julliet 1715: Potchartrain a d’Argesson: « Par l’interrogatoire que vous m’envoyez de Diesback, il est enfin convenu de la fausseté des secrets qu’on lui attribuait et de la supercherie dont il s’est servi dans les essais qu’il a faits. Un pareil homme est rès dangereux, comme vous le marquez; cependant comme ses secretspour dissoudre les métaux peuvent être bons, S.M. veut bien que M. Boudin le fasse travailler avec lui pendant quelque temps, et pour cela je vous temets les ordres nécessaires pour faire sortir cett homme de la B, et le remettre entre ses mains. Vous aurez agréable de vous concerter avec lui, et de prendre des mesures certaines pour que cet homme ne s’échappe point. S. M. ne s’est pont déterminée encore sur ce que vous avez proposé, de la faire sort du royaume, et quand il aure travaillé, elle verra ce qu’il conviendra de faire à son égard.Il faudra aussi remettre à M. Boudin toutes les drogues que Diesback avait chez lui, et que je crois que vous avez remises à Lenoir; concertez-vous, je vous prie, en tout ceci avec M. Boudin, et ne faites rien sans lui; il doit vous voir demain ou après. »
[29] Serait-ce M. Le Riche de la Popelinière, dont la femme eut une aventure si connue avec le duc de Richelieu ?
[30] M. Crosset de la Haumerie est l'auteur du livre sur lequel est inscrite la présente note.
[31] Edme Pépingué avait sa boutique dans la grand'salle du Palais, du côté de la cour des aides.
[32] Il ne faut pas confondre ce médecin avec l'abbé Aignan, médecin empirique, qui mourut en 1709 [Mémoires de Saint-Simon, éd. Boislisle, t. XXVII, p. 292 et 387).
[33] Laurent d'Houry, dont la boutique était rue de la Harpe en face la rue Saint-Séverin, à l'enseigne du Saint-Esprit.
[34] “Selon Stahl, Conrad Dippel, chimiste de Berlin, ayant vendu à Diesback, fabriquant de lacques, de l’alcali sur lequel il avait rectifié des huiles animales, celui-ci obtint du bleu en voulant précipiter ses lacques, dans lesquelles entrait du sulfate de fer. Dippel en rechercha de la cause, ses Mémoire de l’Académie de Berlin, l’annoncèrent en 1710. Woodward en publia le secret dans les Philosoph. Transact. de 1724”. Julian Joseph Virey (1775-1846), Traité de pharmacie théorique et practique, París, Remont & Ferra, 1811, vol. 2, 371. En The Bastille by Capt. the Hon. D. Bingham. With a Preface by James Breck Perkins, volume II (Illustrated), NewYork, James Pott & Company, MCMI, se resume la historia y se reproducen cartas pero sin dar ninguna referencia.
[35] Baumé, Antoine, Chimie expérimentale et raisonnée, París, Chez P. Franç. Didot le jeune, Labraire de la Faculté de Médecine, quai des Augustins, 1773, vol. 2, 594 : Le bleu de Prusse fut découvert environ en 1710 ; du moins l fut annoncé cette année, sous le nom de bleu de Berlin, dans le premier volume de Miscellanea Berolinensia. Cette annonce ne rendoit compte que de ses propriétés pour la peinture, & non de sa composition. On attribue cette découverte à Dippel, & elle fut l’effet du hasard. Stahl, dans ses trois cents expériences, nº 231, dit que ce Chymiste distilloit de l’huile empyreumatique animale sur du sel de tartre ; qu’ayant une certaine quantité de ce sel qu’il avoit tirédes résidus de ces distillations, & voulant s’en débarrasser, il en donna à Diesback, qui faisoit de la lacque de Florence avec la cochenille, de l’alun, & un peu de vitriol de mars. Ce dernier Chymiste précipitoit ordinairement la décoction de ces substances avec de l’alkali fixe de tartre : il se servit de l’alkali phlogistiqué de Dippel, & au lieu d’obtenir un précipité rouge, il obtint un précipité bleu. Il rendit compte de son aventure à Dippel qui trouve ensuite le moyen de faire ce bleu d’une manière plus commode que ne l’avoit fait alors Diesback ; mais Dippel conserva, tant qu’il pur, son procédé secret. Ce fut M. Woodward de la Société Royale de Londres, qui en eut le premier son noissance, & qui le publia en 1724, dans les Transactions philosophiques. Voici son procédé : Il est un peu différent de celui que nous venons de rapporter ; mais il revient absolument au même…” y lo cuenta. También cómo lo hace Geoffroy en 1725, y Geoffroy, su hermano, lo repite en 1743, también Maynon hizo dos memorias y Macquer.
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