Durante la investigación realizada con motivo de mi Tesis Doctoral, se recopilaron datos e informaciones que, por motivos diversos, no se incluyó en la misma. Uno de ellos fue que, dada la naturaleza de la información, merecía un estudio más profundo posterior, habida cuenta de la importancia de la misma. Y su exclusión en la Tesis Doctoral obedecía a cuestiones de tamaño. Concretamente, sobre el periodo que abarca las décadas centrales del siglo XVII, dedicado a exponer una imagen que, creo, era de transición entre la relación alquimia, terapéutica y sanidad, no se expusieron algunas informaciones que aparecieron relativas a la figura de Juan Vicencio de Lastanosa.
Interesado por una figura tan atractiva y, desgraciadamente, no todo lo conocida que se debiera, se ha indagado algo más sobre algunos aspectos de su actividad y de su personalidad, sin abandonar los motivos originales que me llevaron a “encontrarme” con él. Su estudio, y la lectura de parte de las fuentes secundarias sólo han hecho redundar en mi idea según la cual la comunicación científica entre la península y el resto de Europa no era, ni mucho menos, algo prácticamente inexistente. Al contrario, el ejemplo que vamos a exponer indica que no sólo era fluida, sino que, además, alcanzaba en ocasiones niveles de primer orden, implicando a los protagonistas más directos. Este hecho histórico tan interesante, junto a la idea de la mayor o menor importancia de la ciencia desarrollada aquí desde, aproximadamente la mitad del siglo XVI hasta finales del siglo XVII, ha sido la nota constante, la clave, bajo la cual han girado numerosos estudios historiográficos. Desde la imagen de Europa que diera Andrés Laguna hasta las traducciones del Curso Químico de Lemery, centrándonos ya en la Terapéutica, los propios hechos históricos han determinado, también en mayor o menor medida, la naturaleza de su estudio posterior. No es de extrañar. Las acusaciones de ignorancia, las traducciones al castellano desde otras lenguas (o viceversa), la presencia/ausencia de los protagonistas o su influencia de allí a acá o al revés son elementos originados in illo tempore por aquéllos mismos en que prestamos atención y que usamos como índice para corroborar, o no, su propia índole. Es como si ellos mismos nos hubieran proporcionado las herramientas. Siguiendo esta vía, la percepción generalizada que tenemos de las ciencias de la salud y su desarrollo en este lapso de tiempo es de una ciencia algo apartada de la que se fomentaba en el resto de Europa. Y dicha percepción ha condicionado de paso otros estudios posteriores. No obstante, sea válida o no dicha trayectoria, sea certera o virtual, no nos vamos a alejar de ella ahora y no somos nosotros quien quiere cuestionarla. El ejemplo que ahora presentamos puede ser considerado de dos formas. Para quien piense que la comunicación científica peninsular con la corriente mayoritaria europea era de un calibre menor, éste será una excepción a dicha regla. Al contrario, quien se incline por la idea según la cual aquí hubo una fluidez de conocimientos cuya característica principal sea la «normalidad», éste vendrá a corroborarlo.
Nacido el 25 de febrero de 1607, Lastanosa gustaba de vivir siempre en su residencia (situada en los actuales números 40 y 41 de la calle del Coso de Huesca) y de viajar poco. Su «rancio abolengo» viene de la Alta Edad Media, momento en que los Lastanosa tuvieron relaciones con los caballeros templarios1. A lo largo de su vida pudo demostrar su apego a la realeza cuando apoyó a las tropas de Felipe IV en el conflicto de Cataluña2. Su casa era un grandioso museo. Con un jardín con árboles y plantas exóticas, el interior era algo realmente deslumbrante3. Desde las típicas espadas chinas y japonesas (katanas), hasta conchas de muchos mares, pasando por trajes, telas, piedras preciosas, bustos, multitud de instrumentos de óptica, de perspectiva, «de lo mecánico» y una impresionante colección de medallas que él mismo catalogaría y describiera4. Tenemos su propia descripción del jardín, que estaba junto a las habitaciones que ocupaba su hermano Juan Orencio Lastanosa, canónigo y «maestrescuela» de Huesca:
«…a esta se le arriman los jardines y huerta que los describo con decir que ellos tienen el circuito 47 pies de circunferencia, divididos en cinco jardines, un laberinto con aguas corrientes y manantiales perennes, con espacioso estanque, arboles silvestres y fructíferos, multitud de flores sin que falten las que gozan los mas remotos países.»5
Asentada y aceptada generalmente la imagen de un Juan Vicencio de Lastanosa apasionado de los libros6, erudito, coleccionista variado y apasionado de la numismática, también destacó por su mecenazgo a Lorenzo Gracián, quien trabajó en Huesca entre los años 1636 y 1639. Aunque su estancia al amparo del mecenas no fue continua ya que Lastanosa viajó a París unos meses entre 1637 y 1638, siempre después de financiar la edición de «El Héroe».
