
«Soy alguien a quien no le gustan las casas ricas, la seguridad laboral, la fama o la salud. Para mí, mi trabajo tiene la mayor atracción». (Physica Subterranea, 1669, 1703)
Johann Joachim Becher nacía el 6 de mayo de 1632 en un pueblo alemán llamado Speyer. Y viviría unos cuarenta y siete años, muriendo en Londres hacia 1682, aunque la fecha exacta no está clara. Fue médico, alquimista, precursor de la química, erudito y aventurero. Aunque por lo que es más recordado es por su desarrollo de la teoría del flogisto en la combustión, además de por el desarrollo del cameralismo austríaco[1]. Sus actividad fue tan variada, y abordó tantos campos relativos a la técnica y a su carácter aplicable que sólo podremos dar algunas de sus invenciones.

Su padre fue un pastor luterano, y murió cuando Becher era niño, dejando una viuda y tres hijos. A los trece años de edad se encontró responsable, no sólo de su propio sustento, sino también el de su madre y sus hermanos. Aprendió y practicó varias artesanías menores, y dedicó sus noches a estudiar muchos temas variados de todos los libros que caían en sus manos, llegando a obtener un mísero salario enseñando.
En 1654, cuando tenía diecinueve años publicó su Discurs von der Großmächtigen Philosophischen Universal-Artzney / von den Philosophis genannt Lapis Philosophorum Trismegistus (Discurso sobre la medicina filosófica y universal omnipotente llamada Lapis Philosophorum por el filósofo Trismegistus). Lo hizo bajo el pseudónimo Solinus Salzthal de Regiomontus. Fue publicado en latín en 1659 como Discursus Solini Saltztal Regiomontani De potentissima philosophorum medicina universali, lapis philosophorum trismegistus dicta y fue reproducido luego por Johannes Jacobus Heilmann en el volúmen VI del Theatrum Chemicum. En 1657, fue nombrado profesor de medicina en la Universidad de Maguncia y médico del arzobispo elector. Su Metallurgia fue publicada en 1660, el mismo año en que afirmó haber inventado un «termoscopio» para regular automáticamente la temperatura de un horno; y al año siguiente apareció su Character pro notitia linguarum universali, en el que da más de diez mil palabras para usar como lenguaje universal.

En 1663, publicó su quizás más famosa obra: Oedipus Chimicus y un libro sobre animales, plantas y minerales (Thier-Kräuter- und Bergbuch). En 1664 fue a Munich, siendo nombrado Hofmedicus y Mathematicus de Fernando María de Wittelsbach (1636-1679), uno de los principales Electores del Sacro Imperio Romano Germánico, que le proporcionó un laboratorio. En 1666 fue obligado a dejar Munich y se fue a Viena, donde empezó su carrera comercial. Mientras estaba en dicha ciudad estableció una Werkhaus que contenía un laboratorio químico para la fabricación de pigmentos, así como para trabajar con lana, seda y vidrio. Ese mismo año fue nombrado Consejero de Comercio (Commerzienrat), donde obtuvo el poderoso apoyo del primer ministro del emperador Leopoldo I. Enviado por el éste último a una misión a los Países Bajos, escribió allí en diez días su Methodus Didactica, que fue seguido por Regeln der Christlichen Bundesgenossenschaft y Politischer Discurs von den eigentlichen Ursachen des Auf und Abnehmens der Städte, Länder und Republiken.

En 1669, publicó su Physica subterranea; el mismo año, se comprometió con el conde de Hanau en un plan colonial para Guayana desde la presencia de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Mientras tanto, había sido nombrado médico del elector de Baviera; pero en 1670 estaba nuevamente en Viena aconsejando sobre el establecimiento de una fábrica de seda y proponiendo planes para una gran compañía para comerciar con los Países Bajos y para un canal para unir el Rhin y el Danubio. En 1678 fue a Holanda, vendió a la ciudad de Haarlem un plan para una máquina que enrollaría capullos de seda. Un año después, en 1679, vendió a los holandeses un método para extraer oro de la arena del mar[2]. El mismo año cruzó a Inglaterra. Viajó a Escocia, donde visitó las minas a petición del príncipe Rupert (1619-1682), haciéndose amigo de Edmund Dickinson. Luego fue con el mismo propósito a Cornualles, donde pasó un año. A principios de 1680, presentó un documento a la Royal Society en el que intentaba privar a Huygens del honor de aplicar el péndulo a la medida del tiempo. El 1 de septiembre de ese año visitó al farmacéutico y químico Johann Heinrich Scheibel, según registró éste en su libro de visitas. En 1682, Gustavo Adolfo, duque de Mecklemburgo-Güstrow (1633- 1695), le hizo un buena propuesta, pero decidió volver a Londres, donde murió en octubre del mismo año. Curiosamente, ese mismo año se publicó en Frankfurt su espectacular Chymischer Glücks-Hafen[3].

