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Introducción

La alquimia era la expresión de una actividad experimental encerrada en una búsqueda espiritual. Unía, no hay que olvidarlo, una metalurgia muy practica con una metafísica muy especulativa. En las tierras de los Habsburgos había muchísimos estímulos para la química aplicada: minas y explotaciones mineras, especialmente las de Hungría, afamadas en toda Europa por los extraños fenómenos observados en ellas; médicos entusiasmados con las técnicas iatroquimicas de Paracelso, sepultado en el pequeño cementerio junto a la roca de los capuchinos en Salzburgo; o señores de la guerra como Albrecht von Wallenstein (1582-1634), hambrientos de oro[1].
Pero cualquier consecuencia de mayor alcance quedaba ampliamente neutralizada por un medio contemplativo e irracional que tendía a lo abstruso, lo esotérico y, en resumidas cuentas, lo místico. En este asunto, como en el caso de la Welsanschauung global, la física cedía ante la metafísica. Mientras las minas decaían por un exceso de charlatanería y una falta de autentico sentido empresarial, los últimos seguidores de Paracelso desarrollaron una poderosa filosofía química cuyo atractivo intelectual resulto ser inversamente proporcional a su utilidad clínica. La creciente obsesión de los alquimistas por el elixir de la vida nos dice quizá algo importante: mas que a un ideal de creación servían a un ideal de conservación.

La Alquimia, como las actitudes del catolicismo instruido en general, no era una ortodoxia rígida, sino un debate con límites acordados de forma tácita. Los alquimistas estaban divididos en cuestiones fundamentales, como el número de elementos, y sus disputas, como es natural, eran totalmente vitriólicas; al mismo tiempo su ciencia fue objeto de agudos ataques por parte de una serie de críticos domésticos. Pero las objeciones eran las tradicionales y los objetantes hablaban a menudo desde muy dentro del sistema. En vanguardia, por delante de todos, nada menos que Athanasius Kircher (1601-1680). No es sorprendente que los primeros defensores de la piedra filosofal respondieran de la misma manera hasta finales del siglo XVII. Además, aunque una serie de químicos reconocidamente progresistas, como Andreas Libavius (1550-1616), Johannes Hartmann (1568-1631), Daniel Sennert (1572-1637), Johann Rudolf Glauber (1604-1670), Johann Kunckel (1630-1703) o Georg Ernst Stahl (1659-1734), escribían en Alemania y no eran en absoluto desconocidos en las tierras de los Habsburgos, sus propios pasos hacia la modernidad avanzaban con mas vacilación e incluso con mas ignorancia de lo que una mirada a posteriori podría hacer pensar: todos ellos seguían creyendo en la transmutación. El eminente y original escritor Jean Baptiste van Helmont (1580-1644) fue más influyente en Austria por su filosofía mística, el hebraísta cristiano Christian Knorr von Rosenroth (1631-1689) editó sus obras, que por sus innovaciones experimentales[2]. El hechizo de una utopía alquímica no se había quebrado en las mentes del público instruido. Esta es la cuestión crucial, ya que nos proporciona otro síntoma de la importante divergencia intelectual respecto de Europa occidental, donde, aunque algunos seguían, por supuesto, indagando en la alquimia, el tema había dejado poco a poco de ser respetable. El mismísimo Henry Oldenburg (1619-1677) pide información a Johann Maximilian von Lamberg (1608-1682) por encargo de la Royal Society sobre manuscritos alquímicos en la Hofbibliothek, pero se declara muy cauteloso respecto de sus meritos. La dificultad esta resumida por otro de los corresponsales de Lamberg, el doctor francés Charles Patin (1633-1693), que describe a sus homólogos centroeuropeos como personas “extraordinariamente secretistas y milagreras”. El comentario se podría extender a los escalones superiores de la sociedad habsburguesa en general[3].

Por ultimo, la alquimia revela con especial claridad los privilegios de una elite, encabezada por la misma dinastía, y la tolerancia de la Contrarreforma para con la magia, a la que creía útil para fines cristianos. En contraste con la desaprobación oficial en muchos países protestantes, la Iglesia católica adopto un punto de vista señaladamente benigno. Trento prohibió sólo el fraude alquímico; el índice apenas proscribió ningún libro de alquimia y aunque apareció en él el voluminoso Theatrum Chymicum, la prohibición no comenzó hasta cincuenta años después de su publicación en Estrasburgo en el año 1659[4]. Los censores jesuitas y famosos teólogos oficiales de la Contrarreforma, Martín Delrio (1551-1608) y Benito Pereira (1535-1610), tanto el uno como el otro, excluyen la Alquimia de sus censuras, aunque ninguno de los dos mira a la Alquimia con gusto, por sus prácticas y el peligro constante de la charlatanería. Por esta razón condicionan su aprobación a que sea practicada por una persona autorizada, un príncipe o un magnate[5]. Esto cuadraba de maravilla a los Habsburgos: la Alquimia les interesaba de forma evidente y continuó vinculándolos a los buenos tiempos de Rodolfo II (1552-1612). Esta actitud dejó ver claramente su buena disposición para transigir con las condiciones rudolfinas, protegerlas contra los fríos vientos del escepticismo del siglo XVII. Y armonizarlas con una ortodoxia religiosa recién descubierta mediante la acentuación de rasgos espirituales. No se trata de que los últimos emperadores fueran brujos convencidos, al estilo rodolfino; los aspectos esotéricos del padrinazgo de Rodolfo eran ya cosa de otros tiempos. En estos momentos, los Habsburgos dirigían algo que se parecía mucho más a un debate abierto. Con todo, la documentación es sorprendente.
La supervivencia de esta cara aceptable del ocultismo, incluso en medio de los tumultos y el dogmatismo de las décadas de 1610 y 1620, podría demostrarse por medio de testimonios como las dedicatorias de los libros[6]. Una prueba más llamativa, por su absoluta franqueza, aparece en la correspondencia privada de Fernando II (1578-1637): una carta dirigida al emperador en 1630 por su secretario checo y confidente, Rafael Mniŝovskŷ (1580-1644), sobre el famoso alquimista polaco Miguel Sendivogius (1566-1644), en cuya polifacética trayectoria hay una larga estancia con Rodolfo II. Mniŝovskŷ dice que ha estado estudiando Alquimia treinta años, rebuscando manuscritos relacionados con Rodolfo II, y trabajando en bibliotecas monásticas en Braunau y Kremsmünster. Aún más: confiesa una admiración sin límites por Sendivogius, le llama la persona más notable con que jamás se haya encontrado y relata cómo el polaco es capaz de explicar los mayores misterios de la Naturaleza y exponer el más oscuro de los textos[7]. Fernando, evidentemente, compartió y respetó estas alabanzas hacia Sendivogius. Si hay alguien capaz de realizar la gran obra de la transmutación bajo la protección de los Habsburgos, sólo podía ser Sendivogius, aún cuando el anciano maestro nunca llegó a cumplir las expectativas de Mniŝovskŷ. Una reiterada tradición le atribuye la concesión de una baronía por el emperador; pero hay más: el joven químico Glauber y el joven entusiasta silesio Cyprian Kinner (m. 1649) consiguieron ser introducidos en la corte de Viena por recomendación suya[8].
Fernando III (1608-1657)


Tras la subida de Fernando III al trono, la alquimia volvió a florecer abiertamente. Su cultivador más conocido fue Johann Konrad Richthausen (1604-1663), hijo de un propietario minero austriaco, y tutor del heredero de Fernando, el rey de Hungría. Muchos contemporáneos informaron de cómo Richthausen convirtió el mercurio en oro ante el emperador en 1648 y su consecuente elevación a la nobleza con el frívolo título (quizás helmontiano) de Barón von Chaos. No hay más misterios en la trayectoria posterior de Richthausen: fue director de la casa de la moneda, que acuño una gran medalla de oro “transmutado” para conmemorar su éxito, después oficial pagador del ejército y finalmente superintendente de las minas reales de Hungría[9]. Otros practicantes de la Alquimia son más enigmáticos, entre ellos esta el misterioso barón Wagnereck, que hace su primera aparición durante estos años en compañía de su tío, el eminente y respetable jesuita Simón.[10] Fernando III no ocultó su deseo de investigar las posibilidades de la Alquimia y no le faltaron auxiliares. Los honestos metalúrgicos, como Johann Jacob Menschor de Carintia, son mucho menos numerosos que los aspirantes a adeptos: Hieronymus Damean, “Artista et Chy[mista]”, envía tratados paracélsicos desde Gante; Helvicus Otten asiste a la Dieta de Ratisbona en 1654 para presentar su defensa de la tintura filosofal susceptible de ser usada como panacea; italianos anónimos, uno de ellos recomendado al parecer por un hijo del amigo de Rodolfo, Wolf Unverzagt, ofrece unos breves consejos químicos atribuidos al emperador Justiniano, o reglas más amplias para el oro potable[11]. La Biblioteca de la corte fue explorada a la búsqueda de chrysopoei griegos, cuyos escritos se tradujeron al latín complementándolos con un léxico alquímico[12].
Leopoldo Guillermo (1614-1662)

El hermano de Fernando, el Archiduque de Austria Leopoldo Guillermo, se comprometió con más pasión en la aventura. En sus actividades de alquimista y coleccionista de arte, sobrepasó los límites de la moderación observados siempre por el emperador. Su nombre aparece en dedicatorias de tratados publicados sobre este tema. De hecho, sus contemporáneos lo recordaban probablemente más como una autoridad en recetas de transmutación que como servidor de la Iglesia o del Estado. En cualquier caso, su oficio eclesiástico no parecía ser un obstáculo. El principal colaborador de Leopoldo Guillermo fue su chambelán, Wilhelm Leopold von Tattenbach (1609-1661), Gran Prior de la Orden de Malta en Bohemia, Presidente del Consejo de Guerra de Estiria e, incidentalmente, tío del pequeño rebelde que fue el conde Erasmus[13]. Un manuscrito registra doce procesos alquímicos por los que el archiduque pagó buenas sumas de dinero (2000 táleros cambiaron de bolsillo en una sola ocasión). Por él sabemos que el archiduque y el gran prior, cada uno con sus asistentes técnicos, realizaban experimentos donde quiera que sus cortes se encontrasen, especialmente en Viena, Bruselas, y Liubliana en Carniola, echando mano de cualquier método, desde los arcanos de Rodolfo II hasta los “escritos médicos y químicos” de van Helmont.[14]
Especialmente fascinante es una correspondencia totalmente inédita entre Fernando y Leopoldo Guillermo conservada hasta hoy de los primeros años de la década de 1640.[15] En medio de las alarmas por las campañas desesperadas contra los suecos, los dos hermanos emplean un ejército en miniatura de adeptos para examinar la congelación y las propiedades del azufre, para fijar la plata y sublimar el antimonio. “Basta de asuntos públicos”, dice la típica carta del emperador desde Viena, “a.m. ad Chymica…”. “Puedo decirte hoy, escribe Leopoldo Guillermo desde Querfurt en enero de 1642, que comenzado el año nuevo con trabajos de química”; y continúa describiendo la visita de cierto Doctor Agrícola de Leipzig que es “insein secretis gartenax”, pero a quien se puede persuadir para que revele el “verum aurum potabile” Su hermano le contesta con poemas alquímicos y la de detalles de las actividades del “doctor Fortonio” y “Manríquez”. A pesar de la derrota ante los suecos pocos meses después, los experimentos no se interrumpieron por mucho tiempo.