En esta labor coleccionista no estuvo solo. Otros contemporáneos, como su amigo el Marqués de Caracena (1608-1668)7, también fue considerado como tal. Es más, curiosamente, ambos fueron calificados de forma idéntica por quienes recibieron el mecenazgo. Si el Marqués de Caracena financiara ediciones de Ramón Llull en Bruselas comentadas por Alonso de Zepeda y Adrada8 quien dijera de él que tuvo un ingenio tal que «desentrañando las cosas por sus principios le condujo al descubrimiento de lo más arcano de la Naturaleza»9, Lorenzo Gracián diría de Lastanosa que era un caballero «cuyo discreto empleo era lograr todas las maravillas, no sólo de la Naturaleza y Arte, pero más de la fama.»10
En cualquier caso, Lastanosa tuvo una envidiable ayuda en cuestiones de botánica, procedente en su mayoría de las mayores autoridades francesas. Según sus propias palabras, tuvo correspondencia con «el doctor Filrol» de Toulouse, con el «herbolario real Juan Bautista Dru» de Lyon, quien le envió en 1650 su catálogo de flores impreso en año antes también en Lyon. De Burdeos se carteaba con el secretario del rey «el señor de la Faia»11 y en París, nada más y nada menos que con Pierre Morin12
El 15 de octubre de 1662 llegó a su casa «un religioso docto y grabe», procedente de una «provincia harto remota» con la intención de verla. Nuestro protagonista acompañó al visitante por su propia casa mientras le enseñaba sus colecciones y libros13. Finalizada la visita, Juan Vicencio de Lastanosa le dijo:
“Aunque mal razonado, ya le he hecho a Vuestro Padre un breve rasguño de lo que apetece ver, con que me parece se puede dar por satisfecho en cosa de tan poca importancia”.
No creemos que fuera así. De entre su magnífica biblioteca, que le delata como apasionado de los libros, destaca el selecto número de libros dedicados a la alquimia y a la Medicina química. Tenía cinco volúmenes del Theatrum Chimicum (Argentorati, 1622 y 1630), los Seis libros de secretos de Alejo Piamontés (Madrid, 1624), el Arte general y breve de Pedro de Guevara (Madrid, 1584), el De re metallica de Pérez de Vargas (Madrid, 1569), catorce textos de Kircher, diez textos de Jean Pierre Fabre, tres ediciones de la Philosophia oculta de Nieremberg (Madrid, 1630, 1630 y 1633), el De re metallica de Agrícola (Basilea, 1566), el Thesaurus de Mynsicht (Lugduni, 1640), Les Eléments de Chymie de Jean Beguin (Rouen, 1647), que los tradujo él mismo, la Polygraphia de Trithemio de Sponheim (Colonia, 1571), la Basílica Chimica de Oswald Croll, la Bibbliotheca Chimica de Nathan Albineus (Ginebra, 1663), , una edición del Coelum Philosphorum de Philip Ulstad, el texto de Nazari sobre la transmutación editado en Brescia en 1599, el Museum Hermeticum (1625), a Cesar de la Riviera y su Mundo mágico14…15
Según sus propias palabras, Juan Vicencio logró los ejemplares más “raros a la liberalidad del Ilustrísimo Señor Don Camilo Locauni, noble veneciano”. Y “los libros chimicos” ocupaban el cuarto escritorio de la sala donde tenía el resto. Volvamos ahora a la visita. El desconocido clérigo, insatisfecho no duda en contestarle:
“Sucédeme muy al revés de lo que Vuestra Merced imagina, pues lo que llama sucinta relación ocasiona nuevos incentivos para ver y admirar tantos prodigios16 y hago reparo en no haber hecho Vuestra Merced mención alguna de cosas chimicas, cuando he oido asegurar que lo que Vuestra merced tiene pueden inutilizar al más poderoso y que con algunos que han salido de su casa se han obrado prodigios que casi son increibles.”
