Según Josep Lluís Barona, excelente historiador que, además formó parte de mi tribunal de Tesis, en la biografía que escribe sobre Dionisio de Cardona para la Real Academia de la Historia (leer), éste fue uno de los protagonistas del movimiento novator, uno de los principales novatores, sobre los cuáles haré algunas entradas en el futuro. Para Barona:
La participación de Dionisio de Cardona en el movimiento novator es muy notable. Fue uno de los prologuistas que dio apoyo al texto fundacional del movimiento, la Carta de Cabriada, a la que aportó su aprobación con un escrito que incorporaba las ideas fundamentales de la ideología renovadora. El eje central de su discurso giraba en torno a la libertad de pensamiento y a la pluralidad de métodos en la práctica médica, todo ello en función de una experiencia personal y colectiva, que representaba, según su parecer, el criterio fundamental. La nueva ciencia debería sustentarse sobre las novedades derivadas de la práctica química y sobre las nuevas ideas biológicas. Dionisio de Cardona se mostraba como un firme defensor de esas nuevas doctrinas, como la circulación de la sangre de William Harvey, claramente contrarias al galenismo tradicional, que había fracturado en dos grupos —galenistas y renovadores— a los médicos europeos. Frente a aquellos que defendían las que calificaba como “doctrinas apolilladas” del pasado, Cardona apostaba con optimismo por “el saber venidero”.
Pero los novatores tuvieron muchos puntos débiles. Uno de ellos fue el declararse seguidores fieles de Paracelso y el paracelsismo, su confianza en las prácticas espagíricas basadas en la alquimia y su afición por los procedimientos de laboratorio. Cardona se encontraba entre ellos y tuvo una participación activa en su incorporación la práctica científica oficialmente aceptada. La espagírica gozaba ya en España de una cierta tradición desde que Giovanni Vincenzo Forte impulsara el proyecto de laboratorio de destilación que Felipe II mandó construir en el Real Monasterio de El Escorial en 1586, donde ostentó el cargo de destilador real Antonio Canegieter en 1588. Durante el reinado de Felipe II fue muy notable la influencia italiana sobre los médicos españoles en este dominio, una influencia que persistió durante el siglo XVII como la que ejerció el siciliano fray Buenaventura Angeleres, inspirador de una frustrada Academia Espagírica Madrileña en 1693. Ya hablaremos de todo esto también en otras entradas.
Pero más importante que su aprobación y elogio de Cabriada, fue el memorial, que aún permanece manuscrito en el Archivo General de Palacio (AGP, SA, leg. 429) y que escribiera Cardona el 9 de agosto de 1694. Como dice Mar Rey Bueno:
Con esta fecha aparece un memorial que, bajo el título de Sobre la Química. Papel en que se describe cuán importante es se dé calor a que se mantenga el laboratorio de lo químico y algunas reglas e instrucciones que da para ello, iba a marcar un punto de inflexión en el desarrollo del movimiento novator de finales del siglo XVII. Este documento, elaborado por el médico de cámara Dionisio de Cardona, describía la situación originada en la sanidad cortesana ante la irrupción de un nuevo tipo de terapeutas, los espagíricos, dedicados a la preparación de medicamentos químicos. No eran, sin embargo, los primeros artífices contratados por la corona con tal fin. Con más de un siglo de distancia, fue Felipe II el encargado de traer destiladores flamencos y napolitanos, expertos en la elaboración de quintaesencias y aguas destiladas, para cubrir un aspecto de la medicina muy en boga en la segunda mitad del siglo XVI.
