“Sanador de la reforma alemana”[1], “uno de los científicos médicos más influyentes de la Europa moderna”[2], “pionero de varios aspectos de la revolución médica”[3], “heraldo de la moderna toxicología”, “padre de la Química y reformador de la materia médica”, “el Lutero de la Medicina”, “fundador de la química médica”, “el abuelo de la moderna quimioterapia”[4], naturalista, filósofo, teólogo, predicador de laicos, defensor de la justicia social y de la libertad[5]… Y podríamos seguir así paginas y páginas. Diríase que son demasiados títulos para que se concentren en una sola persona. Pero así es. Paracelso fue todo eso que acabamos de escribir y mucho más. Bueno, lo fue, y lo es (que es lo más grave del asunto), para el mundo protestante anglo-sajón. Y ay! de quien ose decir lo contrario. Será defenestrado, será excluido, será un apestado. Sin embargo, este invento cae por su propio peso a poco se que analice. A mí se me ocurrió una vez desmontar esta falacia existente sobre Paracelso y poco menos que me queman en público. En efecto, me puse a decir que buena parte de lo que nuestro médico suizo preconizaba, y aunque tuvo mucho éxito por la Europa protestante y Francia, en España no tuvo ningún eco. Y no lo tuvo porque lo que él decía que se debía de hacer ya se estaba haciendo aquí desde la Edad Media, que ya era conocido, y que no hacía falta ningún Paracelso que nos lo viniera a contar. Si hasta en Francia sus seguidores, los Paracelsistas, hubieron de camuflar sus ideas y llamarse espagiristas!
Lo que me propongo a continuación valorar una serie de circunstancias, ofrecer una sucesión de datos y sacar a la luz un montón de tergiversaciones (que van desde el momento mismo de su muerte hasta hoy día) que me van a permitir sostener, como ya lo vengo haciendo desde hace tiempo, que Paracelso, y la imagen generada de Paracelso por parte de sus seguidores primero, y de los historiadores después, es una de las mayores falacias históricas jamás cometidas. Aún no me cabe razonar cómo fue el proceso que se generó en torno a él capaz de engendrar tal ignominia. Pero a ello me pongo. En realidad, es más fácil de lo que, en un principio, pudiera parecer. Pero, para ello, hay que tener siempre presentes varias cosas, y tratarlas muy cuidadosamente. Así, Paracelso jugó con su imagen en vida; pero también lo hicieron sus seguidores a su muerte, y los historiadores después. Esto ocurrió por tres veces. Se soslayaron voluntaria, o involuntariamente, muchos datos en pro de un perfil deseado. De la misma manera, el suizo vio como era atacado por todos los lados en vida, de la misma manera que lo fueron sus seguidores, los paracelsistas, a su muerte. Esto ocurrió dos veces. Curiosamente, falta la tercera: el ataque a la figura que se ha generado intencionadamente en torno a Paracelso por parte de los profesionales protestantes de la Historia desde mediados del siglo pasado. Aún hoy no hay una crítica fundamentada a este fenómeno historiográfico. Como dije arriba, una primera escaramuza por mi parte sufrió los más atroces ataques de los “especialistas” anglosajones. No esperaba menos. Decir que el adalid de la ciencia moderna era un copión; o decir que cuando él abogó por la medicina química aquí estaba más que vista era como pretender convencer a todos que el cielo no es azul. Que se acepte tal cosa significa que las bases de la General Reformation protestante descansaban sobre falacias. Lo cual me reafirmo: es cierto!
La construcción moderna de una imagen distorsionada y poco real de Paracelso entre los historiadores empezó a mediados del siglo XIX. En el año 1840 el doctor Joseph-François Malgaigne, biógrafo de Ambroise Paré, dijo muy enfáticamente que había que reconocer a Paracelso sus “brillantes servicios a la Ciencia”. Pero fue a finales del siglo XIX cuando varios profesores de Leipzig, Berlín, Viena y Salzburgo se pusieron a reexaminar las huellas olvidadas de la vida y obra de Hohenheim, y empezaron a darle estima a “su” importancia para ciencia. Nos lo explica muy bien, y ya la vez que muy tendenciosamente, Anna M. Stooddart, que ya había caído en estas redes de elogio, en su “The life of Paracelsus” de 1911[6]:
“Con esa paciencia infinita, exactitud, y juicio experimentado que distingue al alemán de casi todos los demás académicos, estos hombres desentrañaron la enmarañada red de tergiversación y rescataron el hilo dorado de la verdad desde las redes. El Dr. Sudhoff efectuó su magistral investigación de los escritos acumulados atribuidos a Paracelso y publicó sus resultados en los dos volúmenes de su «Intento de Una Estimación Crítica de la Autenticidad de la Escritos Paracelianos «, el primero de los cuales apareció en Berlín en 1894[7]. El Dr. Carl Aberle investigó los retratos de todo tipo, plásticos y gráficos, pinturas al óleo, bocetos, grabados de placas de cobre y grabados en madera, y los sistematizó; Y haciendo esta laboriosa búsqueda hizo casi tantos viajes como Paracelso había hecho y descubrió de la tradición legendaria y oral una masa de importantes datos biográficos[8]. Continuó también con los exámenes quirúrgicos del cráneo y huesos de Hohenheim en Salzburgo.»