No iba descaminado el clérigo y, posiblemente, hablara con conocimiento de causa, como veremos más abajo. Pero veamos primero la más que curiosa y sorprendente respuesta de Juan Vicencio:
“Ingenuamente responderé, Padre, que habiendo tenido grandes ocasiones de saber de esa prodigiosa arte, creyendo que el fin de ella es enriquecer al hombre, siempre la dejé despreciando ese modo de tesoro hasta que llegando como cuatro años habrá a mi casa el doctor Nadal Baronio le di de mano como he hecho con muchos otros; y él, viéndose despreciado habiendo llegado a esta casa sólo por verme y comunicarme me dijo: –¡Ah, Señor! Que yo no soy burlador ni tramposo, que soy sacerdote y doctor teólogo y médico y mi química se encamina toda a la salud del hombre, a alargarle le vida y a moderar sus accidentes; y esto lo obro con el oro potable, plata potable, el espíritu quinta esencia, sal extractos, magisterios de las perlas, coral, ámbar, cárabes, etcétera; y si yo os he de hacer oro potable no os pediré oro, que esto podría hacerme sospechoso, porque yo de esta tierra que pisamos saco oro–. Pareciome consolarle con oirle y traerle por huésped a mi casa, donde en espacio de tres años obró cosas prodigiosísimas, no siendo lo más a algunos hombres tenidos por muertos, recibida la Extremaunción, privados de todos los sentidos, con cuatro gotas de oro potable restaurarles y dejarlos hábiles para hablar, discurrir y recibir los sacramentos, y hacer testamento, sino que a algunos de estos los restauró hasta darles la salud y convalecer perfectamente. De estas cosas enriqueció mi casa que las estimo más que cuanto tengo, pues con ellas frecuentemente estoy socorriendo y mejorando la salud de mis amigos y de ello anda por ahí un cuadernillo que podrá ser que Vuestra Merced encuentre con él”.
No existen muchos testimonios sobre el hecho de que la residencia de Lastanosa fuera un centro de investigación en cuestiones de Medicina química. Pero hay uno que corrobora las palabras del visitante curioso. Se trata de Diego de Bercebal un clérigo enfermero, de quien dijo un amigo de la niñez, Thomas Manente, de Tarazona:
“Tomo su primer principio en la ciencia de Huesca en la casa de los señores de Lastanosa donde se introdujo por este fin y por ser tan notoria la afición de aquellos señores a secretos y remedios exquisitos que alcanzaron con la experiencia y comunicación de los primeros hombres de la química y Medicina así extranjeros como naturales. Allí le revelaron el espíritu que pone en las 8 secciones del capitulo 1º de este recetario bien que aquellas noticias las amplio luego mucho mas. y yo lo puse a mi modo en alguna práctica que yo tenía de experiencias propias.»17
Es más, el propio enfermero Bercebal, nos confirma que estuvo allí trabajando y que conoció al doctor Nadal Baronio, que cita Lastanosa:
«Laudano opiato hecho por la medida de humores opuestos. De un Don Nadal Varonio Veneciano tengo la preparación siguiente»
De este misterioso Don Nadal Baronio nos informa que fue quien dejó a Juan Vicencio Lastanosa el disolvente de oro. Incluso la receta lleva como uno de sus componentes oro potable. Una vez dada la receta, y haciendo mención a personas como Mynsicht, Fabre, Zwelfer, Boyle, Etmuller y a la edición castellana del Curso Químico de Lemery, leemos:
«En casa de Lastanosa he alcanzado algo de este laudano, hecho por mano de dicho D. Nadal, y le vi obrar bien. Pero no satisfaze una obra prolixa, costosa, en que entra sin purificar el opio y de donde se juntan tantos cordiales opuestos, unos volátiles aromáticos, otros fixos y lapideos que han de embarazrse. Sólo la práctica común de las confecciones puede responder como exemplar de esta escuela sin satisfacer a los primeros chimicos. Yo, si al laudano de Lemery pusiera los cordiales fixos de esta receta entendería tener mejor laudano.»18
Por aquéllos años hay noticias de que cierto número de extranjeros rondaban algunos hospitales y alardeaban de sus conocimientos tanto de alquimia como de su habilidad en preparar los más extraños medicamentos químicos, según testimonio de Matías de Beinza en Navarra:
«No se han de tener por Quimicos a los charlatanes saltabancos, y empiricos bagamundos, que con solo antimonio, y mercurio mal preparados, ofrecen salud y quitan la vida cada día, vendiendose por Chimicos como lo veo infinitas vezes, por llegar a este hospital (que fundó el general don Sancho de Urdanivia) muchos de ellos, a causa de estar en el mayor passo que se conoze por serlo para toda Francia, Ingalaterra, Italia, Imperio y todas las demas partes del Vniverso aquí se se (sic) acojen, y yo vivo en el mesmo Hospital, por medico suyo (aunque indigno) donde suelo tener con los tales gustosos coloquios, viendo lo mucho que ofrezen, con poca ciencia, y mucho arrojo, de los quales no se debe fiar sino elegir semejantes medicinas, advirtiendo de quien se tomen, que y como, porque no sean de fingidos Chimicos sino es conocidos y aplicados por medico prudente…»19
Estas precauciones de Beinza forman parte de una situación más amplia, la que estaba saliendo a la luz en las dos últimas décadas del siglo XVII peninsular. El desarrollo de la Medicina química se expresó en estos años en términos de enfrentamiento con la doctrina galenista y teniendo como acompañante un descrédito general de la propia Medicina:
«Son por ventura otra cosa muchísimos récipes, que letras de ejecución, notificadas cruelmente por los médicos, a pagar a letra vista de un supuesto remedio, quando alojando media botica en un estómago sano, hacen desembolsar antes de tiempo la vida al enfermo?»20
Esta situación convulsiva tuvo en el que se ha llamado en ocasiones «foco novator aragonés», una constante: la polémica sobre la aplicación de las sangrías. Es así como otros remedios, ajenos al galenismo más dogmático, adquirieron una vigencia inusitada. El agua de vida de Alderete, los polvos de Cornachino o los universales del propio Beinza no son sino dos ejemplos representativos. A ello también contribuyó la entrada de las nuevas ideas y que muchos médicos se adosasen a unas u otras, originando lo que ellos mismos denominaron «sectas» de médicos:
«En el numero de los Empiricos entrando todos aquellos que no entienden mas que de química, pretenden con qualquier Medicina que han manipulado, curar algunas particulares indisposiciones, por aver experimentado una, o siete veces buenos efectos con lo que subministran. Con todo esso, nunca pueden los tales llegar a ser verdaderos medicos porque no teniendo otro que aquella sola experiencia, i siendo esta falaz razon de las muchas i varias circunstancias que cada dia se ven complicadas, es lo mismo que querer caminar con un pie solo por un camino resbaladizo. El engaño de los Empiricos consiste en la confianza que tienen de curar con un mismo secreto todos los enfermos del mismo mal. […] No hay cosa que motive mayor desprecio entre los hombres sabios para con los médicos como el ver medicinar a estos de una forma i a aquellos de otra, muchos seguir a Cartesio, otros a Willis, quien a Silvio de Boe, quien a Paracelso, quien a Elmoncio y quien todavia a Hipocrates y Galeno. Pues si tal vez se juntan para la consulta de algun enfermo, puede rogar a Dios de todo corazón que le de fortuna de que acierten con el remedio que le ha de hacer bien.»21
No se faltaba razón a Gazola. De una forma u otra, todos los citados tuvieron sus seguidores, pocas veces en estado puro y parece que todos «se dieron cita» entonces. En relación con el caso que nos ocupa, podemos decir que estamos ante un «elmonciano» típico, ante un seguidor de la doctrina que generara Jean Baptiste van Helmont (1577-1644)22. Desde Paracelso hasta Boyle, pasando por van Helmont, la búsqueda de un consenso sobre qué es la materia y el protagonismo que tan insistentemente adquirió uno de sus componentes, la sal fue una constante. No es el momento ahora de entrar en una disquisición acerca de las propiedades que le fueron adjudicadas a esta «sal» a lo largo de siglo y medio, pero no podemos olvidar que la idea de que era algo «esencial» persistía de forma casi exagerada. Y bajo esta idea se realizaron muchos esfuerzos bajo la forma de experimentos. Se discutía si era posible su disolución, su evaporación, sus propiedades, si era mejor la sal alcali, la sal nitro o la fija y otras cosas más. Bercebal y sus amigos también, así como los que trabajaron en casa de Juan Vicencio de Lastanosa. Uno de estos amigos, el zaragozano Atilano Thomas Manente, quien escribiera las «Notas o advertencias a la presente obra» en el texto de Bercebal nos dice:
«Estos son los motivos que tuve para aplicarme a trabajar en el nitro, para conseguir esta tierra insípida de Helmontio […] Ya se desengañó (Bercebal) no ser lo que en Huesca le dixeron ser: Anima mundi, la Avicula de Hermes Trismegisto, el Alchaest, el agua de Vida de Alderete…»