El memorial de Dionisio de Cardona representa la culminación de un proceso iniciado en el reinado de Felipe II, la introducción de medicamentos químicos en la terapéutica cortesana, y marca el inicio de una fase claramente renovadora de la sanidad real, transformando la corte de Carlos II en un foco novator cortesano de primera magnitud, cuyo desarrollo y evolución no ha sido estudiado con la profundidad requerida. La historiografía tradicional del movimiento novator ha pasado de puntillas por un tema, la influencia de la corte de Carlos II en el movimiento de renovación, fundamental para la institucionalización de las nuevas doctrinas. El mayor número de tertulias, origen del movimiento novator, se encontraban en Madrid, patrocinadas por personajes de la alta aristocracia que, a su vez, ocupaban importantes puestos en el entorno palaciego. Ello motivó, sin lugar a dudas, la apertura de la terapéutica real a posiciones innovadoras que han quedado reflejadas en los documentos de la época. Esta situación se vio favorecida por la especial condición del monarca, débil y enfermizo desde su nacimiento y con la acuciante necesidad de procurar un heredero al trono. La manifiesta incapacidad de los médicos reales por solucionar los problemas del monarca hizo posible la llegada a la corte madrileña de numerosos personajes, de todo tipo y condición, capaces de asegurar una mínima esperanza de curación.
La verdadera eclosión de la terapia química en el entorno cortesano se producirá en 1693. Los graves episodios febriles sufridos por Carlos II van a sembrar la alarma entre los círculos palaciegos, motivando una apertura, no siempre bien aceptada por la medicina real, a nuevos tratamientos importados de Europa, entre los que destacan el uso de medicamentos químicos. La nueva terapia estará motivada, en gran medida, por la presencia de médicos extranjeros en el elenco de médicos reales de Carlos II, con una gran influencia italiana, especialmente del reino de Nápoles.
De ahí procede, precisamente, el autor del memorial Sobre la Química, Dionisio de Cardona, médico real desde 1689 y formado en las doctrinas iatroquímicas impulsadas por su maestro Leonardo di Capua en la napolitana Accademia degli Investiganti. Su obra puede considerarse como el manifiesto del foco novator cortesano, pues denuncia el atraso de la ciencia médica española, propone las medidas necesarias para solventar tal situación y diseña las directrices fundacionales del primer logro institucional del movimiento novator español: el Real Laboratorio Químico.
Pero vayamos ya con el citado memorial, que por primera vez será editado en esta entrada:
Ningún esplendor fue sin peligro, y la verdad fue siempre firme desengaño para que no triunfe la envidia, y segura protección contra la injuria, de las censuras hace aplausos y de las murmuraciones glorias, convirtieron los Abderitas sus poco cuerdos juicios, que hacían del insigne Demócrito, en cuidados de erigirle estatua para eterna memoria de su fama, desengañados de Hipócrates, que descubrió la gran ciencia y doctrina de aquel ilustre varón en sus operaciones, poco consideradas y despreciadas como faltas del entendimiento y en sus especulaciones de los arcanos de la naturaleza, menos entendidos de sus patriotas; muchos han imitado este gran filósofo, despreciando las delicias, peregrinando varias provincias, con indecible connato y aplicación en las artes y ciencias, y entre ellos la honorable medicina ha tenido aquel lustre que los doctos reconocen que tiene casi en todos los reinos de Europa, procurando cada día sus profesores con sus laboriosos experimentos, saber las más sólidas verdades, deseosos de los mayores aciertos en el medicar, y logran por ellos aplausos de suma gloria, cuyos felices sucesos sólo en España no hallan el merecido apoyo y encuentran con los que ambiciosos de su error, ostentan únicamente el empleo de contradecir los estudios de otros, cuando les pudieran ser desengaños de su presunción, para la propia enseñanza y estímulos para ayudar a los triunfos ajenos; en vez de maquinar calumnias con astucia y graduar de locuras los más útiles desvelos y de extravagancias las más profundas meditaciones. Necedad detestable y propia de los que discurren lo que no alcanzan y condenan lo que ignoran, avasallando sus juicios a la autoridad de los maestros cuyas pisadas ciegamente siguen sin abrirse camino a mayores glorias, mudando el falso dictamen, que por tal hubiera confirmado la experiencia; así hicieron los antiguos y han seguido los modernos con aplauso en todas las artes.