Con la muerte de Fernando III en 1657 y de Leopoldo Guillermo en 1662, entregado finalmente, según informa su embajador veneciano, a “la pintura, las curiosidades, los poetas y los placeres”[16], pareció imponerse en Viena una atmósfera distinta. El carácter más divertido, más abierto, menos complicado de la corte del joven Leopoldo no fue favorable a la Alquimia de manera inmediata. La tregua en la actividad coincidió con una carga contra la superchería del arte alquímico por parte del ya muy famoso Atanasius Kircher, cuyo Mundus Subterraneus, aunque escrito en Roma y publicado en Ámsterdam, debió de referirse a actitudes familiares también en Austria. Kircher dedica toda una larga sección a condenar la charlatanería de los adeptos, revelando sus trucos, destruyendo sus farsas y su jerga vacía. Si alguna vez se ha dado la transmutación, afirma con un golpe bajo, en tal caso este cambio antinatural tuvo que haber sido obra del diablo[17].
Pero los alquimistas estaban listos para volver a imponerse. Después de todo, Kircher no era ningún escéptico ni ningún progresista y, como pronto comprobaron sus oponentes, la actitud de demonologista no cuadraba con él. Uno de ellos, bajo el alias de Salomón de Blawenstein publicó en Viena una invectiva inteligente y bien razonada que, además de citar a Richthausen y al “gran Sendivogius”, señalaba cuantas cosas eran menos plausibles que la alquimia en las obras de Kircher. Justificaciones similares también salieron del colega de Blawenstein, Johann Zwelfer (1618-1668) y del eminente medico sajón Johann Rudolf Glauber[18]. Entretanto, el interés de Leopoldo se incrementaba. Al parecer, había sido ya testigo de algunos experimentos realizados por un misterioso adepto ambulante conocido como Johann de Monte Snyders, y por otros que decían tener el polvo de proyección. Pronto lo veremos leer a Goldmayer, a quien su padre nombro conde palatino, a Glauber, incluso las recetas de Edward Kelley, también leyendo a Blawenstein y a un tal Solinus Salzthal[19].
1670
Para la década de 1670 se suscitó un debate más amplio. El erudito Doctor Hertodt de Moravia, por ejemplo, se opuso a sus colegas alquimistas en algunos asuntos técnicos, pero fue atacado por su compañero kircheriano y noble bohemio Wenceslaus Ardensbach von Ardensdorff en la cuestión del principio general de la transmutación. Corrían buenos tiempos para algunos centroeuropeos que reivindicaban la posesión de la tintura, como el combativo silesio Franz Grassmann, que comerciaba tras haber adoptado el peculiar nombre de Pantaleón y vendía una especie de introducción progresiva a la “sabiduría hermética”[20]. La corte de Viena oyó de todos ellos, Leopoldo buscó los textos de Pantaleón, y la figura más variopinta de la década fue un protegido del Emperador: Johann Wenzel Seiler (1648-1681). Aunque su historia ha sido adornada en algunos detalles por la crónica popular, el núcleo es auténtico. Seiler fue un joven fraile moravo que aprendió los secretos de la Alquimia de un anciano compañero agustino en Brno y huyó de su monasterio con lo que según él era el auténtico polvo de proyección. A pesar de este comienzo heterodoxo y de notorias irregularidades en su vida privada, Seiler se ganó el favor de algunos aristócratas, como el príncipe Liechtenstein, que incluso pudo haber preparado su huída. Leopoldo mostró pronto su interés y cuando Seiler apareció en la Corte, hacia 1674, fue recibido con grandes atenciones, se le proporcionó un laboratorio en una de las puertas del Hofburg y se le nombró caballero con el título de “von Reinburg”. Durante un tiempo todo fue bien: Seiler abasteció al emperador de textos selectos, incluido un soberbio ejemplar herrado, dedicado y con excelentes dibujos de hornos.[21] En 1677 labró un gran medallón de los Habsburgos y aseguró que lo iba a transmutar, en el día de San Leopoldo, de plata en oro. Al final se produjo el desencanto: la baja calidad de la tintura de Seiler y de su moralidad no pudieron ocultarse indefinidamente[22]. Sin embargo el emperador se contentó con devolverlo a Bohemia con un cargo renumerado en la Ceca Real, reflejo de Sendivogius y Richthausen. Murió en Viena en 1681[23].
Seiler demostró ser el más casquivano de los alquimistas de Leopoldo, pero fue defendido por el más serio de ellos: Becher. Desde edad muy temprana, Becher demostró un interés obsesivo por la Piedra Filosofal, escribió una serie de claras apologías de la Alquimia, cada una más fuerte que la anterior y todas muy leídas en su tiempo. También fue una metalúrgico práctico irreprochable[24]. Sus ideas debieron ser conocidas por Leopoldo antes de que se instalase en Austria, ya que la persona que se oculta en la biblioteca privada del emperador tras el obvio seudónimo de Solinus Salzthal es Becher, y de 1670 a 1676 sirvió como especie de consejero alquimista semioficial de los Habsburgos[25].
Los documentos inéditos proporcionan información más explícita sobre sus actividades y relaciones con Leopoldo. Sobre todo su largo memorando sobre las pretensiones de un adepto llamado Daniel Marsali, un practicante de la misma camada que Seiler, sometido el examen del emperador en el palacio de Laxenburg, extramuros de Viena, en mayo de 1674. Becher tiene a mano pronto el pretexto: el proceso de Marsali para obtenerla tintura parece bastante correcto sobre el papel, fuera de algunas contradicciones menores, pero el alquimista debería aprender a vivir como un filósofo. Seguidamente pasa a realizar un ejercicio más agradable, unas declaraciones fundamentalmente teóricas que, a pesar de su correspondiente mistificación, son un notable alarde intelectual. Becher subraya que el arte alquímico es natural y radicalmente simple en su esencia: la tintura es un “hijo de la Naturaleza”, la transmutación es una “generación natural”, una “perfectio materiae”; sin embargo, sus procedimientos requieren estudio profundo, experiencia técnica y bondad de intención[26]. En resumen, Becher se muestra a sí mismo como un alquimista concienzudo y complejo, mezclando la tradición de Aristóteles y Paracelso con elementos fuertemente empíricos y amplias lecturas de la Literatura de su tiempo.
Un intelectual aún más instruido que Becher, aunque, al parecer mucho menos crédulo, participó también en el asunto de Seiler: el bibliotecario de la Corte, Petrus Lambeck. Su intervención es muy extraña, ya que mientras en la década de 1660 se burla de las pretensiones del “arte engañosísimo de la Química”, con todo el veneno de quien ya había condenado los textos de Alquimia como fraudes sin valor, lo encontramos un decenio después implicado en una especie de correspondencia arcana digna de un fanático espagirista. No sólo relata la historia de Seiler, sino que reivindica además una larga e íntima familiaridad con ella: Asegura que su tintura (parte del tesoro de Rodolfo II) había sido descubierta mediante una bola de cristal y recomienda otras recetas y libros ocultistas como si fuese un alquimista nato[27].
¿Qué provocó este giro de Lambeck? Fue su nuevo corresponsal, el Duque Friedrich de Sajonia-Gotha (1646-1691), un alquimista duro que le escribió buscando los secretos de la corte de Austria[28]. Friedrich, hijo mayor de Ernst el piadoso de Gotha, era un súbdito obediente del Emperador, soberano de uno de los ducados menores de Turingia y estrechamente vinculado a Viena. Las recompensas por satisfacer su curiosidad irían desde un contingente extraordinario de tropas en el ejército imperial (realmente prometido en un pasaje), hasta un incremento del prestigio del mismo Lambeck y donaciones importantes para la Hofbibliothek (una gran Biblia luterana fue un quid pro quo). Tales ventajas indujeron a Lambeck a tragarse sus escrúpulos intelectuales, o quizás se tomo en serio el comentario de un amigo de que Alemania era un mercado mejor para los alquimistas que para los textos traducidos del griego[29]. Lambeck cayó en el hechizo de los favores de los aristócratas y de los emperadores y sus tendencias ocultistas ¿Por qué sino habría de preparar documentos de Seiler para presentarlo al soberano? Sus recados para el duque Friedrich incluyeron buscar los arcanos de Fernando III, del archiduque Leopoldo Guillermo y del ya citado Tattenbach, además del intento de persuadir a Leopoldo para que desembuchara su elixir personal[30].
Cierta fe en la Alquimia era perfectamente respetable y a veces incluso de rigor en la Viena de los años centrales de Leopoldo. Cuando el emperador se casó con Eleonora Magdalena Theresia von Pfalz-Neuburg en terceras nupcias en 1677, Knorr von Rosenroth consideró apropiado solemnizar el acontecimiento con un elaborado y abstruso Chymisches Prachtspiel, una extravagancia que combina la trama mitológica con la Gran Obra. Las escenas de su drama se exponían en un erudito prólogo, aunque basta con los subtítulos para descubrir el juego, comenzando con “la Armonía universal y la Antipatía y Simpatía de la Naturaleza” y siguiendo con una multitud de aburridos hexámetros hasta la “preparación, amalgamación e incremento final de la Piedra”.[31]

Tan grande era el favor mostrado a los alquimistas ambiciosos, ya fueran estos sinceros o falsarios, durante estos años, que alguno de ellos, como Johann Friedrich von Rain, sacó una conclusión extrema. Su pretexto fue el año de la peste de 1679 y un remedio natural contra la infección recomendado por Jacobus Joannes Wenceslaus Dobrzensky, cuyo panfleto expresaba sus dudas sobre la existencia de cualquier tipo de Piedra Filosofal, especialmente si no se podía disponer de ella en un momento semejante. Rain había estado inundando ya antes al emperador con tratados de sabiduría secreta e inmediatamente publicó una réplica furiosa afirmando no sólo que los alquimistas poseían una panacea, sino que el no creer en ella podía en realidad ser un crimen de lesa majestad, un insulto a la dinastía que se había adherido a su arte y que con sus remedios dominaría el mundo. Se desconoce la reacción de Leopoldo ante este extraño acto de homenaje, pero los amigos de Dobrzensky, quien tampoco era un extraño en los círculos cortesanos, se apresuraron a reivindicar la dignidad profesional del Doctor de Praga, y la polémica consiguiente no parece haber supuesto para Rain un gran alivio[32].

La controversia Dobrzensky-Rain es reveladora también por lo que no dice. Mientras Rain daba a entender la debilidad de su propia postura por una reductio ad absurdum, sus oponentes tienen mucho cuidado en no negar la posibilidad de la transmutación[33]. De hecho, a partir de 1680 la Alquimia cortesana se vio afectada por un gradual decaimiento, aunque su origen estaba más bien en las sacudidas de la guerra que en un repentino cambio oficial de mentalidad. Las actividades de Becher, a la vez prácticas y teóricas, fueron continuadas por Johann Wilhelm Freiherr von Schröder (1640-1688), quien (como Richthausen) terminó sus días como funcionario de minas, y hasta cierto punto también lo fueron por Philipp Wilhelm von Hörnigk (1640-1714)[34]. La obra de Schröder Nothwendiger Unterreich von Goldmachen, publicada por primera vez en 1684 y reimpresa varias veces, nos ofrece (junto con su propia defensa del arte alquímico) una panorámica de algunos de los rivales y sucesores de Seiler y Marsali: el coronel Schellenberg, con un costoso horno para purificar la plata; un caprichoso neerlandés llamado Sommer, especialista en experimentos con mercurio, y el mismo “barón Wagnereck”, que al parecer volvió a Austria y Baviera antes de su muerte en los primeros años de la década de 1680 y cuyas recetas pasaban subrepticiamente de mano en mano. Aún en 1704 Leopoldo y sus cortesanos se mostraron muy receptivos a las sugerencias de cierto conde Gaetano, o Ruggiero, en realidad hijo de un campesino y uno de los charlatanes más espectaculares de su época[35].