Aquello con que tanto uno como otro trabajaban decían que era capaz de disolver el oro, Siendo usado para las inflamaciones internas23. Lo que decía Bercebal era que el citado espíritu es el de la sal común:
“La materia es los caldos cansados que dicen los salitreros que por imities los arrojan y estos evaporados como dice nuestro fr. Diego hasta el espíritu de miel, se pondrá cabeza de vidrio y con poco fuego se irán embiendo estos espíritus hasta que aparezca en la cabeza de vidrio algo de color rojo. Quita el recipiente, pon otro y continua el fuego cuanto quieras con más violencia y cuando no veas subir vapores rojos, aparta el recipiente y cabeza y echa agua hirviendo a la materia y evapora y da fuego fuerte y en estando la materia bien calcinada sácalo del fuego y después te diré lo que debes hacer con ella. Estos espíritus son dos, el primero es el noble que tengo por espíritu de sal común y el segundo es el espíritu de nitro. Guárdalos separados y haz prueba en el primero echándole dos o tres panecillos de oro y úsalo en lo que tengo dicho. El segundo también por espíritu de nitro, en las operaciones tenlo como a tal y vamos al remanente. Toma esa materia bien calcinada, muélela en almirez o mortero y haz polvos y los echarás en barreños o cazuelas grandes y sobre ellos pon mucho agua y revuélvelos bien con la mano o cucharón, deja aposar bien el agua hasta que esté clara y sácala por decantación. Vuelve a echar otra vez, haz lo mismo y repite hasta que el agua no tenga gusto de sal, pon la materia a secar, muélela y pásala por cedazo de cerdas.»
Como dije antes, muchos preparados con destino terapéutico alcanzaban una rápida fama, y el de Bercebal no iba a ser menos. Contamos con el testimonio de, otra vez, Matías de Beinza cuando trata de «otros polvos universales», que, aunque no es directo, le damos aquí como una referencia al trabajo del citado enfermero:
«…y si me pudiera declarar, me estendería a mucho mas especialidad aun a otros polvos que también preparo con perfeccion, y los usan en la Ciudad de Zaragoça, y Corona de Aragón, curando universalmente con ellos, y son de toda seguridad, y estimacion preparados como se deben (aunque no es facil) mas si no se preparan bien no lo son sino de mucho riesgo; pero segurisimos los en la arte Quimica, no obstante su dosis es mucho mayor»24
¿Encontramos algún paralelo a estas ideas? Sí. Las interpretaciones a la doctrina de van Helmont son muy variadas, favorecidas, seguramente, por él mismo25. Tampoco ahora es el lugar correcto para exponer el desarrollo peninsular de las ideas «helmoncianas», un estudio sin duda muy esclarecedor. Su acogida o su rechazo, usando de nuevo el instrumental legado por los protagonistas, fue el marco de numerosas discusiones que, a su vez, caen de lleno en la polémica de los novatores26. El índice de su calado es bien visible a partir del fulgor con que ambas partes se enfrentaban. Veámos un ejemplo, el que nos diera Andrés Gámez, un representante típico del cortesano barroco arribista:
«Parece será razón toquemos algo en la propia, y genuina dificultad, a quien confieso tener particular horror, temiendo que no me descalabre piedra que ha sido de tanto escándalo. La Medicina Universal, aquel robusto, y misterioso Gigante, aquel remedio sanalo todo ha sido el potro, que en diferentes tiempos ha atormentado el ingenio de los hombres […] Dizen que este assi como purifica el oro, el mas noble de los metales, libra el hombre, el mas noble de los animales, de todas superfluidades, purificando la masa de su sangre y conservando la firmeza, y sustancial mixtion de sus partes sólidas. Han hecho en él sutiles anatomias, mucho alaba Helmoncio su tintura; más ni él ni otros han hallado en ella ni en diversas transformaciones de este medio mineral la Universal Medicina. Mudáronse de esta casa a la del azogue, y aquí la toparon haziendo dél aquel precioso alkahest de Paracelso; ó quanto lo alaba Helmoncio bien se conoce en sus escritos los quales, ni en otros se topa con que se haze, aunque dize ser de suma dificultad. Yo he sido Protomédico en Nápoles, y con esta ocasión he visto muchos privilegios de Chymicos, que de todas Naciones han venido a aquel Reyno. En aquella Ciudad ay muchos, siendo a todas luzes el Principe de estos el Cavallero de quien hize mención al principio de este Discurso, todos me han confessado ingenuamente no han podido hazer este celebrado alkahest de Paracelso y Helmoncio […] Ni han perdonado los Chymicos una suma contemplación de las sales de la tierra, como se ve en la que sacan de la tierra virgen después del vernal equinoccio, del Vitriolo sacan el espíritu, de quien la Chymica a hecho gran caudal»27