Cuando murió, él y su familia eran tan pobres que su hija tuvo que ingresar al servicio doméstico. Becher de vez en cuando se sentía «incomprendido», algunos de sus trabajos no parecían ser apreciados adecuadamente, pero siempre estuvo (y con razón) convencido de sus ideas. En su Parnassus Illustratus medicinalis (1663) podemos leer:
“Después de… tengo que ir aquí también, no quiero ver ahí muchas bocas enojadas. Lo que es bueno, eso seguirá… Prefiero tener cuidado de escuchar lo que dicen los que saben… «.
A lo largo de todos sus escritos fue dejando pensamientos íntimos que nos pueden dar una idea de su alta categoría humana, de sus proyectos y de sus ilusiones. Diseñó, primero, e invitó al mundo después, a una sociedad filosófica y amante del descanso y del trabajo a la vez; todo con la idea de buscar servir a su vecino, como podemos comprobar en su Psychosophia; oder Seelenweisheit de 1682.

Becher quiso fomentar el intercambio de conocimientos y consejos entre las sociedades, la ciencia y la tecnología, la política y la administración, y contribuir a la ejecución de los aciertos obtenidos de ellos. Deseaba que fuera algo fundamental el apoyo a la ciencia y la educación, para debatir cuestiones sociales, tecnológicas y económicas orientadas al futuro y para participar en la educación sobre los riesgos y las oportunidades. Su deseo era proporcionar a las personas motivadas un trabajo y oportunidades, poner las invenciones técnicas al servicio de la comunidad mediante la división del trabajo y la competencia ordenada. Un estado funcional debe proporcionar un marco, pero también actuar como un incentivo y ser un promotor; es decir, para perseguir la política de desarrollo interno. Algunas de sus frases le delatan: «Una buena comunidad es que las gentes de un lugar se ayude mutuamente a través del comercio y el cambio comunes». “Es parte [indispensable] de una paz duradera que uno pueda entenderse con el otro». «El hombre, como asunto de la república, es un animal sociable y busca compañerismo … y por naturaleza, cada ser humano es tan bueno como el otro …» «Qué felices nos sentiríamos si llegáramos de las palabras a las obras, de la confesión al conocimiento, en resumen, de un nombre a otro.”
Pero este ideal chocaba con la realidad. Muchas de sus ideas y hallazgos básicos fracasaron, ya fuera por la falta de conocimiento, porque no se vieran factibles, o por las condiciones desfavorables entre los reclamos exagerados, el resentimiento y la falta de dinero. Johann Joachim Becher es considerado como un prototipo de esos ingeniosos, actuando en muchas áreas; a pesar de que muchas veces fallara el indispensable generador de impulsos (el Estado). Escribió muchos libros, escribió memorandos y propuestas de proyectos, intentando incluso, y no siempre con éxito, su realización, su puesta en marcha. Pero Becher nunca se rindió: lo volvía a intentar en otra área económica y en otro lugar. Su currículum vitae y sus numerosos viajes por Europa ilustran este “productivo descontento”.
¿Cuál fue el legado de Becher y cómo fue visto a su muerte? Yo vamos a entrar aquí en que se adelantó a la idea del flogisto de Georg Ernst Stahl (1659-1734), que se llevó la gloria por esto. Ni en otras muchas ocasiones en que sus ideas no finalizadas fueron desarrolladas después. Bueno sí. En unas líneas diré algo sobre esto. Pero baste decir que en el prólogo a la edición de 1729 de su Oedipus Chymicus, el famoso editor Friedrich Roth-Scholtzen (1687-1736) habla de la reputación de Becher, y escribe: «Quien fue el gran Becher es de renombre mundial, y por lo tanto hay tal abundancia [de datos], que pudiéramos llenar una sala aquí con algunas noticias de su vida, pero ya hay suficiente información en otros lugares». De hecho, cuando Roth-Scholtz editó esto era el año 1729, es decir: sesenta y cinco años de que fuera publicado por primera vez, en 1664.