Hay un colofón sin fecha para la Alquimia de los Habsburgos en el siglo XVII. Hacia 1650 un valet de chambre (Kammeridener) imperial llamado Friedrich Hirsch murió y se levantó inventario de sus pertenencias. Incluían unos trescientos libros y manuscritos, muchos de ellos relacionados con la química, la metalurgia, la farmacia y la astrología. Aún más, comprendían también un laboratorio alquímico completo que ocupaba siete habitaciones, con al menos una docena de hornos, uno de los cuáles tenía su “atanor”, universo hornillo con fuego independiente, y un fauler Heinz (fuese lo que fuese). Todo está minuciosamente descrito: alambiques, cientos de retortas, crisoles y ova philosophica (?), toda clase de minerales y productos, químicos, instrumentos matemáticos y equipos varios. Y lo más curioso es que no sería el único.[36]
También la aristocracia
El interés por la Alquimia era también compartido por algunos de los puntales de la aristocracia, especialmente por quienes tenían nombramiento en la corte y, quizá, casas holgadas en Viena para efectuar el trabajo. El gran mariscal de Leopoldo, Franz Augustin Waldstein (m.1684), protegió a Seiler; también lo hizo el conde Schlick y dos de los Paar, uno de los cuáles, al menos gozó entre sus contemporáneos de gran fama como iniciado. A su muerte en la década de 1670, los manuscritos de Paar fueron a parar a manos del presidente de la Hofkammer, Sinzendorf, antiguo protector de Seiler y de Marsali[37]. El conde Kart Ernst Rappach, comandante de Viena, participó en algunos experimentos en los que también se vio involucrado Franz Ehrenreich Trautmannsdorf (1662-1719) y la mujer del canciller de Bohemia. ¿Podría haber sido él el autor de la “tintura Rappach” que tomó Leopoldo en su lecho de muerte? Es seguro que el conde Volkra presentó al emperador en 1682 propuestas metalúrgicas[38].
En Praga fueron muy conocidos los barones Pfehořovskŷ y Gottfired Daniel Wunschwitz, que recibió de su suegro un extenso tratado alquímico en 1713. En Moravia, los Petřvaldskŷ de Buchlov fueron serios estudiosos de Química, mientras que el conde Jules Hoditz y Petrus de la Fosse (quizá su cuñado) presenciaron transmutaciones realizadas por un tal “Petrus Della Bono”, descrito como coronel del ejército imperial y discípulo de van Helmont. Por desgracia, las referencias a los patronos del arte alquímico tienden a ser lacónicas e imprecisas. No es posible seguir la pista de personas como Franz Weickard Hoffmann von Lichtenstein y Wolfgang Julios von Hardeck (¿Hardegg?). Peor aún son las menciones a “Lobkowitz”, o el anónimo conde que mantuvo una íntima correspondencia sobre Alquimia durante los años 1690, o a nuestro amigo el barón “Wagnereck”, cuyo título podría ser auténtico[39].
En los diversos escritos consultados, se identifica bien el vínculo entre estos aristócratas y la corte de estos advenedizos alquimistas. No es que todos los médicos de Viena fueran favorables a la Alquimia o a los remedios ocultos: el decano de la facultad de Medicina de la Universidad, Sorbait, fue un progresista moderado que adoptó un punto de vista claramente mojigato sobre Paracelso y como algunos colegas suyos, se adhirió a la teoría de Harvey sobre la circulación de la sangre[40].

Pero otros eran abiertamente afectos a la transmutación, a la alquimia, como el ya citado Johann Zwelfer, un Doctor de clara reputación, a pesar de su tendencia a los ataques mordaces; Georg Sebastián Jungius, que escribió para Leopoldo su Malum Aureum, Friedrich Ferdinand Ilmer, a quien el emperador ennobleció como “von und zu Wartenberg”; Wolf Carolus Lebzelter, un experto en venenos, y el médico conservador ortodoxo Wechtler[41]. En las provincias, los médicos mostraron un entusiasmo semejante, desde los ya citados Hertodt, padre e hijo, en Moravia, hasta el emprendedor Philip Jacob Sachs von Levenheimb (1627-1692) y Johann Jenish en Breslau, o el oscuro Doctor Scheidenberg, que practicó primero la Medicina en Villach y luego en Tyrnau. La mayoría de ellos se relacionaron con la Academia Naturae Cursiosorum, la primera revista internacional de “ciencia” y el foro profesional de los doctores centroeuropeos a fines del XVII (Sachs fue su secretario), y no hay duda de la dedicación de esta academia al debate alquímico. Su entrega quedó confirmada por las actividades de sus miembros donde quiera que se encontrasen, como los sajones Gabriel Clauder (1633-1691), Christianus Adolphus Balduinus (1632-1682) y Johann Adolph Bedel (1675-1747), Johann Georg Volkamer (1616-1693) en Nüremberg y Andreas Cnöffel (1601-1658) en la corte de Polonia[42].
Tanto la perspectiva de la obtención de un remedio universal como la posibilidad de enriquecerse atrajo a reyes, aristócratas y nobles poco previsores hacia la Alquimia. La correspondencia húngara de noble y militar Adám Forgách (1601-1681) revela una falta crónica de buena salud y de dinero; de ahí, probablemente, su interés por experimentar[43]. El rapaz Sinzendorf obedecía, probablemente, a los mismos apremios. Sin embargo, el patrocinio de la alquimia tanto por parte de los magnates como de los Hasburgos tuvo raíces más profundas. Pál Esterházy, uno de los hombres más ricos del país, parece haberse dedicado a la Alquimia desde joven, con una espléndida biblioteca, repleta de libros y manuscritos, dedicada a la alquimia. Incluso Becher afirmó que estaba en posesión de la prima rotatio en el proceso de la transmutación[44].
Karl Eusebius Liechtenstein

El mejor ejemplo de alquimista compulsivo salido de las filas de las clases superiores es Karl Eusebius Liechtenstein (1611-1684). Aunque, según confesión propia, se sintió defraudado tras una larga serie de adeptos invitados a sus propiedades en Austria y Moravia, el príncipe siguió creyendo en la Piedra Filosofal hasta que murió en 1684[45]. Todo ello, a pesar de que Pantaleón le dedicara su Examen alchymisticum…, un librito pensado, en realidad, “para el provecho de los magnates y de otros que […] no comprenden plenamente las operaciones químicas”; y sus breves y lapidarias admoniciones no hacen son redundar en la idea de la existencia de una élite social con el privilegio de investigar estas cosas, especialmente tras el ambiente creado en la Contrarreforma por sus teóricos y sus ideas sobre el ocultismo.[46]
Vamos a detenernos algo más aquí. Desde aproximadamente 1660, el príncipe Karl Eusebius de Liechtenstein había desarrollado en su castillo de Feldsberg (hoy en Schloss Valtice, propiedad de la República Checa, después de varios intentos judiciales para ser devuelto a la familia, y patrimonio mundial de la UNESCO) un verdadero centro alquímico. Se describió a sí mismo como el «gran amante e investigador de ésta, la más alta y más preciosa ciencia y don de Dios»[47]. Su primer técnico de laboratorio pagado fue el religioso húngaro Gabriel Liefroy (O.M.)[48]. En 1665, el príncipe compró vasos de destilación y contactó con el “doctor quimico” Andreas Baist; y un año después, en 1666, pagó a su «asistente de laboratorio químico» Gregor Scholtz nueve florines. La primera mención de un laboratorio en Feldsberg se remonta al año 1672. En una lista de las habitaciones del castillo Feldsberg desde 1684 también se dirige una farmacia. En 1675 apareció por allí un alquimista llamado Johann Kling, de quien se dijo que era un luterano inveterado[49]. El 9 de marzo de 1682, Carlos Eusebio prometió al alquimista Egidio Felice el pago de 12,000 florines, si la prometida Piedra Filosofal aparecía, pero resistió todas las muestras[50]. Hacia 1676 existe mucha documentación emanada de Feldsberg en el archivo las colecciones principescas de Liechtenstein, disponibles para el investigador interesado. Especialmente llamativa es la relativa al Baron Schellenberg (probablemente Wolfgang Ferdinand Freiherr von Schellenberg)[51]. Se decía que prometió al príncipe hacer oro con metales inferiores. Aunque Becher, como comisionado del grupo de expertos para verificar los trabajos del Barón, decía en 1676 que ni su horno, ni él mismo le inspiraban ninguna confianza. Pero, al parecer sólo pudo después la muerte del Karl Eusebius[52].
Mirando hacia atrás, Karl Eusebius resume todos sus asuntos con alquimistas así: “He ha sido traicionado por todos… y más de cien mil daños más me han causado». En noviembre de 1678, el príncipe se unió a la sociedad secreta Collegium Philadelphicum[53], una sociedad que Gottfried Wilhelm Leibniz menciona en una de sus cartas a Jakobus Thomasius de abril de 1669. Por su parte, el padre benedictino Maurus Weibel dedicó Kart Eusebio un tratado títulado «Alchymia magna seu supellex alchymia»[54].
El gusto por la alquimia de Kart Eusebius fue trasladado a sus sucesores. Su hijo primogénito Johann Adam Andreas von Liechtenstein (1657-1712) fue enviado por Karl Eusebius dos veces a Italia (en 1677 y 1679) para que visite a los alquimistas de Venecia y Roma (por ejemplo, a Pietro Martinetti). El famoso médico alquimista Anton Joseph Kirchweger (1672-1746) trabajó en el Schloss Feldsberg desde aproximadamente 1705 a 1735. Kirchweger es el autor, en 1723, de la primera impresión del célebre tratado alquímico «Aurea catena Homeri», además es el autor del manuscrito «Microscopium Basili Valentini», un compendio de conocimiento químico, y de la «Physica Hermetica Concentrata», que se imprimió póstumamente en 1780. Kirchweger fue en 1735 Kammergutsphysicus de Gmunden, donde murió en 1746 a la edad de 74 años[55]. El Príncipe Anton Florian de Liechtenstein (1656-1721), Obersthofmeister, intentó en la primavera de 1705 en Feldsberg la obtener información que le pudiera proporcionar del espía y charlatán Don Dominico Emanuele Caetano (luego ahorcado en Küstrin 1709). Además de miembro del Consejo Imperial Secreto, Joseph Johann Adam, Príncipe de Liechtenstein (1690 – 1732) fue un admirador del arte real: en 1726 fue cuando el alquimista francés Aluys le mostró sus trucos en Viena. El principal colaborador de Liechtenstein en Feldsberg fue Maurus Weibel, cuyo hermano, Johann Martin, trabajó de médico y boticario para el duque de Sulzbach, un nuevo vínculo entre Austria y Knorr von Rosenroth.
El escritor alquímico más fértil fue un barón de Carniola, conocido tanto por Esterházy como por Liechtenstein: Johann Friedrich von Rain. A finales del siglo XVII Rain dio a Leopoldo más de cincuenta tratados, cuidadosamente dispuestos y a veces con ilustraciones, sobre la Piedra Filosofal. Son hinchados y reiterativos, repletos de retórica arcana, de 28 volúmenes. Su eterna canción es la sabiduría del verdadero iniciado, en oposición al fraude de los “pseudo químicos”. Con títulos intercambiables que anuncian “El Apocalipsis de Hermes”, la “Teoría y práctica de la Piedra”, los “siete sellos de los Filósofos”, o incluso una “Filosofía natural hermético-químico-mágica”[56].
La historia de la alquimia eslovaca, muy desconocida fuera, está siendo merecedora de atención por parte de nuevos y buenos investigadores. La pasión por ella fue similar a la habida en las tierras habsburguesas. Por ejemplo, el castillo de Strmol llegó a ser un gran centro alquímico en el siglo XVII, que llegó a estar capitaneado por Rain[57].
Evidentemente, Rain era un maniático, aunque su extenso legado estuviera en la Hofbibliothek. Según él, ocupaba un alto cargo público: “Consejero imperial y asesor en el Ducado de Carniola”. No se solía mentir en estas cosas. Y, de hecho, Leopoldo nunca le rechazó personalmente. Incluso leía sus obras en 1674. Es más, el hijo del barón consideró oportuno entregarle a Leopoldo un volumen póstumo[58]. Rain demuestra tener un amplio y cercano conocimiento de toda la literatura alquímica. Se refiere constantemente a los seis volúmenes del Thetraum Chemicum de Estrasburgo de 1659, a Beccher y a Monte Snyders. Y no es un noble diletante, a tenor del extraordinario trabajo que se tomó con sus ejemplares de presentación.