En la poesía se admira la sonora trompa de Homero entre los griegos, la sublime lira de Píndaro, el suave canto de Anacreonte, y Roma no anduviera tan altiva por Lucrecio filósofo y poeta, por Virgilio y otros latinos, ni la España por el eminente Camoes y el egregio Garcilaso, y la bella Italia no fuera rica del divino canto del Tasso, del maravilloso Ariosto, del Petrarca, del Bembo, si estos no se hubiesen adelantado más de sus mayores; y cuerdo dijo Sócrates, vemos las artes y todas las cosas ensalzarse, no por aquellos que los vulgares y antiguos conservaron y mantuvieron, sino por los que de mudarlas, corregirlas y enmendarlas tuvieron aliento. Y la nobilísima arte de la pintura no hubiera llegado a tanta excelencia, si los profesores de ella contentos de imitar el viejo Filocle tirando las líneas sólo de los cuerpos, se hubiesen quedado en toscos bosquejos de confusas figuras, y el ingenioso Cleofante, el famoso Polinoto, el clarísimo Parrasio y Apeles con más reglados dibujos trazando las sombras de sus pinturas y matizándolas con el adorno de vivos colores, pudieron engañar no solamente los animales, sino gloriosamente los mismos maestros del arte, a cuya perfección se han elevado sus claros ingenios con propias invenciones y no tiene poca gloria esta arte ilustrada con las vagas y excelentes pinturas del Jordán que será eterna su fama y justamente merecedora de los aplausos de todos.
Y la medicina tan noble por la excelencia de su objeto, como por la necesidad de su uso, se hubiera quedado en aquellas desnudas hipótesis de los antiguos, si los modernos con la experiencia unida a la razón y con ponderadas reflexiones no la hubiesen enriquecido con infinito número de hallazgos, que merece entre las ciencias naturales el primer lugar; con los descubiertos de la anatomía, ¿cuánta luz ha tenido para el conocimiento de la situación de las partes del cuerpo humano y de la disposición de sus órganos para explicar sus funciones, que algunos mecánicamente enseñan?. Y la química, con sus demostraciones, ¿cuántos seguros fundamentos ha suministrado al discurso para evitar desaciertos en el curar? y es tan necesaria al curar que Matiolo considera al que la ignora sujeto a eminentes tropiezos. Sin la guía de la química, ¿cómo caminará en el basto campo de las cosas naturales?. Con ella se comprende todo lo hermoso y maravilloso, es la llave del tesoro de la naturaleza, desentrañando los cuerpos naturales, haciendo patentes sus componentes y dándonos a conocer sus calidades. Quién creyera que en las violetas, en las lechugas, en las rosas, en las adormideras, y en otras semejantes hierbas, y flores tenidas por frías, estuviese escondido un espíritu ardiente, como el del vino; en la dulce azúcar un agrio más que el vinagre, y en infinitas otras cosas se manifiesta lo que no se percibe de los sentidos. Sin la química el médico no será perfecto teórico. Sin ella, no dará razón del modo de engendrarse el quilo en el estómago, blanco y uniforme de alimentos tan diferentes, en color, sabor, y sustancia, y de la mutación de este licor blanco en un purpúreo y rojo que es la sangre. Para examinar muchísimos males, cuántos remedios descubre en los animales y minerales que serían achaques incurables por la poca eficacia de las hierbas, en cuya corta materia se hubiera quedado la medicina sin la química.