Dos curiosidades, pues, sobre Becher. La primera es su diseño de un laboratorio químico portátil, desarrollada en su Tripus Hermeticum[4]. La idea fue revolucionaria, ya que era un problema generalmente aceptado el de la inflexibilidad de la fábrica, o albañilería que requerían los hornos, comúnmente de mampostería. Buen ejemplo de esto es el horno del laboratorio de la Universidad de Altdorf, cerca de Nüremberg, de 1682[5]. Y sobre todo porque la adaptabilidad de los hornos a las distintas operaciones, ya que cada horno podía hacer una, o dos, bloqueaba constantemente el trabajo del alquimista, algo de lo que se quejaban muchos[6]. Lo ideal era un horno versátil, capaz de convertirse, como si fuera un mecano, en apto para cualquier tipo de operación. Cada proceso químico (fusión, copelación, calcinación, reverberación, cementación, destilación, digestión, el baño María, sublimación…) necesitaba un tipo particular de horno. Y esto fue lo que consiguió Becher. Diseñó un horno a la vez portátil y versátil, algo fácil en un kit de ocho piezas que se podían unir de seis formas diferentes, según las necesidades. Y estaba hecho en loza de barro. Bien es cierto que las ventajas de unas piezas ligeras se oponían al peligro de su rotura, a escapes, o a condensaciones no deseadas. Pero era lo más avanzado de su tiempo.
Pues sus ideas fueron pirateadas por un tal llamado Peter Shaw, el traductor al inglés de las obras de Stahl. En efecto, en 1731 publicó su An Essay for Introducing a Portable Laboratory: By Means Whereof All the Chemical Operations are Commodiously Perform’d, for the Purposes of Philosophy, Medicine, Metallurgy, and a Family, with sculptures[7]. Pero lo que es valioso para nosotros es que la propia publicación del libro de Shaw nos advierte del atraso y de la escasez inglesa en los materiales necesarios para el ejercicio de la alquimia y de la química. Algo que parece ser, según los datos disponibles, de carácter crónico. Dirigido al mismísimo sir Hans Sloane, y a todos los miembros de la Royal Society, aparece como co-autor el fabricante de instrumentos Francis Hawksbee. Y leemos:
“El principal obstáculo para el ejercicio general de la Química e Inglaterra es la dificultad de procurar los propios hornos, vasos, utensilios y materiales para este propósito. Un laboratorio portátil, listo para funcionar, es aquí recomendado para el público”.[8]
Y justo antes de que en el libro empiecen a mostrarse los grabados, aparece un anuncio: “THE PORTABLE LABORATORY, ready fitted for business, may be had of Mr. Hauskbee, in Crane-Court, Fleet-street, London”. Esto no es más que un ejemplo temprano de un proveedor de aparatos para el ejercicio de la química en Londres. Pero Hauksbee también era el nombre real de Glisson Maydwell, un pseudónimo que usó para hacer negocios desde, al menos, el año 1726 en la zona de The Strand de Londres, desde donde ya proveía de muchas cantidades de cristalería de aparatos químicos. Pero la loza, la cerámica y otros materiales, especialmente de cristal, se importaban a Londres desde el continente desde fechas muy tempranas. Tenemos registros de ello. Por ejemplo, más de trescientos cristales para gafas, y otros vasos para destilar se trajeron desde Alemania entre 1587 y 1588.[9]
La segunda curiosidad que quiero exponer sobre la vida de Becher es su indirecta relación con España. Entre sus principios económico-estatales de estaba también el de la convicción de que era vital para el Imperio Alemán poseer colonias en el extranjero, como lo hacían en Europa Occidental, especialmente holanda y su Compañía de las Indias Orientales; y ya varias veces había intentado llevar esta opinión a los príncipes con quienes entró en contacto. La idea ya había sido preparada desde otro lado católico, en concreto desde Bélgica por parte de un clérigo muy celoso, el franciscano Don Cristóbal de Rochas, obispo de Stephanie, quien ya expuso y propagó esta idea en numerosas plazas alemanas; entre otras con el elector de Brandenburgo, en Viena, en Munich, etc. En cuanto al Gobierno español, continuó, como en el pasado, otorgando subvenciones a los belgas para el comercio indio. Sin embargo, como resultado de los repetidos ataques de los holandeses y las grandes ventajas comerciales otorgadas a los extranjeros, los belgas ya no intentaron exponerse en las Indias. Los envíos de nuestros productos a Cádiz, desde donde fueron enviados bajo la bandera española hacia las colonias, disminuyeron hasta el final del siglo. Se presentaron varios planes para la organización de una empresa colonial al gobierno español. El emperador Leopoldo y Federico Guillermo, el gran elector de Brandenburgo, no habían logrado de Felipe IV ningún resultado práctico. La ineficacia fue también el resultado de los dos viajes que hiciera a Madrid en 1661 el P. Christoval de Rochas-Spinola para defender su proyecto de empresa y para oponerse a la competencia holandesa. A todas estas iniciativas, Madrid se opuso alegando la fuerza de la inercia. La parte alemana de todo este asunto fue dirigida a la par por Becher y De Rochas. Después de la Paz de Munster, el proyecto se planteó una vez más; y el 5 de diciembre de 1660, De Rocha mandó una propuesta del elector de Brandenburgo, que en 1661 negoció nuevamente con Gijsels, después de haber consultado al rey español y al tribunal de Viena sobre el asunto. El plan fracasó, en parte debido a la muerte del ministro español Don Luis de Haro, y debido a la intriga de los holandeses en Berlín. Con el apoyo de De Rochas, Becher había logrado ganar a la Electora de Bavaria, Enriqueta Adela de Saboya (1636-1676), en agosto 1664 para estos planes de colonización; y fue durante su segundo viaje a Holanda cuando las propuestas relevantes se presentaron por primera vez en serio en los Países Bajos, en colaboración con el conde Van Hoorne de Batenburg, que entonces residía en Nimega[10].