Pero lo más llamativo de Rain es que insiste constantemente en el lado espiritual de la alquimia. La define como “la parte oculta de la Filosofía Natural, y por lo mismo, una parte muy necesaria de la física, o la investigación natural”, aunque siempre reivindicando la posesión de la Piedra Filosofal. Pero esto último no indica que esperara de ella grandes beneficios materiales, sino que su lapis philosophorum es una suerte de sacramento o tercera persona de la Trinidad (como también la llama, formada por el padre mercurio y el hijo azufre), la resurrección y hasta la creación del mundo o el nacimiento de Cristo. Es curioso que precisamente los mismos ideales y sentimientos aparezcan en la obra de Beccher. Si para Rain el elixir es un “plasmator primarium Deus” e incorpóreo, “una sustancia nunca fabricada en los alambiques y hornos de los químicos”, en el memorando de Beccher se lee que “la contemplación de la alquimia es cien veces más placentera que la del mismo oro”[59]. Beccher consideró la transmutación como una regeneración, subrayando que la tintura sólo podía obtenerse por la gracia divina. En realidad, tanto Rain (que llega a ofrecer sus secretos al Emperador al servicio de la Contrarreforma) como Beccher llegan a ciertos puntos de fanatismo en su simbolismo apegado al Catolicismo.
Esto nos lleva a hacernos una pregunta: ¿Hasta qué punto estuvo la Iglesia directamente implicada en la alquimia centroeuropea? Es difícil de saber. Especialmente por el contenido intemporal y mítico que los adeptos atribuían a los hombres de la Iglesia, ejemplificando todo esto en el mítico “Basilio Valentín”, considerado un benedictino del siglo XV, y en realidad una invención de un autor alemán reciente, cuyos arcanos llegaron incluso a traducirse al eslovaco. Así, es difícil saber qué pensar sobre el auténtico origen de un manuscrito con recetas secretas supuestamente encontrado en el monasterio suabo de Weingarten por un miembro de la familia Kurtz (probablemente tío o sobrino de Albrecht). Este manuscrito fue presentado más tarde a Fernando III. O de otro que, según se decía, fue extraído de una sepultura en Breslau, y redactado para utilidad de los benedictinos de Bohemia[60]. Es muy curiosa y llamativa la disposición de los contemporáneos a aceptar esas historias, lo que nos lleva a pensar que se trata de documentación auténtica de alquimia benedictina. De hecho, el socio de Lichtenstein, Waibel, era también benedictino, transferido para servir de capellán en Feldsberg, y debió de haberse creído el sucesor legítimo de “Basilio Valentín”. Pero hay testimonios similares en otros monasterios, como la dedicatoria cisterciense de la traducción alquímica de Dee, y algunos materiales conservados, como un ejemplar de la correspondencia falsa entre Sendivogius y varias colecciones de tinturas y arcanos médicos, que permiten sospechar muy seriamente de la actividad experimental en las casas cistercienses de la Alta y Baja Austria[61]. Los canónicos regulares de St. Florian poseían manuscritos alquímicos, en tanto que la crónica de Strahov anota la muerte en 1655 de Chrysostom Kynast, “Experto en farmacia y versado en cuestiones de alquimia con tanta ilusión y fama que fue favorecido por muchos señores del reino”, incluido el Emperador[62].
También los frailes se interesaron por la Alquimia: Seiler, después de todo, aprendió su oficio de un compañero agustino de Brno. Abraham a Sancta Clara, sospechoso de tendencias espagiristas, creía que Paracelso y Thurneysser tuvieron alguna vez la Piedra Filosofal[63]. La postura de los jesuitas es más problemática. Las ideas de Kircher reflejan una actitud oficial fría en general, y Becher nos habla de un joven jesuita que dudaba si participar en los experimentos por temor aun reproche de sus superiores. Pero la orden no pudo haber prohibido la Alquimia: Lana-Terzi se entusiasmó con ella, Szentiványi creía en ella, Kochański recibía correspondencia sobre transmutaciones, y Wenceslaus Ecker hasta la practicó, etc.[64]
Una lista completa de sacerdotes adeptos a la alquimia comprendería también al clero secular, desde el párroco que circunstancialmente la practicaba, hasta las filas de los altos prelados[65]. Mientras el estricto obispo de Seckau, Brenner, castigó al preboste de su catedral en los primeros años del siglo por su conocida dedicación a la alquimia, algunos de sus sucesores eclesiásticos adoptaron una actitud distinta. Pötting de Nassau estuvo comprometido con Wagnereck y con Pantaleón; Waldstein de Praga aprendió de su hermano Franz Augustin; Friedrich de Hesse, en Breslau, tenía libros de alquimia y un laboratorio[66]. György Lippay, primado de Hungría, dedicó a Leopoldo un hermoso manuscrito sobre los cuatro elementos de los filósofos, basado en parte, en “la inspiración de la clemencia divina y en parte en largos años de experiencia continuada y en la interpretación de los más eminentes autores”.[67]
Así pues se permitió que la alquimia tuviese cierto campo de acción dentro de la Iglesia y las críticas de la misma tendieron a ser acalladas. La única excepción, la diatriba de Kircher, traiciona, por su misma estridencia, por no hablar de su excelente información sobre el tema, tanto el desasosiego del autor respecto de esta difícil condena de la “superstición”, como la popularidad se su objetivo. Un discurso satírico de fecha tan tardía como el año 1708 caracteriza mejor la impotencia para dar el golpe de gracia: “Quis nam Aasoth?”, pregunta el orador. A continuación descifra el anagrama alquímico para mostrarnos a “Thomas Aquinas” como auténtica quintaesencia, olvidándose de la real asociación entre Thomas de Aquino y las tradiciones de la transmutación[68].
Con todo, la Iglesia no necesitó implicarse demasiado, pues el gran servicio prestado por la alquimia y por el ocultismo en conjunto fue el de consolidar el control intelectual y espiritual del catolicismo sobre la sociedad secular. Quizá el error de Zwelfer, cuando afirmaba que muchos grandes monasterios crecieron por donaciones logradas gracias a la Piedra Filosofal fuese monstruoso, pero sus palabras podrían ser ciertas en un sentido metafórico y simbólico que difícilmente habría captado él mismo[69]. Además, a estas alturas la alquimia ya estaba marcada por el timbre de gloria de unas buenas credenciales imperiales, aristocráticas y católicas. Por supuesto, ni la alquimia, ni otras ramas de la magia erudita quedaron restringidas al mundo católico, pero sólo allí, y en los círculos luteranos conservadores que representaban una posición intermedia en el camino hacia este mundo, la discusión de tales asuntos seguía siendo un tema central de la vida intelectual, más que una mirada circunstancial, algo que cada vez estaba menos de moda. El mismo hecho de que en ninguna parte de la Europa del siglo XVII se produjese una ruptura objetiva en el mundo de la química vale quizás para destacar las crecientes diferencias de mentalidad y énfasis de un lado a otro del continente. Por otra parte, a pesar de los efluvios y experimentos, la alquimia había llegado a ser en las tierras de los Habsburgos la menos revolucionaria de las técnicas al insistir en una función más bien conservadora que transformadora, en el oro bebible, el aurum potabile, que pretendía proporcionar alivio espiritual y físico. Los sucesores de Rain y Liechtenstein de un siglo más tarde no fueron Lavoisier, ni siquiera Scheele, sino los reaccionarios mistagogos rosacruces del primer romanticismo[70]. En resumen, la alquimia formó parte de una cultura barroca jerarquizada, en la que la transmutación social era tan difícil de conseguir como el oro de laboratorio de los entusiastas.
[1] Hay muchas descripciones de las minas de Neusohl, Kremnitz y Schemnitz que podrían cambiar el hierro en cobre ¿por transmutación o por sustitución, según el gusto del visitante? Por ejemplo: Morin, J. B., Nova Mundi Sublunaris anatomia, Paris, N. du Fossé, 1619, 116-144; Browne, E., A brief account of some travels in Hungaria, Servia, Bulgaria, Macedonia, Thessaly, Austria, Styria, Carinthia, Carniola, and Friuli…, London, T. R. for Benj. Tooke, 1673, 85ss, Hall, R.M. y Hall, M.B. (eds.), The correspondence of Henry Oldenburg, Madison, WI., University of Wisconsin Press; London, Mansel; London, Taylor & Francis, 1965–86, 13 vols. (en adelante Hall y Hall), vol. V, núms. 1023, 1046, 1097, 1145 y 1182. Kircher, A., Mundus subterraneus, quo universae denique naturae divitiae, Amsterdam, 1665, 2 vols., vol. II, libro 10, passim; Cranston, M., John Locke, a biography, Londres, Longmans, Green and Co, 1957, 84 y 90; Boas Hall. M., Robert Boyle and 17th century Chemistry, Cambridge, Cambridge University Press, 1958, 174-180; Montesquieu, Ch.-L. de Secondat de, Voyages, Bordeaux, 1894-1896, 2 vols., vol. II, 241-244, 253-256. Para Wallestein: Ernstberger, A., Franken, Böhmen, Europa. Gesammelte Aufsätze, Kallmünz, Michael Lassleben, 1959, 2 vols., vol. I, 327-349: “Wallenstein und chimicus Eckhardt”.
[2] Libavius, A., Syntagmata Arcanorum Chymicorum, Frankfurt, 1613-1615, 3 vols., esp. III: Appendix necesaria. Sobre Hartmann: Ganzemüller, W., Beiträge zur Geschichte der Technologie und der Alchemie, Verlag Chemie GmbH., Weinheim/Bergstraße, 1956, 314-322. Sobre Sennert: Thorndike, L., History of Magic and Experimental Science, New York, Columbia University Press, 1923-1958, 8 vols., vol. VII, cap. 7. Sobre Glauber: Gugel, K. F., Johann Rudolph Glauber 1604-1670, Leben und Werk, Wurzburgo, Freunde Mainfränkischer Kunst und Geschichte, 1955. Referencias manuscritas al mismo en: Österreichische Nationalbibliothek (en adelante ÖNB), ms. 11439 passim; Országos Széchenyi Könyvtár (Biblioteca nacional Széchenyi de Budapest, en adelante OSzK), ms. 3 duod. Eslav. fols. 43v-56v; Universitny Knivotna de Praga (en adelante UK), ms. XI B8 fol.1. Kunckel comenzó su carrera en Bohemia trabajando para los Saxe-Lauenburg (Ganzemüller, W., oc, 46-51, 105-115, 192-203; Partington, J. R., A History of Chemistry, Londres, MacMillan, 1961, 2 vols. (en adelante Partington), vol. II, 361-377). Sobre Stahl: Partington, II, 653-688, y Oldroyd, D., “An Examination of G. E. Stahl’s Philosophical Problems of Universal Chemistry”, Ambix, 20 (1973), 36–52. Sobre van Helmont: van Helmont, J. B., Aufgang der Artzney-kunst, I-II, Sulzbach, 1683, 2 vols.
[3] La carta de Oldemburg en ONB, ms. 9714, fol. 3, datada en Londres, a 10 de febrero de 1670, y publicada en Hall y Hall, VI, numero 1390. Patin, Ch., Travels thro’ Germany, Bohemia, Swisserland, Holland, and other parts of Europe describing the most considerable citys and the palaces of princes: together with historical relations and critical observations upon ancient medals and inscriptions, London, Printed for A. Swall and T. Child, 1696, 52. Muchas cartas de este hijo de Guy Patin entre 1669 y 1678, a menudo sobre numismática, en ONB, mss 9713-9716. Sobre los quimicos progresistas occidentales en general: Boas, M., Robert Boyle and the 17th century Chemistry, Cambridge, Cambridge University Press, 1958. Aunque a su libro le faltan matices, ve las cosas en términos de nigredo y albedo, como harían los alquimistas.