Luego, Franz Hartmann publicó en 1904, y con los materiales anteriores, una biografía que pasó durante muchos años como imprescindible[9]. Poco a poco, el estudio de Paracelso se institucionalizó en las Universidades germanófilas. Así lo hicieron Franz Strunz (1875-1953) en Leipzig y Carl Strunz en Viena[10]. Ya por entonces había paralelamente un renovado culto esotérico hacia Paracelso, algo muy cool en esos años. La Sociedad Teosófica estadounidense publicó una muy sui generis biografía[11] y Los “escritos alquímicos y herméticos” ya fueron publicados en Londres y en 1894 por Arthur Edward Waite[12].
Por su parte, Karl Sudhoof (1853-1938) realizó la ingente tarea de publicar todo lo conocido, fuera falso o no, sobre Paracelso en catorce volúmenes, editados entre 1929 y 1933. Décadas después, Walter Pagel (1898-1983) revitalizaría la figura del suizo con sus estudios, que culminarían con una biografía consensuada por los demás estudiosos como la mejor escrita hasta la fecha[13]. Allen G. Debus (1926-2009), desde los Estados Unidos, daría un nuevo impulso a los estudios paracelsianos y de sus seguidores por toda Europa en un sinfín de publicaciones. Pero fue Joachim Telle el primero en atreverse de forma más que magistral a estudiar a Paracelso y el paracelsismo en los propios territorios germánicos. Con todo, no podemos olvidar que la figura de Paracelso parece contener cierto aire de construcción historiográfica[14]. Permítanme un consejo: lo peor que se puede hacer para conocer algo de Paracelso es leerse unas tres o cuatro biografías y mezclarlas. El resultado será catastrófico (Carlos Gilly dixit).
En fin, como dije antes, un cúmulo inabarcable de vaguedades e incertidumbres nunca demostradas fielmente, y bien asentadas por los historiadores desde hace años, décadas, incluso siglos, siguen corriendo libremente entre nosotros, permitiendo intencionadamente que nos llegue una imagen excelsa de Paracelso. Cuando la realidad es que de sus escritos sólo quedan dos pequeñas recetas, no hay ningún original autógrafo de alguno de sus libros y no puede verse como adalid de la reforma protestante porque, aparte de morir católico, embistió contra las cuatro religiones[15]. Además no fue original en ninguno, repito, ninguno de sus postulados médicos, los cuáles ya estaban expuestos antes. Copió a contemporáneos, nunca se ha verificado que fuera médico titulado por ninguna universidad, ni que viajara a India o China, la introducción de la alquimia en la medicina era ya algo que no tenía freno, no hay ninguna prueba de que quemara ningún libro de Galeno a las puertas de ninguna facultad. Pero todo esto se acepta sin cuestionar nada. Es mejor no dudar de las bases de un humanismo patriótico, ni de una sanidad germanófila, ni de un reformismo socio-político. Bien es cierto, todo hay que decirlo, que Paracelso tuvo un revival en la década de los años 70 del siglo XVI, treinta años después de su muerte, conocido como el “Paracelsian Revival”. Estos seguidores, conocidos como “los paracelsistas”, publicaron sin descanso su inmensa obra médica, a la vez que clamaban por el beneficio de los medicamentos químicos, cosa para la que pusieron como único abanderado al “médico” suizo. Hubieron de hacerlo, atención, sin los libros originales, sin los manuscritos. Y lo curioso es que ellos, que pudiera parecer que sólo podían hacer un mal trabajo, lo hicieron mejor que el propio Paracelso. Es decir: los malos fueron mejores que el bueno. Pero eso es otro cantar y no corresponde al contenido de este trabajo.