Más allá de las teorías, y descendiendo a la multitud de experimentaciones y prácticas e laboratorio, el terreno menos conocido cuando tratamos todas estas cuestiones, podemos centrarnos en varias cosas. En primer lugar, los dos principales puntos de controversia sobre las ideas «helmoncianas» se centran en la búsqueda del secreto de su «alkahest» y la volatilización de los «alcalis». Sobre lo último, la importancia viene de la idea según la cual los alcalis volatilizados eran unos excelentes remedios, dado su carácter «esencial y puro». Provenían tanto de las impurezas de los metales como de sales hechas de vegetales combustibles fijadas por medio del fuego. Pero la «esencialidad» era considerada por otros muchos, en tanto que principio seminal, como incorruptible al fuego28. De ahí que afirmar que el alcali, algo esencial, podía volatilizarse, idea lanzada por van Helmont y Paracelso, no siempre se aceptaba de buen grado. Es más, siguiendo las palabras de Andrés Gámez, ni los propios helmoncianos lo aclaraban definitivamente. Y no le faltaba razón. Uno de los más abnegados seguidores de van Helmont, George Starkey (1628-1665) reconocía que estas operaciones de volatilización no estaban claras ni en Paracelso ni en van Helmont. Sobre el primero, decía que lo indicaba en muchos sitios cuando decía que las esencias del vino reducidas en cenizas disuelven el oro y que entendió por la sal de tártaro la sal del vino29.
En resumen a todo lo anterior, cabe pensar que, bien sea gracias al mecenazgo curioso de un potentado, a las inquietudes químicas y alquímicas de algunas personas, a la comunicación de conocimientos (por vía oral o a través de los textos) o a todas estas cosas a la vez, lo cierto es que volvemos a encontrar una situación bastante activa en cuanto a la Medicina química se refiere en las décadas finales del siglo XVII peninsular. Y también que si hay algo de lo que no carece esta actividad es de ignorancia y desconocimiento de las actividades e ideas que en tal sentido circulaban por Europa.
Sí, en cambio se aprecia una amalgama de opiniones que nos incitan a pensar que las cuestiones sobre la esencia, el espíritu o los componentes de la materia estaban bastante difusas desde estos años y los iniciales del siglo XVIII. Estas confusiones llegaban, incluso, a motivo de sorna, como podemos ver en las palabras de Julio María Rossi, en 1701:
“Como assi en la Censura como en la Verdad Brillante se le hizo cargo de ser puré phantastico que el agua se compagine de sal, azufre y mercurio, a fuerza de espoleado, haze como que responde aunque guardando (como acostumbra)… Que importa, Sr. Laberynto que essos PP (padres) que cita, digan esa extravagancia con su Helmoncio si no lo prueban no haviendo podido hasta aqui chymico alguno hacer verdadero analisis de el agua, como era necesario para separarle aquellos tres principios (deles el nombre que quisiere) como es evidente. El exemplito de el agua en las pipas es indigno de un discipulo de Helmoncio y tan adepto.”30
Pero la situación pareció extenderse en el tiempo y aún en el año 1715 se intentaban aclarar las diferentes opiniones:
“De cuyo sentir son todos los que con Willis afirman componerse los mixtos de los cinco principios, como en sus obras se puede ver. […] los que dicen componerse de los cuatro elementos formalmente en el mixto contenidos discurren que las partes ígneas son la causa eficiente de la fermentación. Otros hay que afirman (como Othon Tachenio en su Hipócrates Chimico) que la fermentación se excita a duplici causa, como son el acido y el alcali. Otra opinión hay, y es la mas plausible y recibida hoy, que afirma que aunque parece que las fermentaciones se sucitan ab intrinseco, esto es, de las partes que constituyen el mixto, quien primero excita dicho movimiento es la marcha etera y sutil de Cartesio. Y por fin Etmulero, autor unico, que tiene el señor doctor de doctrinas modernas (según me ha dicho) y con razon. Este, pues, distingue los principios salinos en general, en sal particular y sal universal, y este es el espiritus mundi o materia subtil y etérea.”31
1 En el bello manuscrito 22609 de la Biblioteca Nacional (B.N.) hay una genealogía de los Lastanosa y sus privilegios muy bien detallada. En otra parte del manuscrito, especie de índice, se dice que los templarios tuvieron su origen en Aragón.