[4] Thomas, K. V., Religion and the Decline of Magic, London, Weidenfeld and Nicolson; New York, Scribner, 1971, 245. Sobre la prohibición oficial de la alquimia en Inglaterra: Enciclopedia Católica, 1948, I, cols. 723-726. Reusch, F. H., Der Index der verboteren Bucher, Bonn, 1883-5, 2 vols., vol.II, 179. El Theatrum no fue prohibido probablemente por sus contenidos alquímicos, de todos modos otras obras semejantes se habían impreso en los primeros años del siglo XVII.
[5] Delrío, M., Disquisitionum Magicarum libri VI, Lovaina, 1599-1600, I, 63-101, especialmente 100. Pereira, B., De Magia, de observatione somniorum et de divinatione, Colonia, 1598, 69-86. Beyerlinck, L., Magnum Theatrum Vitae Humanae, Lyon 1665-1666, 8 vols; vol 2, letra C, 203-206. Zwinger, T., Theatrum humanae vitae Theodori Zvingeri… tertiatione novem voluminibus locupletatum, interpolatum, renovatum. Cum tergemino elencho, methodi scilicet, titulorum et exemplorum…, Basilea, Eusebium Episcopium, 1586, tomo IV, libro XX (“De mechanicis habitibus”), 3706. Estamos ante uno de los plagios más desvergonzados de la historia de la cultura. El canónigo de Amberes Beyerlink no solo le “robó” el libro entero a Theodor Zwinger, sino que tachó cuanto no le interesó y mezcló el resto con la mitad de textos sacados de autores católicos, como el funesto Del Rio y otros. Además, al ponerlo en orden alfabetico, le quito toda la fuerza probatoria que Zwinger había dado a su Theatrum. Sobre esta cuestión: Gilly, C., “Il Theatrum Humanae Vitae di Theodor Zwinger: da una “historia naturalia” dell’uomo ad un <Novum organum> Della scienze”, en Biblioteca Nazionale Marciana-Bibliotheca Philosophica Hermetica (ed), Magia, Alchimia, Scienza dal ‘400 al ‘700. L’influsso di Hermete Trismegisto, Venecia-Amsterdam, 2002, 2 vols., vol. 1, 253-264. Agradezo a Carlos Gilly sus muy clarificadores comentarios al respecto.
[6] Como es el caso de Philip Müller en su Miracula et Mysteria Chimico-Medica, Wirtemburg 1656, con una dedicatoria al archiduque Maximiliano del Tirol, a pesar de la oscuridad de su autor, con cuatro ediciones en Wittemberh, entre 1610 y 1623. Es curioso que acabe con el Novum Lumen Chymicum de Sendivogius. Y antes el Tyrocinum Chymicum. Empieza diciendo al Archiduque que todo en la Naturaleza es mutable. Da recetas y procesos, como si aclarara el mysteria de cosas tan milagrosas. Pero como él hay muchos libros, muchos, muchos.
[7] Haus- Hof- und Staatsarchiv de Viena (en adelante HHStA), Hausarchiv, Fam. Korr. A Kart. 8, Fol. 279-284, desde Troppau, 22 de septiembre de 1630.
[8] Gugel, K. F., Johann Rudolph Glauber 1604-1670, Leben und Work, Wúrzburg, 1955, 13s; Turnbull, G. H., Hartlib, Dury and Comenius, Londres, 1947 (en adelante Turnbull), 384, quien dice que la invitación de Kinner venía del “Baron Michael Scudivogius” (sic) y del “Count Gaschinus”. Los Gaschin eran grandes en la antigua nobleza silesia. Sobre la vida de Kinner: Turnbull, 384ss; Blekastad, M., Comenius. Versuch eines Umrisses von Leben, Werk und Schicksal des Jan Amos Komenský, Oslo: Universitetsforlaget & Prague: Academia, 1969, 402ss. Además de corroborar la saga de Sendivogius, esa información suscita la interesante posibilidad de que Cyprian Kinner, conocido como amigo de Comenius, podría haber sido pariente de Godefrid Alois Kinner, ambos procedentes de Silesia, e interesados por una lengua universal (Schott, G., Organum Mathematicum : Libris IX. Explicatum à P. Gaspare Schotto E Societate Jesu, Quo per paucas ac facillimè parabiles Tabellas, intra cistulam ad modum Organi pnevmatici constructam reconditas, pleraeque Mathematicae Disciplinae, modo novo ac facili traduntur … Opus posthumum, Norimbergae, Sumptibus Johannis Andreae Endteri, & Wolfgangi Jun. Haeredum, 1668, 740ss; Salmon, V., The Works of Francis Lodwick, Londres, 1972, 17 y 26), ambos se cartearon con Kircher. La carta de Cyprian en la British Library, ms. Sloane 649, fols. 17s. Este manuscrito contiene pruebas de su interés por la Alquimia.
[9] Monconys, B. de, Journal des Voyages, H. Boissat et G. Remeus, Lyon, 1665-1666, 3 vols. (en adelante Monconys), vol. II, 378-380, Zwelfer, J., Pharmacopoeia regia seu Dispensatorium novum locupletatum et absolutum: annexâ etiam Mantissa Spagyrica… Bini Discursus Apologetici, Noribergae, sumtibus Michaelis & Johan. Friderici Endterorum, 1668, 328ss; Becher, J. J., Oedipus Chymicus, Amsterdam, Elizeum Weyerstraten, 1664, 196; Schröder en Roth-Scholtz, F., Deutsches Theatrum Chemicum, 1728-1732, 3 vols. (en adelante Roth-Scholtz), vol. I, 232s; Lenglet du Fresnoy, N., Histoire de la Philosophie Hermétique, La Hague, Gosse, 1742, 3 vols., vol. II, 35-44; Schmieder, K.C., Geschichte der Alchemie,Halle, 1832 (en adelante Schmieder), 307-403. Bauer, A., Die adelsdocumente österreichischer Alchemisten, Wien, Alfred Hölder Verlag, 1893 (en adelante Bauer), 23-26 y 52-56, Srbik, H. von, “Abenteuer am hofe Kaiser Leopold I”, Archiv für Kulturgeschichte, 8 (1910), 52-72 (en adelante Srbik “Abenteuer“), 56; Thorndike, VIII, 361ss y dos cartas de Philip von Mansfeld, 26 defebrero y 18 de marzo de 1648, en HHStA, Hausarchiv, Fam Korr. A 10. Bauer, A., „Johann Konrad Richthausen, der Paracelsus von Wien“, en Diergart, P. (ed), Beiträge aus der Geschichte der Chemie, Leipzig und Wien, F. Deuticke, 1909, 335–342.
[10] Simón Wagnereck (1605-1657) fue un académico llamado por Fernando III para catalogar monedas de la colección imperial (Sommervogel, C., continuando a Backer, A. and A. de, Bibliothèque de la Compagnie de Jésus, 10 vols, Brussels-Paris, 1890-1909, sub verbo Wagnereck). Según E. Kalista (ed), Korrespondence císaře Leopolda I s Humprechtem Janem Černinem z Chudenic, Praga, 1936, I, núm.11, su sobrino llegó con él como “chimico” e hizo “una prova rara con una sua tintura”, pero a continuación fue mandado a galeras. Hermann Kopp, en Die Alchemie in älterer und neuerer Zeit, Heidelberg, Carl Winter’s Universitätsbuchhandlung, 1886, 2 vols. (en adelante Kopp), vol.I, 207 n., piensa que Simón también sabía algo de Alquimia, pero todo este asunto es muy confuso.
[11] Menschor: ÓNB, ms. 11360, del año 1650, con un ataque a los “conjuradores” (fol. 168ss). Damean: ÓNB, ms. 11343, fechado también en 1650: 1: „Geschieht durch die von Gott verordnete Essentialischen vnd Archanischen Arcanen, die macht vnd gewalt haben, allen Kranckheiten zu widerstehn, vnd auß dem grund zuheilon. Neben andern, auch mit grossen Magnaliis Dei, Mysteriis & Secretis geziert vnd angeült, die zum tlieil mit grosser Verwunderung zuuememen, befoderst von Frawischen Geschlecht. Durch mich Uieronymum Damean Artistam et Chy[micum]“; 2: „Philippo Theophrasto magno von Hochenheim, genant Paracelso, fast die gantze Welt widersprochen, nichts desto weniger Sigct er ob, alle seine Widerwerttigen, zu seinem vnsterblichen Lob, zu Spott vnd schaudt machendt.» „Hieronymus Damean . . de Guand in Flandern“. Otten: ÖNB, ms. 11429, fols. 1v-13r, donde asegura que uno de sus testigos era el arquitecto y matemático Joseph Furtenbach (1591-1667). En ÖNB, ms. 11339 podemos leer dos tratados dedicados a Fernando III por Wolfgang Sigismund Unverzagt (quizás el hijo, según Zedler, J. H. (ed), Grosses vollständiges Universal Lexicon, 54 vols, Halle-Leipzig, 1732-1750, sub verbo) de Wolf Unverzagt; ÖNB, ms. 11298 también en italiano y casi idéntico al manuscrito 11339, fol., 47-49; ÖNB, ms. 11387, en italiano y en latín fechado en 1640.
[12] ÖNB, ms. 11453: “Graeci Chrysopoei Veteres quicunque… in S.ae Caesae Maiis Biblioteca… asservantur”, textos y léxico de términos; ÖNB, ms. 11465 es otra copia del “Dictionarium Chymicum”. ÖNB, ms. 11249 (infra nota 78) está también dedicado a Fernando III, y hay más referencias al mismo en Becher, J.J., Chymischer Glückshafen, Frankfurt, 1682, 260.
[13] Ludovicus de Comitibus, “De liquore Alchaest”, en Manget, J. J. (ed), Biblioteca Chemica Curiosa, Genevae, Tournes, 1702 (en adelante Manget), 2 vols., vol. II, 764-781. Hay muchas menciones de Leopoldo Guillermo en los manuscritos: ÖNB, ms. 9713, borradores de su correspondencia alquímica en ÖNB, ms. 9715, fols. 223, 244, 259, 246s, 270; también en ÖNB, ms. 9716, fols. 2-5, 21, 30, 46, 26 (fuera de orden), 85, 99s., 116, 237s, 241, 256, 269. Más sobre Leopoldo Guillermo y la alquimia en ÖNB, ms. 11323d, ÖNB, ms. 11370, ÖNB, mss. 11395-11398, ÖNB, ms. 11406, ÖNB, ms. 11458 y ÖNB, mss. 11473-11516; UK, ms. XIB 8, fol. 25v. Sobre Tattenbach: Schwarz, H. F., The Imperial Privy Council in the 17th century, Cambridge, Harvard University Press; London, H. Milford, Oxford University Press, 1943, apéndice, sub verbo; Kedd, J., Paraenesis ad Luteranos Dominos Academicos aberrantes, Viena, typis Mattei Rietii, 1655. Dedicatoria a su sobrino, Erasmus.
[14] ÖNB, ms. 11365: “Ihre Ertzherzogl: durchl: Leopoldo Wilhelmi Labores chymici”, en alemán, quizá de J. F. von Rain. Ver: Miscellanea Curiosa Medico-Physica Academiae Naturae Curiosorum, Lipsiae, 1670, I, 73ss.: …fus terram monstraret, nemo tamen divinare potuit, qvid hoc fignificaret. Tandem tempore Serenifs. Archiducis LEOPOLDI VVILHELMl facum, ut ultima filia ex ista Cubicularii prosapia morti vicina locum Archiduci revelaret, ubi secretum esset absconditum, scilicet eo in loco, quem ista statua digito indicaret”. Lhotsky, A., Die Geschichte der Sammlungen, Viena, Ferdinand Berger, 1941-1945, 2 vols., vol. I, 371.