No podemos dejar de mencionar, finalmente, que Becher creía firmemente en la transmutación y en la alquimia. De hecho, en julio de 1675 transmutó plomo en plata. Del resultado, Becher hizo un medallón conmemorativo, que aún se conserva en el Kunsthistorische Museum de Viena, y que reza: “En el año 1675, en el mes de Julio, Yo, J.J: Becher, Doctor, transmutó esta pieza de la más fina plata del plomo por arte de alquimia” [11]. En el reverso se representa a un Saturno con las piernas y los pies descalzos, vestido con la ropa de un campesino alemán, llevando una guadaña sobre un hombro y su niño desnudo y luchador colgado sobre el otro. Esta representación de Saturno se refiere al proceso de ensayar oro y plata agregándolos al plomo fundido en un crisol. Saturno simboliza el metal base, el plomo, y el acto de comer a sus hijos es análogo al comportamiento de todos los metales (excepto el oro y la plata), que al ser agregado al plomo fundido en un crisol se fusiona con el plomo. Los dos metales nobles no son absorbidos por el plomo, sino que se quedan como un botón del fondo del recipiente, separados de todas las impurezas. Saturno no puede digerir al más noble de sus hijos, y entonces lo vomita nuevamente, ya purificado.


[1] En el Sacro Imperio Romano Germánico hubo dos organismos centrales muy fuertes y muy diferenciados: la Hofkammer y el Hofkriegstat. La Hofkammer, o Cámara de la Corte, administraba las finanzas de los Habsburgos, regalías e impuestos indirectos. Tenía una Junta de unos quince miembros (“consejeros”), donde siempre hubo un número de personas de clase baja hábiles y ambiciosas en la cúspide de una burocracia bastante ramificada y complicada. Desde sus inicios en el siglo XVI, la Hofkammer fue ampliado constantemente sus competencias, controlando pronto con mano firme la economía de las ciudades libres. Ya en 1620 supervisaba la recaudación de impuestos de Bohemia, que seguía siendo la parte más rica de la monarquía, y llegó a extender sus tentáculos más allá de la frontera húngara. Durante el reinado de Leopoldo I (Viena, 9 de junio de 1640 – 5 de mayo de 1705), Rey de Hungría desde 1655 y de Bohemia un año después, y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1658, la Hofkammer elaboró informes “presupuestarios” con gran exactitud. En concreto, en la década de 1680, siendo presidente de la misma el advenedizo Christpoh Abele, obtuvo nuevas reglas de procedimiento con el objeto de explotar los recursos industriales de la monarquía, tanto tiempo descuidados, siguiendo los esquemas de tres famosos cameralistas: Becher, Philip Wilhelm von Hörnigk (1640-1714) y Johann Wilhelm Freiherr von Schröder (1640-1688). Con ellos, la Cámara desarrolló una serie de medidas políticas de calado económico. La sal, el hierro, el mercurio, o la lana se regían por el principio del comercio, un mercantilismo de corte austríaco, que regía la vida de miles de personas bajo las posesiones habsburguesas. Hörnigk fue la cabeza más visible de todo esto, su portavoz. Su libro Österreich über aller no dejaba de ser un manifiesto político a favor de la autosuficiencia de los Erblande. Bechher fur otro apóstol aún más imaginativo que el anterior. Instaló sederías en las zonas agrícolas de la Baja Austria, incluso una Casa de Contratación general en Viena, rememorando a la sevillana de casi dos siglos atrás. El tercero, Wilhelm Schröder, más joven que los otros, fue socio de Becher. Incluso más entusiasta, llegado a acumular capital gracias a dar concesiones y privilegios a las clases marginadas, artesanos emigrantes, algunos comerciantes protestantes, o incluso a judíos. Pero, en general, los logros de estos tres y del Estado que los siguió no fueron, a pesar del apoyo del principal banquero de Leopoldo I, Samuel Oppenheimer, y su sucesor Samson Wertheimer, también de ascendencia judía, muy cuantiosos. La mezcla de intereses generales con los particulares del trío se acepta como una de las causas.