Es tan conocida la necesidad de ésta para la perfección de la otra, que no hay provincia en Italia, en Alemania, Francia, Holanda, Dinamarca y otras partes de la Europa, donde públicamente no se enseñe, y lo saludable y gustoso de sus remedios cada día da mayores alientos a los curiosos, para investigar sus arcanos y motivos a los Príncipes y Reyes de fundar academias de ella, instituyendo laboratorios adornados de instrumentos necesarios a sus operaciones, acreditadas con tantas maravillas de la fondería del Serenísimo Gran Duque de Florencia. ¡Cuántos primores salen y se esparcen por diversas partes en el Laboratorio Real de Francia, en el de Dinamarca, de Inglaterra y Holanda! ¡Qué alivio no hallan los dolientes y qué lustre la química, asi por uso de la medicina como de las demás artes y ciencias! Quién lee las observaciones que se dan a la imprenta cada año, conocerá con cuánto anhelo se cultiva, como testigo de vista lo puedo asegurar a Vuestra Excelencia, y los libros que se escriben, manifiestan las ventajas con que exceden aquellos médicos a los otros, teniendo la dicha que sus connatos son institutos públicos, y logran por ellos con facilidad lo que cuesta gran fatiga a los otros, pues a expensas del Príncipe o del público se tienen los medios necesarios.
Como (entre ellos) huertas de hierbas, para que se aprendan y se conozcan, atendiéndose a la cultura de ellas por sus virtudes medicinales; teatros de anatomía y laboratorios químicos con la dirección de hombres excelentes. En lo anatómico, para demostrar las partes, sitio, acciones y uso de ellas en el cuerpo viviente, y en lo químico, para la manipulación de los perfectos remedios, así minerales, como animales y vegetales, y para el conocimiento de sus calidades y virtudes, y servirse de ellos con método y felices cuentos, y no empíricamente como suponen algunos, que ignoran el fin de la química, confundiéndola con la empírica, siendo así que faltando a estas reglas y teoremas para conocer las causas de los fenómenos naturales, hace obrar acaso y la verdadera química, descubriendo cuánto hay de bueno y de malo en los mixtos. El filósofo que con ella obrando especula con más acierto funda sus discursos en reales y firmes cimientos, y el médico-químico, no parándose en la sola especulación, obra imitando a la naturaleza, pues considerando las funciones interiores del hombre sano, estando este enfermo, solicita su remedio arreglándose para la corrección de las causas morbíficas a la que reciben los licores con las operaciones de la química, las cuales dirigidas sólo a preparar remedios, no salen de los límites de la farmacia-química y es obligación del boticario, obrando con cuidado y fidelidad y según los preceptos del arte y órdenes de su director.
Siendo tan útil la química y necesaria entre otras subalternas a la medicina para la perfección de esta ciencia y para el provecho de los dolientes, mediante los remedios que por ella son muy seguras y prontísimas medicinas para comunicar su virtud en la urgencia de graves accidentes, y habiendo falta de ellas en las boticas de Madrid y con escándalo en la del Rey (que Dios guarde), debiendo ser el asilo de la salud de todos sus vasallos, considerándose en primer lugar la de las sagradas y reales personas, es justo y prevención muy discreta que de tales medicamentos no se defraude el público y que de ellos se sirvan Sus Majestades, los Príncipes y Señores de esta Corte, poniéndolos en la Real Botica, a cuyo fin es muy plausible el instituto de que halla persona por cuyas manos pase la manipulación de ellos y que todos tengan ocasión de conseguirlos y con los aciertos de la experiencia aliento para adelantarlos, desterrando la pasión que tiene a muchos perturbada y ofuscada la razón, y hace desconocer la verdad, cuyo conocimiento se adelantará con la química en las cosas médicas, y debajo de la autoridad y protección de Vuestra Excelencia, no peligrarán sus futuros progresos por la envidia y fatal emulación, que suele fabricar calumnias con el vano aparato que todo se sabe cuando nada se alcanza, infamando el ajeno lucimiento con cargos que extravían a odios las voluntades, y es malicia que no defiende bien a la ignorancia.
La aplicación tan estudiosa de Vuestra Excelencia para el servicio del Rey, acompañada de su cristiana justificación, tan propia de sus heredadas obligaciones, será verdadera guía a sus súbditos para cumplir a lo que deben y de sujetarse a la ley de la razón, obedeciendo las órdenes de Vuestra Excelencia, de cuya discreción fue prudente acuerdo la conferencia de los días pasados para el examen de los remedios manipulados hasta aquí y en presencia de Vuestra Excelencia para evitar la desorden en el ánimo y en las voces, con el respeto que obliga a la moderación. Con lo cual, libres los de la conferencia de pasiones humanas, tuvieron por único escape a la verdad, como propio de hombres tan doctos, eruditos y graduados.