[15] HHStA, Hausarchiv, Fam. Korr. A 10-11: 31 cartas de Leopoldo Guillermo, 1634-1650; 142 de Fernando, 1627-1645; casi todas de los primeros años de la decada de 1640, en alemán. 113 cartas más de Leopoldo Guillermo 1644-1646, en Estocolmo, Riksarkivet, Extranea 195: “Kejsar Ferdinand III:s arkiv” están reseñadas por Emil Schieche en “Umfang und Schicksal der von den Schweden 1645 in Nikolsburg und 1648 in Prag erbeuteten Archivalien”, Bohemia (Jahrbuch des Collegium Carolinum), VIII (1967), 113-133, en 131. Este legajo contiene además cuatro cartas de Felipe IV y una de la Condesa de Coruña, fechada en 1647.
[16] Fiedler, J., (ed), Relationem Venezianischer Botschaften über Deutschland und Österreich im sechszehnten Jahrhundert, Wien, aus der K. K. Hof- und Staatsdruckerei, 1867, 50-52.
[17] Kircher, A., Mundus subterraneus, in XII libros digestus : qvo divinum subterrestris mundi opificium, mira ergasteriorum naturae in eo distributio, verbo [pantamorphon] Protei regnum, universae denique naturae majestas & divitiae summa rerum varietate exponuntur, abditorum effectuum causae acri indagine inquistae demonstrantur, cognitae per artis & naturae conjugium ad humanae vitae necessarium usum vario experimentorum apparata, necnon novo modo & ratione applicantur. Ad Alexandrum VII. pont. opt. max., Amstelodami, apud Joannem Janssonium à Waesberge & filios, 1665, 2 vols., vol. II, libro 11º; libro 12º 419ss. Extracto reeditado en Manget, I, 54-112 y un extracto en Kestler, J. S., Physiologia Kircheriana Experimentalis, Ámsterdam, ex Officina Janssonio-Waesbergian, 1680, 36ss.
[18] Blawenstein, S. de (pséud.), Interpretatio brevis ad philosophos veritatis tam amatores quam scrutatores prolapide philosophorum contra Antichymisticum mundum subterraneum P. Athanasii Kircheri, Viena, Apud Bernates, typis D. Suitzii, 1667, reimpreso en Manget, I, 113-119. Kircher llama a Blawenstein “monje renegado” y “fictitans bubo” (Langenmantel, H. A. (ed), Fasciculus Epistolarum Adm. R. P. Athanasii Kircheri Soc. Jesu : Complectentium Materias Philosophico-Mathematico-Medicas; Exaratae sunt Ad Nobiles, Eruditos atque Excellentissimos Viros, D. D. Lucas Schrökios…, Augusta Vindelicorum (Augsburgo), Utzschneider, 35). Zwelfer, J., Pharmacopoeia regia seu Dispensatorium novum locupletatum et absolutum: annexâ etiam Mantissa Spagyrica, Noribergae, sumtibus Michaelis & Johan. Friderici Endterorum, 1668, 324-330, quien sin embargo reconoce que Kircher es un “vir incomparae doctrinae ac talenti”. Glauber, J. R., Dissertatio de tinctura universali, Altemburg, Godifredum Richterum, 1668, reimpreso en Manget, I, 119-168.
[19] Solinus Salzthal Regiomontani era Beccher. Bajo este pseudónimo publicó Solini Saltzthals Regiomontani Discurs von der Großmächtigen Philosophischen Universal-Artzney / von den Philosophis genannt Lapis Philosophorum Trismegistus, s.l., s. e., 1654. Monte Snyders pudo estar en Viena en 1660, según Schmieder, 403-408. Sobre su trayectoria y, con más seguridad, en 1666: ÖNB, ms. 11370, 90ss, 118s y 125ss, ÖNB, ms. 11486, 11s; confirmado por Johann Wiekhard von Valsasor (1641-1693) en su Die ehre des Hertzogthums Crain, Laibach, 1689, 4 vols., vol. I, 415s. Monte Snyders escribió una Metamorphosis Planetarium (Das Ist: Eine Wunderbarliche Veränderung Der Planeten Und Metallischen Gestalten In Ihr Erstes Wesen… So Zu Erlangung Der Drey Principien, Ámsterdam, Johan Jansson, 1663), que estaba en la biblioteca de la Corte (ÖNB, ms. 13522, fol. 19r). Otras obras referenciadas por Ferguson, J., Biblioteca Chemica, Glasgow, 1902, 2 vols., vol. II, 104-106. Ver también: Monconys, fol.. 25s, que incluye la Harmonia Chmyica de Goldmayer y una anonima Centuria Chymica, probablemente también suya, según Ferguson
[20] Hertodt, J. F., Tartaro-Myrastix Moraviae, Viena, 1669 (en adelante Hertodt. Es un libro dedicado en su mayoría a describir las aguas medicinales moravas), y Manget, II, 697-699. Ardensbach, W. M., Tartaro Clypeus, excipiens Tartaro Mastigem Hertodianum, Praga, 1671, 155ss; Pantaleón, Tumulus hermetis…, Nüremberg, 1676 y ÖNB, ms. 8011, fol. 279v.
[21] ÖNB, ms. 11532, con dedicatoria en 1-4 y texto alquímico convencional por “Johann Wenzel von Reinburg”. ÖNB, ms. 11456, traducido de alquimistas griegos, y una copia casi exacta en ÖNB, ms.11453 y ÖNB, ms. 11465, de 15 de noviembre de1677, con una dedicatoria de Seiler y letra de Lambeck.
[22] Le debemos el primer estudio científico de Seiler al químico austríaco e historiador químico del k.k. Technischen Hochschule de Viena, Alejandro Bauer, el abuelo del premio Nobel Erwin Schrödinger. Por un lado, Bauer publicó el ascenso a Caballero de Seiler del 16 de septiembre de 1676. Y por otro lado, menciona que la densidad que se determinó para el famoso gran medallón de 1677, que todavía se encuentra entre las obras maestras del Gabinete de Monedas de Viena, es de 12.67 grs/cm3 (Bauer, A., Die Adelsdocumente österreichischer Alchemisten und die Abbildungen einiger Medaillen alchemistischen Ursprungs (Monographien des Museums für Geschichte der österreichischen Arbeit, Heft 3), Viena, A. Hölder, 1893). En 1932, los profesores Robert Strebinger y W. Reif del Instituto de Microanálisis de la Universidad Técnica de Viena (Institut für Mikroanalyse der TH Wien) adjudicaron el contenido de metal de la medalla tras cinco análisis diferentes, cuatro de ellos cuantitativos. Sacaron la media entre los mismos y determinaron que el contenido de oro era del 47.55%, el contenido de plata del 43.37% y un 7.56% de cobre. El resto (1.52%) consiste en estaño, zinc y hierro, por este orden (ver Strebinger, R. y Reif, W., „Das alchemistische Medaillon Kaiser Leopold I. Ein Beispiel der angewandten Mikroanalyse”, Mitteilungen der Numismatischen Gesellschaft in Wien 16 (1932), 209ss.. Pohl, W. G., “Microchemistry was an ´Austrian Science´ for many years”, En: Malaquias, I., Homburg, E., Callapez, M. E. (eds.), Chemistry, Technology and Society, Proceedings of the 5th Intern. Conference on History of Chemistry, Aveiro, 2006, 109 ff.). Una medición reciente de la densidad dio ahora el valor, 14.25 grs/cm3. El aumento del color amarillo que se observa en el objeto de arriba hacia abajo aumentando el color amarillo fue explicado por los dos químicos que hicieron el análisis: cuando se sumergió en ácido nítrico, se produjo un enriquecimiento superficial de oro (Karpenko, V., „Witnesses of a Dream: Alchemical Coins and Medals“, en Linden, S. J. (ed.), The Mystical Metal of Gold. Essays on Alchemy and Renaissance Cuture, New York, AMS Press, 2007. Soukup, R. W., Jaromir, H., „Die Geschichte des kaiserlichen Hof-Chymicus Wenzel Seiler im Lichte von Dokumenten des Mährischen Archivs Brünn“, DVT (Dějiny věd a techniky), 2008 (41-2), 103-129. Ver también: Koch, B., „Johann Wenzel Seiler von Reinburg und seine Beziehungen zu Wien“, Numismatische Zeitschrift (der Österreichischen Numismatischen Gesellschaft), 101 (1990), 91–98.
[23] Hubo muchos relatos contemporáneos de la aventura de Seiler. Uno lo escribió Becher, que conocía muy bien la mayor parte de la historia y apareció incluso en inglés (Magnolia naturae or the Philosopher’s Stone…, Londres, 1680. Bauer, 26-28, 57-60). Seiler era bien conocido de Leopoldo en 1674: ÖNB, ms. 8011, 213v, 214r, 225r, 228v, 248r y ÖNB, ms. 11472, 53r. Cayó en desgracia a principios de 1679: ÖNB 9716, 2-5, 237s, 269, muestra que “Reinburg” era el título de su abuelo materno y que su laboratorio estaba en la Michaelrertor (Srbik, “Abenteuer”, 52–72 (aquí 53s y nota), quien sugiere el “Wasserkunstbastei”). La muerte de “Der Kayserl. bissher berühmt geweste Goldmacher” está señalada en Bauer, 314, en el 4 de diciembre de 1681.
[24] Becher, Oedipus chimicus, (1664), Physica subterranea (1669)…etc. Johann Juncker (1679-1759) se inspiró fuertemente en Becher, como podemos comprobar en su Conspectus chemiae theorico-practicae in forma Tabularum repraesentatus, in quibus physica, praesertim subterranea et corporum naturalium principia. e dogmatibus Becheri et Stahlii potissimum explicantur / auctore D. Ioanne Iunckero (Halae Mag., Impensis Orphanotrophes, 1730, en adelante Juncker), mientras que en la Bodleian Library de Oxford, Canonici Misc., ms. 122, contiene ejemplares de obras impresas y de algunos experimentos nuevos. Sobre sus teorías: Hassinger, H., Johann Joachim Becher, 1635-1682, Viena, 1951, 59ss. y Partington, II, 637-652.
[25] Becher, J. J., Acta laboratorii chymii Monacensis seu physica subterranea Actorum laboratorii chymici Monacensis seu physicae subterraneae libri duo, Frankfurt, 1681, 687: “Dedit enim Sacr. Caes. Maj. Commissionem mihi, Chymicis hicse invigilandi et incumbendi”. La identidad entre Becher y Salzthal la revela la lista de sus obras en suExperimentum novum de Minera arenaria perpetua, Frankfurt, 1680, sig. M2r. Su primer contacto con los Habsburgos parece haber sido el que tuvo con Fernando III en 1655.
[26] ÖNB, ms. 11472: “Gutachten ubre Daniela Marsali Process…”; Marsali podría muy bien haber sido presentado por Seiler como impostor (ÖNB, ms. 11532, 15ss). También British Library (en adelante BL), ms. Sloane 2867, fols. 2-7 y el material afín en Becher, J. J., Physica subterranea, supplementum secundum, ed de 1675, sig A2-7r, dedicado a Leopoldo, y Becher, J. J., Chymischer Glücks-Hafen, 25-107.
[27] ÖNB, ms. 9713, fols. 93-104: comentarios desaprobatorios sobre un alquimista y lulista italiano de Danzig llamado Böhm von Böhmfelden. Y es que la asociación del lulismo con las ciencias secretas todavía era una opción seria en el siglo XVII; ÖNB, ms. 9714, fol 246. Sobre hermetismo: Lambeck, P., Prodomus Historiae Literariae, Leipzig-Frankfurt, 1710 (2ª edición. 1ª ed.: Hamburgo, 1659), especialmente 134-143. Borradores de su correspondencia alquímica: ÖNB, ms. 9715, fols.. 223, 244, 259, 246s, 270; ÖNB, ms. 9716, 2-5, 21, 30, 46, 26 (fuera de orden), 85, 99 s., 116, 237s, 241, 256, 269.