2 Les dio cobijo, manutención y apoyo económico que vio reconocido por el propio Felipe IV.
3 Descripcion de las antiguedades, i jardines de Don Vincencio Iuan de Lastanosa … / dscriuiala [sic] El Solitario al Dor Don RFancisco [sic] Filhol …, Zaragoza, Diego Dormer, 1647.
4 LASTANOSA, JUAN VICENCIO, Museo de las medallas desconocidas españolas / publicalo don Vicencio Iuan de Lastanosa… ; ilustrado con tres Discursos del Padre Paulo de Rojas de la Compañia de Iesus, del Doctor don Francisco Ximenez de Vztarroz, Huesca, Iuan Nogues, 1645; Tratado de la moneda iaquesa, y de otras de oro, y plata del Reyno de Aragon / por Don Vicencio Iuan de Lastanosa…, Zaragoza, 1681.
5 B.N., ms 18727-55, donde hay una completa descripción de toda su residencia.
6 SELIG, K.-L., The library of Vicencio Juan de Lastanosa, Patron of Gracián, Gèneve, Droz, 1960. KIRÓN, “Don Vicencio Juan de Lastanosa, ciudadano de Huesca”, Heraldo de Aragón, 1-febrero-1962, Sección “Las artes y los libros”, 9.
7 ARCO Y GARAY, R., Dos grandes coleccionistas aragoneses de antaño (Lastanosa y Carderera), Madrid, 1919.
8 Arbol de la ciencia de el iluminado maestro Raymundo Lulio / nuevamente traducido y explicado por… Don Alonso de Zepeda y Adrada…, Bruselas, Francisco Foppens, 1663.
9 VINDEL, P., El Marqués de Caracena (1608-1668): Gobernador y Capitán General de los Países Bajos y Borgoña, Madrid, 1923, 14.
10 GRACIÁN, LORENZO, El Criticón, ed. de Romera-Navarro, II, 62-63.
11 Roch LERIGET sieur de La Faye (1585- ?). Denesle Pierre, sieur de la Faye, mari décédé de Marie Forent, BV 28 (1664). Jean Limousin,sieur de La Faye. Pounin, Jean (sieur de La Faye) Jean GOURDIN, écuyer, seigneur de la Faye, Tourriers, La Barre (Villejoubert, Charente). Il épousa par contrat du 6 septembre 1663, et célébré à l’église Saint-Maxime de Confolens, le 24 Février 1664, Madelaine de La SUDERIE, baptisé à Saint-Maxime de Confolens, le 14 Septembre 1649, fille de Barthélémy de La SUDERIE, trésorier général de France au bureau des finances de la généralité de limoges, et de Marguerite de BARBARIN. Ils sont dit demeurant à Tourriers, le 25 Mai 1692. Devenue veuve, Madelaine, à été inhumé, le 4 Octobre 1738, à l’âge de 90 ans, dans l’église de Tourriers, l’ayant ainsi demendé et du consentement du curé de Villejoubert. (Registre Paroissial de Tourriers 1738-1792, A.D 16, cote n° 1 MIEC 423 R1
12 B.N., ms 18727-55
13 ARCO Y GARAY R. (1888-1955), La erudición aragonesa en el siglo XVII en torno a Lastanosa, Madrid, imprenta Góngora, 1934, 274-275.
14 DELLA RIVIERA, CESARE, Il mondo magico degli heroi, nel quale con inusitata chiarezza si trata qual sia la vera Magia naturale e come si possa fabricare la Pietra de’Filosofi, unico instromento di tale scienza, narrandosi ad uno gli mezzo un perfetto Heroe, Mantua, Francesco Osanna, 1605 (reed Bari, Gius. Laterza & Figli, 1932, B.N. 4-116838). César de la Riviera (1538-1620) es considerado un hermetista tremendamente oscuro y de difícil lectura, a pesar de los esfuerzos que hiciera Julius Evola, en el estudio introductorio a la reedición. Su “Mundo mágico”, un compendio de alquimia y hermetismo, recuerda en ocasiones a “El sueño de Polifilo”, especialmente al exceso del simbolismo y al uso que el autor le da. El héroe que define el autor es aquél que es capaz de, mediante la Piedra Filosofal, alcanzar una existencia que ha sido sustraída del tiempo
15 Listado tomado de ARCO Y GARAY R. (1888-1955), La erudición aragonesa en el siglo XVII en torno a Lastanosa, Madrid, imprenta Góngora, 1934, 252-ss.
16 No fue el único. Ya en el año 1636 su casa impresionó al Condestable de Castilla tras residir invitado en ella durante 15 días.