Los cargos que se hacían a Vito Cataldo son conocidos de su gran comprensión de Vuestra Excelencia. La conclusión fue, y del boticario mayor, que los remedios estaban bien preparados, luego no hay lugar a la duda de algunos tocante a la suficiencia de este sujeto para la manipulación. Habiendo sido enviado del Excelentísimo y prudentísimo señor Virrey de Nápoles, principalmente para el real servicio, con la aprobación de los médicos grandes de aquel reino, acrisola más su habilidad sobre haber sido boticario público en aquella ciudad, y uno de los que componen el colegio de los boticarios para aprobar los que se examinan en esta profesión y para visitar las boticas. Por lo que si el voto que hubo en la junta de que los médicos han de estar en la buena fe de quién prepara las medicinas merece aprobación, será dictamen muy justo el fiar más en los remedios hechos por manos de este manipulador, que en los que se venden como tal, expuestos a ser adulterados de la avaricia interesada. Y será digno de gran reprensión el boticario si de remedios comprados se vale, y más habiendo éstos de servir tal vez a las personas reales, en que pudiera ser alevoso con la sola culpa de omiso, fiando la vida de Su Majestad en medicinas suministradas del interés, y no fabricadas por manos propias o de persona que tenga obligación jurada de manipularla con fidelidad, además de ser detestable indecencia que en una Botica Real falten remedios y que se mendiguen comprados de la calle de las Postas, como ha sucedido con el espíritu de vitriolo, por confesión del mismo boticario mayor, siendo un medicamento tan vulgar y común en otras partes.
Que no haya hecho Vito Cataldo más que los ordinarios habidos y sabidos aquí, es justo descargo el haber obrado los que le ha ordenado el boticario mayor, de cuya orden ha dependido hasta ahora, y la falta de instrumentos químicos experimentada, así en los vidrios como en los hornos, a propósito hace dudoso el que los haya habido, y si los hubo, fueron comprados incurriendo en una culpa digna de ejemplar castigo por las razones referidas, y la de maestros que los enseñaren repugna a que se supiesen, si la confianza de saber no hace mirar con idolatría las acciones propias y con ceño las extrañas.
Las químicas operaciones deben ser sabidas y no imaginadas, y dirigidas con ciencia engendrada de noticias científicas, que la contraria vive sujeta a un tropel de contingencias y algunas se han padecido en esta Corte. Entre ellas, es notoria el peligro de muerte en que puso a la Excelentísima Señora Duquesa de Medinaceli, los años pasados, el uso de los polvos de cornachino ordenados del Dr. Alba y suministrados de la Botica Real, por la mala corrección del antimonio, uno de los ingredientes de ellos y el más peligroso, siendo mal preparado, por lo cual fue juzgado causa del mal suceso confirmado en tres o cuatro personas, que padecieron las mismas congojas mortales con el dicho remedio, que bien preparado obra con felicidad y la experiencia lo ha confirmado y lo manifiesta su autor con un particular tratado.
Este y otros casos han hecho sospechosas las medicinas químicas y medrosos a los médicos, rehusando de practicarlas con discreta desconfianza, como no conocidas, siendo culpa la ignorancia de la preparación y abuso de ellas y no defecto del arte, en la cual los solos discursos no atinan, sin la ejecución de los medios proporcionados que acreditan lo especulado.
De estas desconfianzas se librarán los médicos y los enfermos con más seguridad de sus males, habiendo laboratorio para la manipulación de los remedios químicos de todos los tres reinos: mineral, animal y vegetal. Este estudio, para que sea con acierto, se necesita del favor de Vuestra Excelencia y su gran prudencia, dando las órdenes necesarias para su adelantamiento y utilidad pública.