[28] Cartas de Friedrich, en alemán en su mayoría: ÖNB, ms. 9715, fols. 206-208, 222, 224, 229, 246s, 270 y ÖNB, ms.. 9716, 1, 36, 39, 59, 95, 247, 282. Sobre Friedrich: Allgemeine Deutsche Biographie, sub verbo, y Beck, A., Geschichte des gothaischen Landes, 2 vols, Gotha 1868-76, vol. 1, 342ss, con mención de más manuscrito de Alquimia. Humberg, O., Der alchemistische Nachlaß Friedrichs I. von Sachsen-Gotha-Altenburg, Elberfeld, Humberg, 2005.
[29] Friedrich envió por encargo de su padre la llamada Biblia de Weimar, o Biblia Ducal. ÖNB, ms. 9714, 267-269, carta de Georg Philip Finck en Freising, 8 de abril de 1673.
[30] Supra n. 21; ÖNB, ms. 13522, redactado probablemente para Leopoldo y ÖNB, ms. 8011, 288r, con la mención de un catálogo de obras químicas de la Biblioteca Fugger. ÖNB, ms. 9715, 224, 244, 259: ÖNB, ms. 9716, 2-5, 26, 85 para los encargos.
[31] Knorr von Rosenroth, Conjugium Phoebi & Palladis oder Die / durch Phoebi und Palladis Vermählung erfundene Fortpflantzung des Goldes…, Sulzbach, 1677. Lambeck, por una vez, la cataloga como una auténtica obra de Alquimia: ÖNB, ms. 13522, 7v. Posiblemente se inspiró en la Chymische Hotzeit (Las Bodas Químicas), de Johann Valentín Andreae, o en el libro de Johann Monte Snyders (1600-1699), otro ejemplo de enfoque mitológico, Metamorphosis Planetarum. Das ist: Eine wunderbarliche Veränderung der Planeten und Metallischen Gestalten in ihr erstes Wesen: mit beygefügtem Proceß und Entdeckung der dreyen Schlüssel, so zu Erlangung der drey Principien gehörig, und wie das Universale Generalissimum zu erlangen, Amsterdam, 1663,
[32] Dobrzensky, J. J. W., Preservativum universale naturale, Praga, 1680; Rain, J.F. von, Preservativum universale naturale a natura et arte…, Liubliana, 1680. ÖNB, ms. 11370, 39, 113-115, 146ss., 234-238; ÖNB, ms. 11486, dedicatoria y 51.
[33] El mismo Praeservativum original de Dobrzensky duda de la Piedra Filosofal sólo de pasada. Sus propios manuscritos alquímicos (listados en la Biblioteca Strahov de Praga, ms. DDIV 26035) se han perdido.
[34] Srbik, H. von, “Wilhelm von Schröder”, Sitzungsberichte der kaiserlichen Akademie der Wissenschaften, philoso- phisch-historische Klasse, 164 (1910), 1-161. Especialmente 41s, 75-85. ÖNB, ms. 11349, 283; UK, ms. XI B 8, fol 30. Recordemos que Schröder provenía de Gotha.
[35] El Nothwendiger Unterreich von Goldmachen de Schröder apareció por separado en 1684 y en 1727, también fue publicado, dato significativo, como apéndice de un tratado mercantilista, Fürsliche Schatz- und Tenrkammer (Leipzig und Königsberg, Eckart, 1737); he utilizado la reedición de Roth-Scholtz, I, 219-288. Sobre Schellenberg: Roth-Scholtz, I, 282-285; y Srbik, “Abenteuer”, 63-67. Sobre Sommer: Schröder, Nothwendiger, 240-244. Sobre Wagnereck: Schröder, Nothwendiger, 234-239, y Schmieder, 438-442; ÖNB, ms. 11319, 113-117r [1680]; ÖNB, ms. 11321, 1-19; ÖNB, ms. 11433 fol 282, Sobre “Caetano”: Schmieder, 484 ss; Bauer, 29.
[36] ÖNB, ms. 8041: “Inventarium über Weylandt Friedrich Hirsche gewesten Kayl. Cammer Diener Seel: Verlassenschaft.”. El inventario habla después de un tal “Sigfridt Hrsch von Plessiberg” (fol.. 20-21r). Soukup, R. W., Chemie in Österreich: von den Anfängen bis zum Ende des 18 Jahrhunderts, Viena, Böhlau Verlag, 2007, 2 vols., vol. 1, 432-435.
[37] Becher, en Magnolia, insinúa que Karl Ferdinand, hermano de Franz Augustin Waldstein, había sido también testigo de transmutaciones; Becher, Chymischer Glücks-Hafen, 126ss (Peter Paar); Monconys, II, 371, 376-378, 382; ÖNB, ms. 9716, fols. 2-5, 116; ÖNB, ms. 11472, fols..53r, 55v.
[38] ÖNB, ms. 11433 fol. 308 (Rappach). Este asunto data de aproximadamente 1683 a 1699, pues era canciller un Kinskŷ y también estuvo implicado Wenceslaus Ecker, de quien hablaremos más adelante. Schmieder (494-497) consigna una transmutación ocurrida en la casa del mismo Rappach en 1716. El ÖNB, ms. 11419 contiene vulgares adivinaciones de Gaetano Volpi para Trautmannsdorf, fechadas entre 1707 y 1709. En una de ellas quiere saber si alguna vez tendrá la posibilidad de conseguir la Piedra Filosofal. Ver también: Menčik F., “Die letzen Tage Kaiser Leopolds I”, MIÖG, XIX (1808), 518-520, en 519. Sobre Volkra: Srbik, “Abenteuer”, 69 n.3.
[39] Pfehořovskŷ: ÖNB 11439, fol.. 289s, fechado en 1688. Se trataba o bien de Christoph Kart, muerto en 1695 o de su hijo, Franz Kart, que fue justicia mayor de Bohemia. Wünschwitz (1678-1741): Str. Ms. DH III 25 (hijo de Matthias Gotfried, el primer barón). Los Petřvaldskŷ: Hertodt, 8, 25, 31 (donde se incluye también Johann Sigismund, muerto en 1688, hejtman de Ardiste. Hoditz y Petrus de La Fosse: ÖNB, ms. 11439, fols. 148, 153-155 (de 1678) y 260. Hoffmann: ÖNB, ms. 11439, 178 (fue miembro de la Hofkammer); Hardeck: Becher, Chymischer, sig. )(IVv. Lobkowitz: ÖNB, ms. 11393, fols. 35-65, con detalles interesantes. También en ÖNB, ms. 9715, fols. 271-274. Otro magnate digno de atención como alquimista sería Franz Ludwig Zinzendorf (1661-1742): Allgemeine Deutsche Biographie, XLV (1900), 339.
[40] Lesky, E., “Paul de Sorbait”, en Scienze, Medicne and Society in the Renaissance. Essays in honor of W. Pagel, Londres, 1972, II, 1-11.
[41] Zwelfer, J., Pharmacopoeia regia, seu dispensatorium novum locupletatum et absolutum, annexa etiam mantissa spagyrica: in quibus vera et accurata methodo selectissimorum medicamentorum compositiones et praeparationes traduntur, Noribergae, Sumtibus Michaelis & Johan. Friderici, 1668, 314-418; Zwelfer, J., Pharmacopoeia Augustana reformata, et eius Mantissa… Annexa ejusdem autoris Pharmacopoeia Regia, Gouda, Verhoeven, 1653, 737-810; cfr. Su Discursus apologeticus Joannis Zwelferi … adversus Hippocratem chymicum Ottonis Tackenii … Cui & accessere eiusdem Justissimae vindiciae contra Franciscum Verny (Viena, M. & J.F. Endterorum, 1668) contiene una violenta polémica contra el boticario alquimista Otto Tachenius (1610-1680). Jungius, G. S., Krysomelon seu malum aureum hoc est: Cydonii collectio, decorticatio, enucleatio et praeparatio physico-medica, Viena, Voigtius, 1673; ÖNB, ms. 12592, 161. Ilmer (o Illmer): ÖNB, ms. 11433, 250; ÖNB, ms., 11439, 286s.,289s, 293 y 294, publicó una Oratio in honores Ss. Cosmae et Damiani en Viena en 1655, fue miembro de la facultad de Medicina para la década de 1660, y ocupó el puesto de Leibartz (médico de cámara del rey) en 1698. En la Der Römisch-Kaiserlichen Akademie der Naturforscher auserlesene medizinisch-chirurgischanatomisch chymisch- und botanische Abhandlungen, volumen 3 (1756) está su informe sobre la intoxicacion de la toxina de la rata del año 1671 en un castillo al lado de Viena. Lebzelter: ÖNB, ms. 11433, 118; ÖNB, ms.. 11366. Wechtler, J. C., Homo oriens et occidens, duobus actibus et libris in scenam publicam ita datus et productus, ut primus primumab infimis principiis ad summam, Homo oriens et occidens, Francofurti, impensis Caspari Wechtleri, ut & sumptibus tipysque Balthasaris Christophori Wustii, 1659, 2 vols. Vol. 1, 321s.; II, 11-13, en 39s. es hostil respecto al oro potable). Sus ideas generales sobre el ocultismo: II, 240-285, y Zwelfer, J., Pharmacopoea Regia, 329s. La correspondencia concerniente a la “chymica” entre el emperador Fernando III y su hermano Archiduque Leopold Wilhelm no está publicada todavía. Algunos adelantos de ella en Soukup, R. W., Chemie in Österreich. Bergbau, Alchemie und frühe Chemie, Viena, Böhlau-Verlag, 2007, 431ss y Schreiber, R., „ein galeria nach meinem humor“, en Erzherzog Leopold Wilhelm, Schriften des Kunsthistorischen Museums, Viena, 2004, vol. 8, 34.
[42] J. F. Hertodt (hijo): ÖNB, ms. 11433, 106, 166r. Sachs: “Messis Observationum Microscopicarum…”, Miscellanea Curiosa, I (1670), 40-57. Jenish: ÖNB, ms. 11393b, 54s.; Scheidenberger: ÖNB, ms. 11472, 53v; Becher, Chymischer…, 73; Claudero, G., Dissertatio de tinctura universalis, vulgo lapis philosophorum, Altemburg, Godofredo Richterum, 1678. Balduin, C. A., Aurum Hermeticum superius & inferius aurae superioris & inferioris, Amstelodami, J. J. à Waesberge, 1669 y 1675, reproducido en Manget, II, 856-874. Cnöffel, A., “Responsum ad positiones de spiritu mundi, quod in se continent reserationes tumbae semiradimis”, en Manget, II, 880-886. Bedel: BL, ms. Sloane 2853 y Ferguson sub verbo. Volcamer: ÖNB,11439* 286 s. Más testimonios de todos ellos en Miscellanea Curiosa.
[43] Országos Levéltár (en adelante OL. Archivo Nacional de Budapest), Forgách csálad levétára, en especial p. 1883. Becher, J. J., Minera Arenaria, 35s y Chymsicher Glúks-Hafen, 430, reiterado por Juncker, 993, y por László Szathmáry en su Magyar alkémisták (Budapest, Második Kötete 1928), 303-312, que describe a Forgách como un “gran alquimista”.
[44] OSzK, ms. 2149, fol. húng, sub verbo “Medici”; OL, Eszterházy család, It., P. 125 cs, 705, núms. 11942-11952. Becher, Chymische…, 73; ÖNB, ms. 11472, 53r.
[45] BL Sloane 1378, fol 10: carta de Jacobus Pragestus en la que ofrece sus servicios; íbid, fol. 57: Liechtenstein contesta, el 29 de agosto de 1682, enviando 100 táleros, pero no más, “cum in hanc diem semper de continuo et ab ómnibus turpissime deceptus fuerim”. No obstante, Labeck seguía pensando que valía la pena tener el “arcanum” Liechtenstein: ÖNB 9716, 241.
[46] Pantaleón, Examen…, Nüremberg, 1679, sabemos que esta obra fue consultada por Leopoldo: ÖNB 9716, 241.