17 BERCEBAL, DIEGO DE, Recetario medicinalespagírico. Obra póstuma de Fr. Diego Bercebal, Enfermero Mayor del Real Convento de San Francisco de Zaragoza, Zaragoza, Diego Larumbe, 1713.
18 BERCEBAL, DIEGO DE, Recetario…, 64-65.
19 BEINZA, MATHIAS DE, Discurso sobre los polvos universales purgantes, Bayona, Antonio Fauvet, 1682, 56.
20 Giusepe Gazola, El mundo engañado por los falsos médicos. Obra póstuma. Va añadido de un diálogo de Pedro Mejía, Valencia, Antonio Valle, 1733, ed. or.: 1690, 37.
21 Giusepe Gazola, El mundo engañado por los falsos médicos. Obra póstuma. Va añadido de un diálogo de Pedro Mejía, Valencia, Antonio Valle, 1733, ed. or.: 1690, cap. III: «De la dificultad de la Medicina, i del engaño de las mas famosas sectas de médicos, i particularmente de los Dogmaticos, i sequaces de los antiguos», 79-98. Seminario Conciliar de Madrid, 3/5-7-4.
22 Jean Baptiste van Helmont ha sido considerado como el mejor «químico» de la primera mitad del siglo XVI y el más influyente, tanto como químico como por su filosofía mística. Nacido en una familia noble de Bruselas y educado convencionalmente en la Universidad de Lovaina, donde alcanzó el grado de Doctor en Medicina en 1599. Muy influenciado por Paracelso, tanto por sus ideas progresistas como por su filosofía mística y trascendental. Fue muy original en cuanto a la concepción de la materia y sus alteraciones. Decía que el fuego interviene en los otros tres elementos para constituir los tres principios. Llamó «espíritu» al gas, reconociendo por primera vez su existencia. Además afirmaba que los elementos químicos siguen conservándose en los compuestos que forman.
23 BERCEBAL, DIEGO DE, Recetario medicinal y espagírico. Obra póstuma de Fr. Diego Bercebal, Enfermero Mayor del Real Convento de San Francisco de Zaragoza, Zaragoza, Diego Larumbe, 1713, 19.
24 BEINZA, MATHIAS DE, Discurso sobre los polvos universales purgantes, Bayona, Antonio Fauvet, 1682, 29-30.
25 ALVES PORTO, PAULO, «O laboratorio farmacêutico de J. B. van Helmont», en VVAA, O laboratorio, a oficina e o ateliê, Sao Paulo, 2002, 87-113.
26 Sobre estas cuestiones: LÓPEZ PIÑERO, JOSÉ MARÍA, «Juan de Cabriada y la yatroquímica de los novatores de finales del siglo XVII» y LÓPEZ PÉREZ, MIGUEL y REY BUENO, MAR, «La instrumentalización de la espagiria en el proceso de renovación: las polémicas sobre medicamentos químicos», en VVAA, Los Hijos de Hermes: Alquimia y espagiria en la terapéutica moderna española, Madrid, Corona Borealis, 2001, 189-239 y 279-346 respectivamente.
27 GÁMEZ, ANDRÉS, Discurso filosofico, médico, e historial, que a la sombra de la razón, y a la luz de las Apologias, Luz de la Medicina, y Sol de la Medicina, & c. pretende hallar la verdad en la defensa de la Medicina Dogmática, y su Sangría, en la posibilidad del Agua de la Vida, y otras materia adjacentes a estas dos, como principales, Madrid, AntonioRomán, 1683, 15-15v.
28 Por ejemplo por Quercetano.
29 PELLETIER, JEAN LE, La pyrotecnie de Starkey, ou l’art de volatiliser les alcalis, selon les préceptes de Ven Helmont, & la préparation des Remédes Succedanées ou aprochans de ceux que l’on peut préparer par l’Alkahest, Rouen, Guillaume Behourt, 1706, 58-84.
30 ROSSI, JULIO MARÍA, Crisis phyisico-medica sobre el impreso laberinto apolineo… en defensa del escrito de la verdad brillante, Granada, 1701, 51.
31 SOLIER RONDÓN Y VELASCO, FRANCISCO JOSÉ, Expresión de la verdad y respuesta medica pharmaceutico practica a los tres dubios de la historia conferencial de Don Joseph Alonso de Ojeda, medico de la Puebla de Cazalla, dedicada al Señor Don Fernando Mir y Rey Ramirez de Cartagena, asistente de esta ilustre villa de Marchena…, 1715, “Parecer de D. Salvador Leonardo de Flores”. Archivo de la Real Academia de Sevilla, caja 1, RA 18.
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