Uno de los trucos empleados por los historiadores apologistas es cubrir la escasez de datos sobre la vida de Paracelso diciendo que lo importante no es él, sino que fue decisivo en la fundación de, nada más y nada menos, la “Medicina científica”. Así lo hizo Walter Pagel, uno de los máximos especialistas. En la introducción a la segunda edición de su famoso libro sobre el suizo, con el rimbombante título de “Paracelso: Una introducción a la Filosofía Médica en la Era del Renacimiento”[16] (sí, amigos, repitan conmigo: Paracelso, Filosofía, Médica, Era, Renacimiento…). Pagel sitúa este acontecimiento en manos de dos personas: William Harvey (1578-1657) y Jean Baptiste Van Helmont (1579-1644). Para él, ambos dos “combinaron con maestría el método científico cuantitativo con una visión filosófica fuertemente influenciada por Aristóteles, en un caso, y con un misticismo religioso en el otro”. Pero claro, como Van Helmont hizo un “cuidadoso estudio del trabajo de Paracelso, algunas de cuyas ideas le dieron una profunda inspiración” … pues ya está: Paracelso for ever! Menos mal que, en un alarde de honestidad, lo cual también resulta finalmente común al tener que rendirse a la evidencia, Pagel acaba reconociendo que “sin embargo, una comparación detallada entre las ideas de Paracelso y Van Helmont, que se debería requerir en aras de una completa comprensión del pensamiento y descubrimientos científicos del último, nunca ha sido ni siquiera intentada; ni, en realidad, existe un reporte preciso de la propia filosofía de Paracelso que pudiera ser usado como punto de partida para tal comparación”. En fin, siempre igual, lo todo se les queda en la nada cuando se enfrentan a la realidad. Sí, amigos, ellos, los historiadores anglosajones, también hicieron de Paracelso un charlatán.
[1] Según la Chemical Heritage Foundation de Philadelphia
[2] Así lo presenta el Museo de la Ciencia de Londres
[3] Wikidepia
[4] Borzelleca, J. F., “Paracelsus: Herald of Modern Toxicology”, Toxicological Sciences, 53-1 (2000), 2–4.
[5] Pagel, W., Paracelsus: An Introduction to Philosophical Medicine in the Era of the Renaissance. Basel, Karger, 1982.
[6] Londres, John Murray, 1911.
[7] Sudhoff, K., Versuch einer Kritik der Echtheit der Paracelsischen Schriften, Berlin, Druck und Verlag von Georg Reimer, 1899.
[8] Aberle, C., (1818-1892), Grabdenkmal, Schädel und Abbildungen des Theophrastus Paracelsus: Beitrage zur genauern …, Salzburg, In Commission bei Heinrich Dieter k.k. Hofbuchhändler, 1891.
[9] Hartmann, R. J., Theophrast von Hohenheim, Stuttgart und Berlin, Cotta, 1904.
[10] Strunz, F., Theophrastus Paracelsus, sein Leben und seine Persönlichkeit, ein Beitrag zur Geistesgeschichte der Renaissance, Leipzig, Eugen Diederichs, 1903.
[11] Hartmann, F., Paracelsus: His Life and Doctrines, New York, Theosophical Publishing Co., 1918.
[12] Waite, A. E., The hermetic and alchemical writings of Aureolus Philippus Theophrastus Bombast, of Hohenheim, called Paracelsus the Great : now for the first time faithfully translated into English ; edited, with a biographical preface, elucidatory notes, a copious Hermetic vocabulary, and index, Londres, James Elliot & Co., 1894, 2 vols.
[13] Ver nota 5.
[14] Smith, P. H., «Paracelsus as Emblem», Bulletin for the History of Medicine, 68 (1994), 314-322; Gilly, C., «Theophrastia Sancta: der Paracelsismus als Religion im Streit mit den offiziellen Kircher», en Telle, J. (ed), Analecta Paracelsica: Studien zum Nachleben Theophrast von Hohenheims im deutschen Kulturgebiet der frühen Neuzeit, Stuttgart, Franz Steiner, 1994, 425-488; Pumfrey, S., «The Spagyric Art; or the Impossible Work of Separating Pure from Impure Paracelsianism: a Historiographical Analysis», en Grell, O. P. (ed), Paracelsus, the Man and his Reputation, his Ideas and their Transformation, Leiden, Brill, 1998, 21-51.
[15] Paracelso arremetió contra toda religión, contra toda secta protestante, contra Lucero, Zwinglio, los anapbatistas, los católicos… Para estas cuestiones es imprescindible: Gilly, C., “Thephrastia Sancta…, 151-185.
[16] Pagel, W., Paracelsus. An Introduction to Philosophical Medicine in the Era of the Renaissance, Basel-New York, Karger, 1982.
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