[47] Carta a Johann Paul de Franceschi. Feldsberg, 21 de agosto de 1682, Archivo Histórico de Liechtenstein en Vaduz (en adelante HALV, Kart. 493); también en Haupt, H. y Kräftner, J., Fürst Karl Eusebius von Liechtenstein 1611 – 1684, Munich, Prestel-Verlag, 2007 (en adelante Haupt), 167.
[48] Krásl, F., Arnošt hrabě Harrach: kardinál sv. církve římské a kníže, arcibiskup pražský: historickokritické vypsání nábnoženských poměrů v Čechách od roku 1623-1667, Praze, Tiskem kn. Arcibisk. knihtiskárny za Rohlíčka a Sieversa, 1886, p. 329, núm. 341: “Hynek de Valdštýn, propietario de la finca de Brtnický, cerca de Jihlava, construyó en 1688 el templo de Brtnice con una cripta para él y sus descendientes. En la iglesia, nombró a un predicador luterano antes de quedarse tanto tiempo. En 1624, el entonces propietario de la propiedad, el Conde Bombald de Coalt, fundó el templo de St. Mateo que fue consagrado como monasterio paulino para diez miembros de la orden y dos laicos […] La Crónica de Paulan Vranov es recordada por Gabriel Liefroy, un hombre altamente educado, como ex vicario de la Congregación de Brtnický. Desde allí llegó al monasterio de Nova Bystrice y en 1640 fue enviado como comisario al capítulo general de la Orden”. En la página 327, nº 340: “Gabriel Lieffroy, un excelente hombre que también conocía las ciencias filosóficas y teológicas, y también el oficio de corrector”.
[49] Gregor Scholtz: Haupt, 167. El laboratorio y la farmacia: Kippes, E., Feldsberg und das Haus Liechtenstein im 17. Jahrhundert, Viena, Böhlau Verlag, 1996 (en adelante Kippes), 111 y 113 respectivamente. Johann Kling (o Klinge): Wiedemann, Th., Geschichte der Reformation und Gegenreformation im Lande unter der Enns, Prag, Tempsky, 1879/86, 5 vols., vol V (1886), 145 y Kippes, 118.
[50] Haupt, 297, no. 1795. HALV, Kart. 495: “y Noi Carlo Eusebio […] confessiamo e ci obligamo con la nostra parolla di príncipe d’honnero e riputatione, che ci convienne, alla nostra nasita, d’havere conforme l’offerte del ill. Sig. Egisio Felice, promesso per un opera chymica del lapide philosophorum tingente ogni in perfecto metallo, in vero oro e argento, in qualita di quello delle minera, dando totte proe consuete delli accenatui mettali nella zecca e prove giuste ordinarie di regolarlo con duodeci mille fiorini e di dimonstrare sempre a lui e suoi immaginabille gratitudine divusa per una tale revelatione”
[51] Schellenberg y Kling son mencionados en los siguientes manuscritos: ÖNB, 11323d, 11370, 11395-11398, 11406, 11458, 11473-11516.
[52] Soukup, R. W., Chemie in Österreich. Bergbau, Alchemie und frühe Chemie, Viena, Böhlau-Verlag, 2007, 148, 419, 443ss. Becher y Schellenberg: Srbik “Abenteuer“, 63-69. Al morir Karl Eusebius: Kippes, 128.
[53] Haupt 2007, 168f. Carta de Leibniz a Thomasius: “Scripseram aliquando tibi de societate, quam quidam Germani moliantur. Ita esse docebit scheda germanica aliquot plagularum, titulo collegii Philadelphici a Goezio bibliopola edita (Schneider, M. et. al., Leibnitz-Forschungsstelle, Leibnitz.Nachlass Reihe II/1, Göttingen 2007, 17).
[54] ÖNB, ms. 11.469. Soukup, 502.
[55] Viajes a Italia: Haupt, 198ff. Kirchweger Kammergutsphysicus de Gmunden: Lenz, H. G. (Ed), Triumphwagen des Antimons, Elberfeld, Verlag Humberg, 2004, 135ff. Príncipe Anton Florian de Liechtenstein y Caetano: Krätz, Otto, „Ein Spiel um Gold und Macht – Nachrichten aus dem Leben des Don Dominico Emanuele Caetano und dessen gekrönten Opfern“, Chemie in unserer Zeit, 22 (1988), 50-62, aquí 59. Joseph Johann Adam y Aluys: Bauer 1893, 35.
[56] El historiador del Ducado de Carniola (hoy Eslovenia), Janez Vajkard Valvasor (1641-1693), que llegó a ser miembro de la Royal Society, conoció a su familia y da a Raín sólo el título de “caballero”: Valvasor, J. V., Die Ehre des Hertzogthums Crain (La Gloria del Ducado de Carniola), Nüremberg, Endter, 1689, 15 vols., vol. III, 116. Pero Rain se autocalifica frecuentemente como “Freiherr” y otras fuentes lo confirman (ÖNB, ms. 11439, 278s.), siendo difícil presentarse así ante el Emperador si fuera un título falso. Sus relaciones con Esterházy en OL, Esterházy, cs. It., P. 125, 11950. Sus relaciones con Liechtenstein: ÖNB, ms., 11486, 48-50. Los manuscritos relacionados con Leopoldo son: ÖNB, 11323d, 11370, 11395-11398, 11406, 11458, 11473-11516.
[57] Žvab, A., “Baročna alkimija na Kranjskem”, Kronika: casopis za slovensko krajevno zgodovino, 64-2 (2016), 199-224. Zalar, V., “Slava alkimije istrske”, Poligrafi I, 1/2 (1996), 130–137. Žvab, A., “Alkimija: struktura in zgodovina”, Acta Chymica Slovenica, 62 (2015), 2–18. Žvab, A., Tradicija alkimije na Zahodu in na Slovenskem. Trabajo de diplomatura. Ljubljana, Filozofska fakulteta, Oddelek za etnologijo in kulturno antropologijo, 2015.
[58] ÖNB, ms 12592, 158 y ÖNB, ms 11516, con una dedicatoria de Wolfgang Weichkard von Rain.
[59] Las afirmaciones de Rain en: ÖNB, ms 11370, ÖNB ms 11395, Fol. 2-5; ÖNB, ms 11406; ÖNB, ms 11488, pp. 1-38. También los frontispicios simbólicos de la serie de manuscritos 11488-11515. Sobre Beccher: ÖNB, ms 11472, 11ss. Citado en 12v-13r.
[60] OSzK, ms 3, duod. eslav., 57-115v y 121r-148v (Basilio Valentín). ÖNB, ms 249, fechado en 1650, en latín, con una dedicatoria firmada por Johannes Baptista à Willenbroch, un funcionario suabo del Consejo Áulico que dice tenerlo de su pariente, el barón Kart Kurz von Senftenau. ÖNB, ms 11266, 154-171, con una nota del jesuita Christoph Graus, fechada en Klatovy (Bohemia), en 1669.
[61] Zisterzienserstift Heiligenkreuz de Austria, ms 377: “Apographum, seu copia epistolarum hactenus ineditarum Michaelis Sendivogii”. Este cuidadoso manuscrito parece ser idéntico a las cartas impresas en Manget, II, 493-516, quien dice también que están “hactenus ineditae”. El manuscrito incluye también otros materiales de metalurgia y alquimia, con más referencias a Sendivogius y Monte Snyders. Heiligenkreuz, mss. 402-403: “Alchimey Biechl”, etc. fechado en 1674 y de procedencia nada clara y con mucha materia alquímico-mísitica, algunos informes domésticos y una mención al manuscrito de Rein en Estiria. Schlierbach Stiftsbibliotek, ms. 86-88n (103-105) y 94 (111): “Quodlibertum alchimicum”, alquimia práctica del siglo XVII.
[62] Czerny, A., Die Hanschriften der Stiftsbibliothek St. Florian, Lins 1871, números XI, 623: alquimia del siglo XVI, propiedad del prior en 1654. XI, 644: recetas rodolfinas transmitidas al monasterio en 1617. XI, 647: Basil Valentin, etc. Str. Ms. DJ III, 2, p. 484: Kynast.
[63] Seiler fue ocultado por los cronistas de su orden: no aparece en Janetscheck, C. d’E, Das Augustiner-Eremitenstift S. Thomas in Brünn mir steter Bezugnahme auf die Klöster desselben Ordens in Mähren. Sv. 1, Brno, Zpráva: Český časopis historický, 1898, en ÖNB, ms. 11469, 208r hay un secreto de Joannes Chrysostom de S. Petronella (OSA): “damahls wewester Khayl. Beichvatter”. ÖNB, ms. 11395, 2-5: Carolas de Assumtione (OSA) y UK, ms. VI F 9. ÖNB, ms. 11266, 154 ss.: Francisco Della Pietre (OP), prior de Klatovy; Cfr., Becher, Chymischer Glïks-Hafen, 126ss. :pater Spiess O.P. de Colonia. ÖNB, ms. 11267, 210 a 222: Giovanni Battista di S theresa (O.Carm.), en Gorizia. ÖNB, ms. 11393b, 55 ss., Gabriel Leiffray (O. Minim.), 1673; etc.
[64] Becher, Physica subterranea, 600: “quoniam regula societatis Alchymiam prohibet”. Francesco Lana-Terzi, Prodomo: Ouero Saggio Di Alcune Inuentioni Nuoue Premesso All’ Arte Maestra, Brescia, Per li Rizzardi, 1670, 105-123. Szentiványi, M. Curiosora et Selectiora Variarum Scientiarum Miscellanea, Trnava, 16891709, 3 vols., vol. II, 1ª parte, 249. Miscellanea Curiosa, III (1673), 439-450: carta a Kochanski del arquitecto militar bohemio Philip Talducci, en 1671. Ecker es mencionado como alquimista por J.F. Hertodt: en Manget II, 698, y debió de ser el ”Wnceslaus E. S. I.” que escribe al conde Rappach en ÖNB, ms. 11433, 308. cfr.; Christoph Kraus S.J. (supra n. 60), y el Martin Santinus S.J. a quien Marci llama ávido alquimista. (Marci, J. Marcus, Philosophia Vetus Restituta, Praga, 1662, 280s).
[65] Un sacerdote parroquial que aparece es el doctor Andreas Jhelin de Waizenkirchen: ÖNB, ms. 11472, 53r; Becher, Chymischer Glüks-Hafen, 73; Schmieder, 440.
[66] Brenner: Schuster, L. , 569. Pötting: ÖNB, ms, 11319*, fol 127r, donde la tintura de Wagnereck se pone en manos del obispo de Passau, pocos años después de 1680. Schmieder, 442-445. Rain lo incluye en la lista de poseedores de la tintura vulgar (ÖNB ms. 11486, 48-50), entre los que está también el último arzobispo Wittelsbach de Colonia. Waldstein: ÖNB, ms. 11349*, Fol.. 289ss. Friedrich de Hesse: Dersch, art. Cit. 299, 301ss.
[67] ÖNB, ms. 11280, fols. 2-5: “Mons Magnesiae ex quo Obscrurum sed Verum Subiectum Philosophorum efoditur et expresse denominatur“. El texto, bellamente caligrafiado, contiene teoría alquímica convencional con referencias sobre todo a sendivogius y al theatrum Chemicum. Becher, ÖNB, ms. 11472, fol. 53r. Becher, Chymischer Glüks-Hafen, 73, se refiere curiosamente al arzobispo llamándolo “conde Georg Lippay en Pressburg” y parece dar a entender que aún estaba vivo después de 1670.
[68] Rings, J. G. J., Universalis Aasoth. Medicinan Catholica D. Thomas Aquinas é solidioribus Alchymiae fundamenta demonstrata, Praga. 1708.
[69] Zwelfer, J., Pharmacopea Regia, Nüremberg, 1668, 329.
[70] Kopp, II, 223-239.
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