Y siendo las hierbas que suministran benignas y específicas medicinas para muchos males, es precisión necesaria su conocimiento. Éste se conseguiría habiendo una cátedra regentada de hombre de letras y docto en la Botánica. No pudiendo ser tan pronta la fundación de esta cátedra, será Vuestra Excelencia servido para el bien público de escribir al señor Virrey de Nápoles, que de los herbolarios que hay en aquel Reino, envíe uno o dos, que con la ayuda de costa de cien ducados, y con la esperanza del futuro útil, que no tienen muy grande en Nápoles por los muchos que hay aplicados a esta industria, a poca costa se tendrán aquí y con ellos, el pronto socorro de las hierbas, que abunda esta tierra y por falta de quien las busque y conozca, carece la medicina de muchos auxilios para las enfermedades, aunque los médicos quisieren valerse de ellos. Con esto, si no se consiguiere una escuela científica de los vegetales, a lo menos se introduciría la cultura de una huerta de hierbas que la práctica hubiese dado a conocer provechosas y medicinales.
Por los minerales y animales, se daría disposición que de las minas mismas que hay en España, se traigan al laboratorio real y lo que se necesitare de fuera, con la autoridad de Vuestra Excelencia, fácilmente se logrará, enviando una memoria de lo que se hubiere menester, como se ha hecho por los instrumentos de vidrio. Lo mismo se puede ejecutar por lo que toca a los animales, de que resultare menos gasto y se tendrán los géneros de mayor perfección que los que aquí se venden y vienen de fuera.
Para la pronta ejecución de las preparaciones, no es poco la rémora el depender del boticario mayor, no siendo tan pronto en exhibir lo que se necesita. Por lo que Vuestra Excelencia oyó aquel día y ponderé yo en el vitriolo y en el tártaro, no corresponde la perfección de los géneros que suministra a la que se debe, con lo cual, la cantidad que se saca no puede ser equivalente a la que debiera ser.
Para evitar, pues, dilaciones, competencias y otros desórdenes, será más acertado la independencia del boticario mayor, y más no haciéndose los gastos para los remedios químicos de la dotación de la Real Botica. Ordenará Vuestra Excelencia y señalará un contador o fiscal a quién se pida lo que fuere necesario, para que con cédula de éste y orden de Vuestra Excelencia, se suministre de alguna tienda de droguería a satisfacción del que lo recibe, con obligación de dar cuenta del cargo y data de ello, y de la cantidad que quedare después de manipulado, siendo muy fácil de saber lo que corresponde a la calidad de la recibida, a cuya manipulación el manipulador mayor con sus dos ayudas debe atender con cuidado y fidelidad.
Los remedios serán practicados, experimentados y aprobados, estando por ellos la autoridad y ciencia de los autores y la experiencia, además de los que adelantará el continuo desvelo y dirección de un médico filósofo químico, que será Su Majestad servido señalar, con su real orden, como Superintendente y Director del laboratorio químico. Así lo fue en el de Francia el señor Valot, médico del Rey Cristianísimo, por cuya orden y dirección se manipulaban todos los remedios.
Es justo y conforme a razón que dichos remedios los conserve y guarde debajo de su llave el mismo manipulador mayor, destinando lugar a propósito para ellos y para suministrarlos conforme le fuere ordenado, no siendo leve circunstancia esta para dar cuenta más exacta e individual a los cargos que se le hicieren, pendiendo las operaciones de tales medicamentos aún de la conservación y dosis o cantidad, en que puede haber descuido, no siendo por mano diestra y acostumbrada a pesar por granos y menor cantidad que onzas.
Vuestra Excelencia ordenará a los oficiales de la Botica Real la continua asistencia y desvelo para que queden informados de todo, proponiendo las dificultades que tuvieren para que del médico superintendente y del manipulador mayor queden satisfechas. Para que se logre el fin de verlos adoctrinados en la química, mandará Vuestra Excelencia al director que fuese destinado, que haga una vez a la semana una lección o explicación así del nombre, definición y división de ella, como de las voces, operaciones, instrumentos, uso de ellos y términos químicos.