[2] Jaeger, F. M.,»Over Johan Joachim Becher en zijn relaties met de Nederlanden,» Economisch-Historisch Jahrboek, 5 (1919), 60-135. Aquí 113-114.
[3] Becher, J. J., Chymischer Glücks-Hafen oder grosse chymische Concordantz und Collection, von fünffzehen hundert chymischen Processen : durch viel Mühe und Kosten auß den besten Manuscriptis und Laboratoriis in diese Ordnung, wie hier folgendes Register außweiset, zusammen getragen, Frankfurt, Johann Georg Schiele, 1682. Puerto de la felicidad o gran concordancia y colección de quinientos cientos procesos químicos: reunidos con mucho esfuerzo y gasto, además los mejores manuscritos y laboratorios en este orden, como se muestra aquí en el siguiente registro compilado). Hay una versión corta en latín y manuscrita, posiblemente un resumen de este texto, que permanece inédito, bajo el título “Dris J.J.Becheri Concordantia Purgationis”, de tan sólo veintiuna hojas. Royal Society, The Boyle Collection, Boyle Papers, Volumen 19, 57-77. Es un trabajo de Becher que resume y compara los métodos de preparación de los mercurios de los metales (especialmente de la plata) para su uso en la confección de la Piedra Filosofal.
[4] Becher, J. J., Joh. Joachimi Becheri Spirensis Medicinae Doctoris, Tripus Hermeticus Fatidicus : pandens oracula chymica, seu I. Laboratorium portatile … Accessit pro praxi & exemplo II. Magnorum duorum Productorum … adjunctum est III. Alphabetum minerale …exaratum in Cornubia ad extrema Anglia ora inter ipsa mineralia experimenta & autopsiam, Francofurti ad Moenum, Schiele, 1689.
[5] French, J., The Art of Distillation. Or, A Treatise of the Choicest Spagyrical Preparations Performed by Way o£ Distillation, Being Partly Taken Out of the Most Select Chemical Authors of the Diverse I,anguages and Partly Out of the Author’s Manual Experience together with, The Description of the Chiefest Furnaces and Vessels Used by Ancient and Modern Chemists also A Discourse on Diverse Spagyrical Experiments and Curiosities, and of the Anatomy of Gold and Silver, with The Chiefest Preparations and Curiosities Thereof, and Virtues of Them All. All Which Are Contained In Six Books Composed By John French, Dr. of Physick, London, Printed by Richard Cotes and are to sold by Thomas Williams at the Bible in Little-Britain without Aldersgate, 1651, 15.
[6] French, J., The Art of Distillation, 153.
[7] Londres, J. Osborn and T. Longman, at the Ship in Pater-noster-Row., 1731.
[8] Shaw, P. y Hauksbee, F., An Essay for Introducing…, 13.
[9] Godfrey, E. S., The Development of English Glassmaking, 1560-1640, Oxford, Clarendon Press, 1975, 247. Ver también: Hartung, G., “The Chimistry Laboratory: On the function of the Experiment in seventeenth-Century Scientific Discourse”, en Schramm, H., Schwarte, L. y Lazardzig, J., Instruments in Art and Science: On the Architectonics of Cultural Boundaries in the 17th Century (Theatrum Scientiarum), Berlín, De Gruyter, 2008, 201-221, aquí 216-217. Anderson, R. G. W., “The Archaeology of Chemistry”, en Holmes, F. L, y Levere, T. H., Instruments and Experimentation in the History of Chemistry, Massachusetts, The MIT Press, 2000, 5-34, aquí 17-18.
[10] Langendonck, C. van, « Le mouvement colonial en Belgique au XVIIe siècle », Revue belge de Philologie et d’Histoire, 2-1 (1923), 81-93.
[11] Müller-Jahncke, W.-D. y Telle, J., “Numismatik und Alchemie. Mitteilungen zu Münzen und Medaillen des 17. und 18. Jahrhunderts,” en Meinel, C., Die Alchemie in der europäischen Kulturund Wissenschaftsgeschichte, Wiesbaden, Otto Harrassowitz, 1986, pp. 251-269.
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