Es dictamen acertado que los remedios que se ejecutaren en el real laboratorio se publiquen en un libro impreso con sus descripciones, virtudes, calidades y dosis, para que nadie los ignore y puedan los médicos con su ciencia aplicarlos en beneficio de sus enfermos, con las cauciones que se advirtieren para usar de ellos, que así serán más autorizados y con las felices experiencias aprobados y menos calumniados de la envidia.
Y por mayor acierto, se servirá Vuestra Excelencia mandar que dos o tres veces cada mes, en presencia de Vuestra Excelencia y con asistencia del fiscal que fuere destinado, se tenga conferencia sobre todo lo que se hubiere ejecutado y se hubiere de ejecutar o reformar, interviniendo en ella el médico superintendente y otros médicos de cámara, para que no ignoren nada y tengan noticia de todo lo que se fuere obrando.
Y porque es necesario para la continuación de las experiencias químicas y manipulación de los remedios hacer gastos, aunque no cabe esta consideración de la grandeza de Su Majestad, sin embargo es de ponderar que se permita el venderlos a los que quisieren comprarlos, tomando cuenta de todo el contador o fiscal cada mes, rehaciendo en parte con el dinero que se percibiere de la venta, los gastos que se fueren haciendo, y no será menoscabo de la Real Hacienda y todos lograrán el beneficio de tales medicinas por el precio que fuere justo y moderado.
Y será bien de todos los vasallos el cuidar de librarlos de las contingencias en sus enfermedades, que pudieran padecer por los remedios mal preparados, mandándose por el Protomedicato que las medicinas químicas y que son ya usuales, se compren de los boticarios en el real laboratorio, con obligación de tenerlos en sus boticas y manifestarlas en la visita.
Y habiendo en la Corte este laboratorio, juzgo superfluo la destilación de Aranjuez, pudiéndose con más provecho y menos gasto y con mayor perfección ejecutar aquí, aplicando el caudal que se desperdicia en las solas destilaciones de aguas, para estas y otras manipulaciones de remedios provechosos y útiles.
Excelentísimo Señor, estas ordenanzas y otras que motivará la necesidad y el tiempo, arreglarán debajo del patrocinio de Vuestra Excelencia este noble asunto, que deberá a su amparo los felices progresos.
Pongo este papel en las manos de Vuestra Excelencia y en su consideración, para que determine lo que fuere más conforme a la satisfacción de Vuestra Excelencia, no presumiendo mi cortedad enseñar no dar avisos, sólo solicito acreditar esta acción por obligación precisa de mi respecto, que debo profesar a las órdenes de Vuestra Excelencia en cuanto se dignare emplear mi rendimiento. Guarde Dios la Excelentísima Persona de Vuestra Excelencia como deseo y he menester. Madrid, hoy lunes 9 de agosto de 1694.
B.L.P. de V.E.
Dr. Dionisio de Cardona
Para saber más:
P. García de Yébenes, M. L. de Andrés, “La Introducción de la práctica Química en la Real Botica Española”, en Asclepio, L (1998); J. M. López Piñero, “Juan de Cabriada y las primeras etapas de la iatroquímica y de la medicina moderna en España”, en Cuadernos de Historia de la Medicina Española, 2 (1962), págs. 129-154; J. M. López Piñero, “Cardona, Dionisio de”, en J. M. López Piñero et al., Diccionario Histórico de la Ciencia Moderna en España, vol. I, Barcelona, Península, 1983, págs. 178-179; P. García de Yébenes, La Real Botica durante el reinado de Felipe V, Madrid, tesis de doctorado, 1994; M. Rey Bueno, El Hechizado, Medicina, Alquimia y Superstición en la Corte de Carlos II, Madrid, Corona Borealis, 1998; J. L. Valverde, C. Sánchez Téllez, “El Laboratorio Químico de la Real Botica (1693-1700)”, en Ars pharmaceutica, 18 (1998), págs. 121-152.
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